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La sombra de nosotros. Susana Quirós Lagares
Читать онлайн.Название La sombra de nosotros
Год выпуска 0
isbn 9788416366552
Автор произведения Susana Quirós Lagares
Жанр Языкознание
Издательство Bookwire
—Disculpe mi aspecto. Su caso lleva impidiéndome dormir bien desde hace semanas. Mi nombre es Juliette Libston y soy asesora del Cuerpo de Policía de Elveside.
—Un placer, señorita Libston. ¿No es algo joven para encargarse de casos como este?
Su voz era áspera y estaba impregnada de prepotencia. No iba a llevarse bien con aquel anciano.
—¿No es usted algo mayor para seguir jugando a los delincuentes? —contraatacó la joven.
—Descarada y mordaz. Sin duda una fiera con cara de ángel. Algo peligroso, ¿no cree, jefe Johnson?
—Bueno, mi equipo debe estar a la altura. ¿No le parece? —Eriol no pensaba jugar a aquel juego, aunque el comentario no detuvo la lengua del anciano.
—Conozco a las personas como usted, demasiado brillantes para su propio bien. Aves fénix que no pueden ser enjauladas y que siempre buscan nuevos retos. Por desgracia, necesitan problemas para renacer. Y eso no se encuentra en el lado de la ley —explicó Harris con provocación.
La joven sintió la ira recorrer todo su cuerpo al escucharlo, como si una corriente eléctrica le atravesase las venas, y tuvo que apretar los puños para no lanzarse hacia el anciano que intentaba retarlos.
No pensaba darle la razón.
—Las personas como yo —respondió ella— nos sentimos mejor encerrando a los tipos como usted.
—Basta —se apresuró a intervenir Eriol para evitar una discusión mayor—. Es su vida la que está en peligro, no la nuestra. Aproveche el tiempo que corre en su contra, amigo. Quizás quiera explicarnos qué relación tiene con esto.
Eriol puso delante la fotografía y el recorte haciendo que la sorpresa inundase los rasgos de Harris.
—¿Sabe? Este de aquí se parece a usted —comentó Juliette bajo la mirada que le lanzó Eriol. Era momento para la policía.
—¿Ahora es delito sacarse una foto con amigos?
«Mala elección», pensó Juliette. Lo creyó más inteligente y sagaz. Aquella postura de indiferencia no beneficiaba a nadie de aquella habitación, y menos aún a Harris.
—Por supuesto que no, pero cuando tres integrantes han sido asesinados por un cuarto miembro, uno no puede evitar hacerse preguntas.
—Dado que ese cuarto es un criminal que creíamos muerto, en realidad no hay ninguna sospecha. ¿Quién creen que me atacó? —alzó la voz con enfado.
—Sin duda sabemos que Eden va tras usted, pero ¿se le ocurre por qué? —Eriol cuestionaba cada palabra de aquel viejo criminal. Harris, por el contrario, solo podía creer que su vida dependía de aquel hombre y de la joven que le acompañaba, aunque él ya se sentía condenado y no deseaba ensuciar aún más su memoria.
—No tengo ni idea.
—Claro. ¿Por qué alguien iría asesinando a los miembros de su antigua banda? —se burló el policía mientras le tendía una trampa.
—Está mal de la cabeza. Siempre lo estuvo.
—Entonces, lo admite. ¿Formaba parte de Casiopea?
—Yo no he dicho eso.
El hombre se dio cuenta de su error e intentó repararlo, pero ya no había solución.
Eriol no pensaba marcharse de allí sin una confesión.
Juliette tampoco.
—Sin embargo, no lo ha negado. ¿Qué tal si nos dejamos de mentiras? Pongamos todas nuestras cartas sobre la mesa, porque solo cuando aclaremos esto podremos asegurarnos de que no llega a usted de nuevo.
—Quiero un abogado.
—Por supuesto, llamaremos a su abogado y, para que hablen más tranquilos, retiraré a todos mis agentes del edificio. A todos sin excepción.
Juliette admiraba la versión más policial de Eriol. Solo él conseguía que un maldito viejo orgulloso desembuchara de aquella manera. Aún tenía mucho que aprender de él.
Tras unos minutos en silencio, el anciano suspiró y asintió.
—Está bien, nada de abogados. Pero tengo condiciones.
—Pues claro que las tiene —se le escapó a Juliette, y el hombre le dirigió una sonrisa torcida.
—No iré a la cárcel por esos crímenes. Mi nombre no saldrá en la prensa. Y me protegerán hasta que atrapen a ese bastardo.
—Me parece razonable —intervino la joven antes de que Eriol negase algunos de los requisitos. Él le permitió continuar—. Pero si vuelve a involucrarse en algo, no habrá condiciones.
—No se preocupe, me retiré hace décadas.
—Más le vale —gruñó Eriol.
—Bien, ¿qué quieren saber?
La actitud del anciano cambió por completo y, si no hubiese estado presente minutos antes, ella misma se habría tragado esa fachada de abuelo agradable dispuesto a colaborar en lo que pudiera.
—¿Fue miembro de Casiopea? ¿Sabía que Robert Eden estaba vivo? ¿Por qué va tras ustedes? —el capitán disparó todas las dudas que le habían acechado durante los últimos días sin esperar respuesta.
—Pensé que lo primero estaba claro: sí, fui integrante del grupo Casiopea, y por desgracia no sabía que ese traidor aún vivía. De lo contrario, créame que habríamos hecho algo al respecto.
—¿Quiénes?
—El equipo, claro está. Thomas Clancy, Lucas Márquez, mi hermano Steve y yo. Y aunque ya no estemos para cacerías, seguimos teniendo viejos contactos dispuestos a pagar más de un favor. Quizás Clancy y Márquez no hubiesen participado. Al fin y al cabo, lo último que supe de ellos era que habían rehecho sus vidas y no querían saber nada del pasado. Supongo que el tiempo nos cambia a todos —reflexionó—. Aunque no de la misma manera.
—¿Por qué lo dejaron? Estaban en su mejor momento y de repente atraparon a su jefe durante un golpe en solitario —Juliette no pudo evitar interrumpir—. ¿Qué ocurrió en el seno de la banda?
—Ambas preguntas tienen la misma respuesta. ¿Sé por qué nos está dando caza el viejo Bob? Sí, se me ocurre una razón. La misma por la que se disolvió el grupo. ¿Quieren saber mi teoría? Probablemente esté enfadado porque por nuestra culpa le atraparon. —Mostró una sonrisa de satisfacción que ambos quisieron borrarle del rostro—. No me miren así. El muy idiota se lo buscó. Nos atrajo a su lado con promesas de riqueza, de hacernos dueños de nuestro propio destino, de la gloria que nos merecíamos… y de repente decidió rajarse y aceptar un encargo en solitario. Un encargo por el que recibiría más dinero del que nunca habíamos visto. No nos gustó la idea de que se quedase con el botín él solo. Y cuando dijo que después de eso se retiraría… Bueno, comprenderán que no podíamos dejarlo así. Él era el líder de la banda, quien había planeado todos los golpes, y pensaba comprarse una nueva vida y dejarnos a nosotros en el punto de mira de toda la policía. ¿Y si los remordimientos le llevaron a cambiar su inocencia por nuestros nombres con los maderos de esta ciudad?
»Fuimos indulgentes. Podríamos haberlo matado, pero, a diferencia de él, nosotros sí pensábamos en el grupo, en la familia que habíamos formado. Nos criamos juntos, nuestras esposas eran amigas y vecinas, incluso nuestros hijos habían sido compañeros de colegio. Así que contratamos a alguien para que diese el chivatazo. Le entregamos pruebas suficientes para asegurarnos que no volvía a salir nunca a la calle.
»Después de la condena a cadena perpetua, los hijos de una de las víctimas lucharon para que reabrieran el caso. Así dieron con todos los trabajos que Bobby