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por último y no menos importante, a mí, por darme la oportunidad a mis treinta y cinco años de poder resignificar mi inicio de camino en la vida, por permitirme abrir heridas, reconocerlas, apropiarlas, amarlas y resignificarlas, por haberme expuesto, desarmado, reconstruirme y reconocerme.

      Índice

       Prólogo

       • Introducción

       • Capítulo 1. La Víctima y el Victimario, una entrada al Resentimiento desde la Rabia.

       • Capítulo 2. El camino al Autoaislamiento – La Resignación

       • Capítulo 3. Entre la Prepotencia, La Arrogancia y La Soberbia

       • Capítulo 4. Una dignidad naciente

       • Capítulo 5. El reconocimiento de la identidad

       • Capítulo 6. ¿Cómo aparecer después de no ser visto? – ¡Mi camino a ser YO!

       • Bibliografía

      Cerrando el año 2019 y terminando de decantar la experiencia de la certificación ABC (Art of Business Coaching) de Newfield Consulting, que había vivido en este mismo año, surgió en mí la necesidad de poder revisar un tema puntual que me venía sucediendo. En ese diciembre dejé de viajar constantemente por trabajo y comencé a estar más en casa; este espacio de quietud en el hogar me permitía poder estar más tiempo con mi hija, mi esposa y mis padres; fue un momento realmente agradable y de mucha unión familiar, era el segundo año que disfrutaba de mi bebé en una Navidad.

      En el pasar de los días, comencé a sentir una irritabilidad un poco anormal. A esto me refiero: comenzaron a molestarme comentarios de mi esposa, los gritos y llanto de una niña de dos años empezaron a sacarme de mí mismo y cualquier comentario que viniera de mi familia o de la familia de mi esposa, acrecentaba esa sensación, así que comencé a explorar en cada momento qué era lo que pasaba, qué era lo que sucedía en cada una de esas situaciones; al principio comencé a ver, sobre todo en mi esposa, que hacía lo que me molestaba para irritarme -en el caso de mi hija, me desafiaba, y en el caso de los familiares-, a darme consejos como si yo no supiera qué hacer ni por dónde ir. Es importante aclarar y ser responsable en el relato, el mundo no se volcó sobre mí, al contrario, yo me volqué sobre él, generando esa sensación de que todo giraba alrededor mío, buscaba un espacio de visibilidad, retornaba a las raíces de hacerme notar, pero ¿desde dónde lo hacía?; esto es clave, tenerlo desde ya presente para todo el desarrollo del trabajo que les expondré.

      Todo esto empezó a abrumarme demasiado, al punto de explotar con la rabia que me generaban este tipo de situaciones, cada parte de mi cuerpo se calentaba, se indisponía, existía un malestar general, ni me habitaba ni hacía parte del mundo, como si no perteneciera a él, mi espacio de convivencia se volvió mi cabeza, pensaba, maquinaba, inventaba, resolvía, todo esto acompañado de un cuerpo enardecido, desafiante, buscando explicaciones; lo más complejo de todo es que me quedaba pensando en lo siguiente: ¿y es que acaso no se dan cuenta que me están haciendo daño? Esta pregunta fue una clave importante que comencé a explorar, porque no solo en casa habitaba lo que me dolía, también afuera, en la calle, en el trabajo, en cualquier otro lugar, generando irritabilidad en cualquier espacio, así que decidí poner esto sobre la mesa en una sesión de coaching.

      En esta sesión, definitivamente aparecía una rabia totalmente expuesta, pero con varios componentes inmersos en ella; en primer, lugar la víctima, esa que hacía creer que la esposa lo atacaba, que la hija lo desafiaba, que la familia lo perseguía para enseñarle a vivir, una víctima constante que creía que lo que pasaba afuera estaba confabulado para corregirlo, hacerle daño, castigar, temas que en el programa ABC de Newfield fueron tratados, siendo clave en el descubrimiento de mis emociones y sentimientos en el transcurrir de mi vida; en segundo lugar, algo que nunca había visto en mí, ya que me siento un hombre fuerte, con muchas herramientas para afrontar la vida, se puso al frente mío la resignación, esa que te lleva a vivir conforme con el dolor localizado en tu cuerpo, que te deja “cómodo” en el mismo lugar, aceptando la rabia como un estilo de vida, permitiendo que la víctima se plante en un lugar donde echa raíces y no se quiere mover, ese algo que venía preguntándome, que no sabía qué era, ese punto al que llega uno y no sabe cómo explicarlo, pues se le puso nombre y apellido, lo cual terminó de completar el boceto que hoy quiero exponer como tema de mi PIO (Proyecto de investigación ontológico). – Gracias Gustavo Martín por facilitar abrir este espacio –

      Al salir de la sesión, generé una mirada muy diferente frente al tema, ya que no solamente aparecía una “inocente víctima”, sino que esta vivía conforme, resignada, casi con una dependencia o mutualismo con la rabia, que había aprendido a vivir con ella como parte de mi existir, así que definitivamente el espacio de coaching en donde encontré este tema, transformó por completo la forma como venía viendo lo que sentía, así que comencé a preguntarme ¿El trabajo con la rabia que había desarrollado, no había sido suficiente? ¿El haber viajado al pasado a reconocer y comprender que existió un niño maltratado, permitía hoy encarar de una manera más positiva y madura la rabia? ¿El exceso de fuerza y de injusticia trabajados, daban la oportunidad de comprender que los aprendizajes de estos dos maestros permitían desarrollar competencias de autocuidado y valor por el otro? ¿La rebeldía y la no conciencia de seguridad habían quedado claras y exploradas? ¿De verdad, había trabajado en lo que debía trabajar? Pues llegué a la conclusión de que sí hice un excelente trabajo, llegué a reconocer y revaluar lo sucedido, aprendí en una primera instancia que los recursos con los que fui educado no eran míos, sino de mis padres y que con ellos hicieron todo lo que les fue posible para entregarme lo mejor y, desde allí, que en mi adultez yo escogiera con qué recursos me quedaba, cuales cedía y cuales incorporaba para construir una mejor versión de mí, además de entender que solo había quitado el seguro de una puerta que se abría a infinitas posibilidades de ser un mejor hombre. Pude volver a ver ese niño temeroso, solitario e indefenso que aceptó una disculpa, un perdón y una compañía, que junto con el adulto, se encontraron con el joven que perdió un rumbo en las banalidades de la vida, buscando aceptación en grupos que solo querían vivir cortos espacios de vida al extremo, y lo tomaron de la mano para decirle que no estaba solo, que esa figura de víctima que asumía allí para justificar sus actos, fue útil para ese momento, era la forma de llamar la atención, de pedir que lo vieran, de la mano le decían que no tenía que avergonzarse, que estaba usando sus recursos aprendidos para seguir, pero que definitivamente no estaba solo, que el primer paso era aceptar lo que sucedía, que podía dejarlo a su lado y después de honrar esa danza con Dionisio, podía, como un todo, seguir adelante en su vida tomado de la mano con el adulto y el niño; así comprendí que esa unidad era la fórmula reconocida y colocada en un renovado Rafael.

      Pero, después de evaluar que venía una rabia contenida, una rabia con dolor, pero con intenciones de hacer daño, una rabia no emitida, acumulada, no expresada, una rabia inconsciente que hacía daño físico, psicológico y moral hacia los demás, que solamente paraba una vez que toda la energía había sido descargada hacia mí mismo o hacia mi entorno, junto con una víctima que lo justificaba y validaba, apareció la resignación y allí, justo allí, fue donde me encontré en un nuevo laberinto, en una nueva encrucijada, donde a pesar de haber reconocido dos cosas muy importantes en mi vida, la tercera en conjunto con las otras dos, le daba un significado completo pero totalmente desconocido e incierto para mí; la mezcla de estas

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