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algo así por el estilo, mi papá iba como afanado, quizás un poco molesto, no hablaba mucho y nos decía que nos moviéramos, empezó a alterarse mucho porque mi hermana solo le decía que yo la estaba molestando, así que me mandó adelante de él y tomó a mi hermana de la mano para separarnos; yo seguí muy folclórico, saltando y desde adelante molestando a mi hermana, solo recuerdo que mi papá muy molesto dijo “no más”, con un tono muy firme, pero no paré de hacerlo, solo sé que de un momento a otro salió su pierna derecha con mucha fuerza hacia mí y sentí una patada en la cola que recuerdo fue muy dolorosa; inmediatamente, me adelanté mucho más a ellos dos para sobarme del golpe, mi papá solo me miraba con una cara de rabia que ya me daba miedo, y mi hermana se reía de lo que había pasado; solo sé que desde ese día comencé a tener, puedo decirlo aunque suene muy fuerte, odio por mi papá y su forma de castigar – Este fue un quiebre muy fuerte que trabaje en el ABC – lloré mucho en el camino a dónde íbamos. En la noche llegué a contarle a mi mamá lo que había sucedido, no me dijo nada, pero sí escuche como ellos, en su cuarto, discutían por el tema, solo recuerdo a mi mamá diciéndole -“Cómo se le ocurre pegarle una patada al niño”, es lo último que registro en mi memoria.

      Hago también acotación a este evento para volver a un punto claro y común, el silencio, el retraerme, el conformarme y quedarme resguardado, resignado, solo y con mi cabeza creando algún tipo de realidad que quizás no era la adecuada, pero era la que quería recordar, vivir o utilizar para justificar, de ahí en adelante, algunos actos por mí cometidos. En ese espacio de autoaislamiento, solo me daba fuerza para seguir, para no dejarme derrotar, en ese momento del dolor, el maltrato, quizás hoy puedo ver que en ese espacio de soledad hicieron falta declaraciones fuertes y vitales, para no entrar en modos de vida que me llevaron después a buscar venganza, pero tampoco tenía el espacio para desarrollarlas, afortunadamente hoy esas declaraciones de liberar la violencia que no me pertenece, y el identificar que tengo capacidad asociativa para crear en conjunto, apoyan y aportan para que estos espacios de dolor y aprendizaje tengan una bonita resignificación.

      Confieso que recordar los momentos descritos no me generó dolor, como pensé que podía suceder, el trabajo que hice en el ABC respecto a estos temas me ayudó muchísimo a entender los espacios vividos. Lo que rescato de este espacio es recordar las sensaciones de mi cuerpo, mis pensamientos, las caras de los demás, cómo se sentía, las emociones vinculadas, pero sobre todo las miradas, la mirada de mi padre hacia mí, la mirada que yo tenía y lo que sentía haciéndola, adicionalmente sigo construyendo cómo, poco a poco, la relación con mi hermana se iba deteriorando; fueron muchas peleas y situaciones, que como esta aportaron a que nuestra separación temporal por muchos años se diera; tengo mucha más tela que cortar para seguir construyendo el camino a mi grieta existencial.

      Es interesante poder llegar a cerrar este espacio, viendo cómo de situaciones parecidas -y bueno, no fueron las únicas ocurridas-, se empiezan a generar patrones de comportamiento, el aislamiento, el estar resignado a las consecuencias que lleguen a la vida, el aislarse, retraerse, permanecer en la sobra en la oscuridad, construyen modos de vida, formas de comportamiento y estructuras fuertes de ser para encarar desde ahí la vida.

      Sigo este camino. ahora entrando un poco más en lo que comenté al inicio de este capítulo, ya la mirada tímida de la prepotencia y la arrogancia tendrá ahora una definición y un espacio para ser reconocida y trabajada.

      Hablaba en el escrito anterior de la timidez con la que estos temas aparecían, pero, desarrollando una actividad que el programa nos pedía, encontré en el ejercicio de reconstruir mi imagen pública, la palabra arrogancia; esta apareció varias veces repetida por muchas personas, quienes me ayudaron en este trabajo, así que siendo coherente y responsable con el proceso, no podía dejar de desarrollar este tema, que increíblemente me abre una puerta más en el reconocimiento de mi quiebre existencial, Cómo ser visible ante el mundo

      Inició este relato explicando el título de este aparte, para eso es importante definir las palabras soberbia y arrogancia; según la RAE, (Real Academia Española, 2020) la soberbia es definida como “Altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros; Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás” y esto nos lleva a su vez a definir de la misma fuente la palabra soberbio “Grandioso, magnífico; Dicho ordinariamente de un caballo: Fogoso, orgulloso y violento.”. Ahora hagamos el ejercicio con la palabra arrogancia “Cualidad de arrogante.”, lo mismo con la palabra arrogante “Altanero, soberbio; Valiente, alentado, brioso; Gallardo, airoso.”

      ¿Por qué voy a la RAE comenzando la búsqueda de definiciones? Bueno, porque quiero darle el primer contexto y el más aproximado a la gran mayoría de observadores, ir a donde acudimos a definir las palabras los hispano hablantes, ¿y qué encuentro en esas cortas definiciones? Pues aparecen, casi que el ADN de mi Proyecto de Investigación Ontológico, frases y palabras como: ser el preferido de otros, satisfacción por la contemplación con menos precio de los demás, fogoso, violento, valiente, brioso, airoso; son palabras que he detallado, no de manera directa, pero si mencionados con sinónimos en otros escritos y que, al verlas en simples definiciones de lo que son, nace en mí una gran inquietud de por qué me resuenan tanto.

      ¿Y en dónde vi por primera vez la soberbia? ¿Por qué ha estado tan fuertemente insaturada en mi comportamiento como persona? ¿Qué se sentía ser soberbio? ¿Qué pensamientos llegan a mí sí me paro desde la definición de soberbia? ¿Qué se logra con la soberbia? Estas y muchas más preguntas nacen al ver todos estos significados, pero en un principio se preguntarán: ¿Si lo que apareció en el ejercicio de los juicios negativos fue la arrogancia, la soberbia qué hace acá? Bueno, el arrogante lo conocía, lo había habitado plenamente y sabía que había una persona valiente, pero briosa, gallarda pero soberbia, y fue justo aquí donde comencé a cuestionarme, como lo hice anteriormente, y al poder reconocer su significado, que se abría una puerta que mostraba el apetito voraz por deslegitimar, minimizar al otro y así ser el preferido de todos, por no poder acompasar el dolor ajeno y sentir esa magnificencia que se hacía ver desde el fuego, un fuego doloroso y violento, un fuego que hacía daño, pasando por encima de los demás.

      Con lo anteriormente relatado, recuerdo a mi padre, un hombre bueno y trabajador, amoroso a su manera, pero con una herencia de violencia y altitud instaurada por su padre, quien no seguía las reglas de la sociedad, seguía sus propias reglas, violentaba espacios con su presencia desafiante y airosa, maltrataba constantemente a sus hijos, inclusive con amenazas extremas de quitarles la vida, mantenía un temperamento fuerte y violento que transmitió directamente a todos sus hijos, y ellos, en su historia y forma de ver el mundo, lo transmitieron también a sus descendientes. Hago toda esta explicación para decir que, desde muy pequeño, escuchaba muy cerca de mi oído: “Los hombres no lloran”, “hay cosas más importantes por las que hay que llorar”, “si no es a las buenas, es a las malas”, “en la vida uno no debe confiar en nadie”… Podría continuar escribiendo frases que llegan a mi cabeza, que comienzan a mostrar una estructura de vida y pensamiento que comencé a tener desde muy pequeño, que se me repitió muchas veces, hasta instaurar una sensación de fuerza, violencia, estar precavido, sentirme fuerte pero a la vez desprotegido; comenzaba a vislumbrarse una incompletitud notoria, que tenía que ser llenada de alguna manera y fue así que aprendí que siendo violento, desafiante, quitándole el miedo al miedo, me podía parar frente al mundo y ser más visible, más notorio.

      Haciendo una búsqueda en la web sobre este tema me encontré con el siguiente fragmento:

      “La soberbia anda siempre de la mano del orgullo, el cual “es engañoso e intoxicante, porque cuando el yo se vuelve orgulloso y arrogante es posible que evolucione en pecado tanto en el individuo como en el grupo” porque no se trata solamente de la sobre valoración de uno mismo, sino que ella deriva en el desprecio por los demás, mirándolos como seres inferiores, menoscabando su dignidad.” (Emilio Raúl Ruiz Figuerola, 2012)

      Entrando al detalle de lo mencionado, el autor habla del orgullo como el acompañante de la soberbia, un orgullo dañino, poco compañero de viaje, el que impide que exista una mirada ajena y diferente para ser, vivir y reflexionar, uno ciego y perdido

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