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iniciar, cuál es más útil y necesario para la ocasión, así que inmediatamente me vuelvo víctima o victimario, asumo el rol con naturalidad y fuerza; si soy victimario, soy el villano, el prepotente el grosero, intimidador, el que pone el cuerpo fuerte, desafiante, los ojos salen para enfocar al “enemigo” a quien hay que agredir, inclusive noto una fuerza importante que va en las manos, a los puños, para mostrar un indicio de ataque, y aparece quien quiere competir, no asociarse ser el único.

      Pero cuando la situación lo amerita, sale la víctima, el del cuerpo flojo, de mirada baja, de ánimo decayendo y con una actitud de tristeza y resignación que genera lástima o dolor.

      En estos dos estados nace en mí una sensación, o de injustica hacia mi o de justicia a buscar de mi parte; los dos buscando la manera que con las consecuencias mencionadas pueda ser visible de alguna forma, así es que este ciclo se repite y se repite hasta que soy visible, me ven con miedo y, por consecuencia, hay temor hacia mí, o me ven con lástima, hago sentir culpable al otro para que venga y me vea, que esté a mi lado.

      Este es el proceso que llevo desarrollado hasta ahora, buscando opciones para que esta conducta tenga un desarrollo diferente, he notado que hace falta en mí “compasión” para no tener que entrar en estados coléricos que hagan que mi ser se sienta como se siente, esto conectado con “El Amor Propio” ese amor que me va a permitir no buscar ese reconocimiento por fuera, el que me permitirá reconocer que conmigo mismo en muchas ocasiones, basta y sobra para sentirme acompañado y feliz, el que puede acompañarme y estar a mi lado para evitar entrar en ese ciclo doloroso, además de entender que hay caminos asociativos, de compañía apoyo y colaboración mutua, el estar y hacer todo solo no traerá una ganancia importante y rica en la vida como lo puede hacer el trabajo en conjunto, el justo medio.

      “Humildad” para reconocer que no debo ir al extremo de sacar, o la rabia completa que explota y se desborda o entrar en un estado profundo de dolor, tristeza y silencio, que a veces agobia y duele más que la fuerza desmedida y aquí entra uno de los nuevos descubrimientos que comienza a ser muy partícipe en el proceso de encontrar mi grieta existencial, el llegar al fondo del laberinto y es el poder conocer e identificar el Justo Medio de las cosas, poder recorrer los matices que todas estas acciones tienen, ir a cualquiera de los extremos es muy fácil para mí, pero poder encontrar el momento, el espacio, la conclusión, el resultado que vincule todos dos extremos es algo a comenzar a reconocer y evidenciar pronto, ¡aquí voy!.

      Después de haber analizado el evento ocurrido en mi vida laboral y haber construido una posible forma de operar ante el mundo, siento que es importante analizar estos descubrimientos con una nueva experiencia, pero esta vez en el sistema familiar, en mi núcleo principal de vida, es así como les relato un nuevo espacio de descubrimiento en mi camino a reconocer mi grieta existencial.

      Desde hace ya tres años tengo la fortuna de ser padre, en realidad añoraba mucho este momento, lo esperé con muchas ansias; a veces pensaba en que fuera un niño, para que pudiera compartir conmigo y no repetir la historia que viví con mi padre - esto ha sido algo que me ha acompañado por muchos años, inclusive entré al ABC (Art of Business Coaching) con la firme intención de ser una mejor versión de mi para mi bebé - pero eso lo solté rápidamente en el embarazo de mi esposa y solo pedí que llegara el mejor ser humano a nuestro hogar, y así fue, nació Salomé, mi precioso significado de vida.

      Desde que ella estaba de brazos, pude notar la fuerza con la que ella venía al mundo, desde ese momento se notaba su temperamento, cuando no le gustaba algo, lo reclamaba con fuerza, gritos, incomodidad, se hacía sentir y lo hacía notar a los demás; debo confesar que desde esos momentos iniciales me comenzaba a dar un poco de miedo que su carácter fuera muy fuerte e indomable, claro que esto lo veía más en mí que en ella. Y acá me quiero detener un poco, porque me hace reflexionar sobre algo que he conversado varias veces en mis círculos sociales, y es que mi hija viene a vivir su vida, a cometer sus propios errores y disfrutar el mundo de la manera que ella quiera; proyectar mis experiencias, pasado y dolores en ella, nunca ha sido ni será sano, así que aquí encuentro una parte que podría deslegitimar del miedo que me genera que ella también tenga temperamento fuerte y determinación por vivir.

      Este tema del carácter, la fuerza y demás cosas descritas me hacen un ruido muy grande, ¿Qué estoy viendo de ella reflejado en mí que lo llamo como lo llamo? ¿Por qué a un ser que apenas acaba de llegar al mundo le doy los calificativos que menciono? ¿Cuál es la necesidad de estar definiendo en cada instante la personalidad de otros? ¿Hay posibilidad de solo fluir y dejar que ella misma me muestre quién es? Sería importante permitir que los demás vivan, se desarrollen, crezcan y se permitan ser; no hay duda que con el primer hijo salen todas las carencias del niño que fuimos, pero no hay cabida para que, desde el momento cero, esté yo como padre definiendo quién es ella, es por eso que la mejor herencia que puedo darle desde hoy, es que pueda fluir con lo que ella apropie, acompañando el camino con mi experiencia de vida.

      Al pasar del tiempo se evidenció esto, mi amada hija tiene un temperamento fuerte, existe muchísimo fuego en ella, lo cual debo confesar que me encanta, en el sentido que para habitar en este momento de desarrollo del mundo, a mi juicio, se necesitan personas con determinación, fuerza, que tengan criterio en la vida y puedan tomar decisiones bajo la presión de la forma de vivir actual, pero lo que está claro es que siento que es mi responsabilidad poder mostrarle una de las incompetencias más grandes que tengo hoy en día y es poder llegar al justo medio del manejo de toda la energía que tenemos disponible, para actuar en la vida, reto interesante y fuerte que tengo por delante.

      Hago esta previa introducción para describir un poco a mi hija desde mi mirada, - significa que lo mencionado puede que sea diferente a los ojos de otros - el contexto desde donde me he movido y los componentes existentes para la situación que me sucedió.

      Salo es niña tierna, amorosa y muy consentidora, son más sus cualidades hermosas, las cuales amo y reconozco en lo más profundo de mi ser, pero desde que Salo cumplió dos años, en ella comenzaron a aparecer brotes de mucha molestia, pataletas constantes, gritos indomables, un temperamento fuerte para rechazar cosas que no quiere, en fin, todas las características que describen los famosos terribles dos años; desde ese momento no ha sido fácil poder convivir con lo que a ella le sucede, me he dado cuenta que los gritos, pataletas, desafíos y demás cosas que ella nos realiza, a mi esposa y a mí, en medio de todo son sanos y permiten que lo que esté sucediendo en ella se libere, salga, no se quede reprimido y pueda tener un curso tranquilo, ser expulsado. Cuando veo a mi hija haciendo eso pienso en ¿por qué nosotros los adultos no podemos hacerlo también? ¿O se ve mal que lo hagamos? Gritar, patalear, llorar sin control por un espacio de tiempo, lamentar lo que tenga que lamentarse, en fin, todas estas manifestaciones liberadoras y sanadoras, a mi forma de ver, nos son reprimidas, juzgadas por la sociedad y castigadas en el momento que son vistas ¿Acaso este es el inicio de la represión en el ser humano? ¿El que no podamos liberar o canalizar adecuadamente nuestras molestias hace que las carguemos y acumulemos generando molestias mucho más grandes? ¿Cuál es la definición de la sociedad de liberar, solamente hablar? Estas preguntas me llevan a que, definitivamente, existe una represión que la sociedad ha creado y que nos ciega en el momento de educar, no porque lo reflexione de esta manera hace que yo no lo reprima, al contrario, lo estoy poniendo acá, porque fui de los primeros en ser reprimido por las mismas emociones y sentimientos por donde creo que todos los niños pasan.

      Estábamos en casa una mañana de un fin de semana, Salo quería algo que sabía que no podía tener y en su necesidad de querer tenerlo a como diera lugar, pasó por encima de la instrucción de su mamá y lo tomó de todas maneras; mi esposa, al ver esto, fue inmediatamente, le pidió que lo entregara, pero como era de esperarse no accedió a hacerlo, así que le quito el objeto dado que era delicado y podía romperse fácilmente, al hacer esto Salo se molestó mucho. Yo me encontraba en otro lugar de la casa y solamente escuchaba lo que estaba sucediendo, por mi cabeza solo pasaba el “Dios, otra vez, va a empezar esta muchachita a gritar”; en mí se genera en esos momentos un poco de frustración, me siento desganado, sin fuerza, como casi derrotado sin haber comenzado a hacer algo, por mi cabeza solo se pasan pensamientos como ¿por qué Salo no entiende esto para que no la regañen? o ¿qué más necesita para aprender que eso no se debe hacer? Esto claramente son preguntas

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