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nuestra propia dignidad .

      ¿Y si excedo los estándares de dignidad? Me voy al extremo opuesto del no ser al serlo y de manera rebosante, ¿Qué implicaría esto?, ¿me haría mejor ser exceder las expectativas?, ¿ganaría algo por ir más allá? En muchas ocasiones esto está ligado al merecer más de lo normal, tener un calificativo superior, estar por encima de la media; esto entrega en algunas ocasiones más poder, quizás habilite nuevas posibilidades y entregue un valor diferente y diferenciador que destaque entre los otros, esto me termina de llevar a que definitivamente hay niveles de ser digno, en algunos casos se alcanza a serlo cumpliendo las expectativas mínimas, pero excederlo premiara y privilegiará a quien lo haga.

      Este pequeño boceto de los límites de la dignidad entrega información valiosa que me permite identificar que, efectivamente, somos dignos, ya estamos en el mundo y eso nos hace pertenecer a un sistema macro, pero definitivamente hay que demostrar serlo para pertenecer a otros sistemas, y quizás exceder las expectativas, nos lleva a ser premiados. ¿Puede ser este el inicio de la arrogancia humana?

      Con lo que se ha revisado anteriormente, también es importante reconocer que a veces el no ser digno de algo viene también de nosotros. Entonces, ¿cuándo no somos dignos?, ¿tenemos nuestro propio estándar? O, ¿son las reglas impuestas y creadas en el sistema las que nos hacer reflexionar? Y aquí podemos ir a ejemplos concretos, en donde no hay dignidad, los niños muestran muchas veces un ejemplo claro de cuando se es o no digno de pertenecer; muchas veces existe un grupo que debe evaluar, según sus estándares, si quien llega es digno de entrar al grupo y pertenecer a él, esto puede ser para un simple juego, o hay un solo niño con el poder de decidir, según sus estándares, si quien llega pertenece y hace parte del grupo consolidado, el típico dueño del balón, así que con estos dos comentarios llegamos a la orientación de dignidad colectiva e individual. ¿Y qué se siente ser o no parte de un sistema? ¿El no ser aceptado o no pertenecer elimina mi dignidad?

      Es interesante encontrar este punto de vista, porque al parecer existen estándares de dignidad, la creada por un grupo, la definición que cada individuo da, basado en los juicios aprendidos por el sistema donde vive y adicionalmente se encuentra nuestra dignidad propia por pertenecer a este planeta; si hilamos más fino, llegaremos a las definiciones de pertenecer a una determinada región, el círculo de amigos, el estrato social, el país donde vivimos, etc. Definitivamente, estamos hablando de dignidad establecida por una comunidad y nuestra dignidad individual como seres humanos pertenecientes a este macro sistema.

      Tomando un punto en común de todo lo identificado, la dignidad colectiva puede ser definida por el cumplimiento de ciertos estándares determinados por el sistema al que se pertenece, quien determina su nivel y posibilidad de pertenencia, evaluando y dando un juicio de valor, es así como obtenemos el respeto, el lugar de pertenecer. Cuando hablamos de dignidad individual, si bien viene con nosotros, quizás entramos en el mismo juego de la dignidad colectiva pero adaptando los estándares a nosotros, quizás dándole el orden que preferimos para dar un juicio de valor que más nos haga sentido, soy mi propio evaluador con reglas de otros. Definiendo esto se me viene la pregunta: ¿nuestra definición de dignidad es el orden acomodado que deseamos de lo que vemos como dignidad colectiva? O, ¿el solo ser humano conlleva una exclusiva dignidad?

      Vamos un poco más profundo, independientemente de la situación, espacio, momento o sistema, es importante entender ¿qué distingue la dignidad? ¿En dónde es oportuno mencionarla y dónde no? ¿Qué se siente o no ser digno? Como inicié este relato y he venido descubriendo, la dignidad permite agrupar un conjunto de características validadas y aceptadas que dan una evaluación de ser, pertenecer o merecer, lo cual conlleva a poder llevar ese título; somos nosotros u otros quienes dan un juicio de valor y nos hacen merecedores de serlo, y es en el merecer en donde es oportuno indicar que es el espacio o momento donde sale a flote y se entrega el juicio, si se cumplen con todos los requisitos establecidos, se es digno, se tiene derecho a ser nombrado así, de lo contrario la no dignidad es el dictamen, se pierde totalmente toda posibilidad de pertenecer, generando quizás dolor por la pérdida de no estar en el lugar donde otros están.

      Entremos un poco en esto, el hacer parte, emocionalmente hablando, permite identificar cierta calma, tranquilidad, paz, inclusive alegría, se está en el lugar con comodidad, al parecer se siente bien pertenecer, pero cuando existe la exclusión y la no validación, entramos a la tristeza, quizás molestia, rabia, si salimos de un grupo al cual valoramos y queremos quizás llegue la desolación y el abandono, que si somos estrictos en lo que estamos diciendo, la pérdida de la dignidad nos lleva a emociones y sensaciones muy intensas, tanto más que las que se sienten por el serlo. Habiendo descrito lo anterior, ¿estaremos llegando a la definición de sinsentido? Esto, acotado al estar en un lugar pero no ser aceptado, ¿la entrega del juicio de no dignidad nos lleva a dejar de pertenecer a un lugar, ser eliminado de un espacio? La posibilidad de no tener sentido de estar o pertenecer, suena muy fuerte; al ser excluidos pareciera surgir un limbo, donde se abre la oportunidad de volver a mi ser digno y se abre la puerta para identificar sistemas en donde, según mis creencias y estándares, pueda llegar a pertenecer, pero este es el escenario ideal, en el que vemos esto como una oportunidad; ¿qué pasa si en mi estándar de pertenecer el ser excluido derrota toda posibilidad de, inclusive, pararme en mi definición de dignidad y salir adelante?, ¿perdería el sentido de estar presente en el mundo?, ¿transformaría esto mi significado de ser digno en el mundo?, ¿qué se configuraría en mí al no tener recursos para, inclusive, pararme desde mi dignidad? Creo que estamos llegando a un punto clave de la definición: la ausencia de dignidad propia no permitirá levantar cabeza cuando se es juzgado o discriminado por otros, que, basados en su definición de dignidad, nos excluyen y no nos dejan más pertenecer. Así que acá termino de identificar que, efectivamente, hay definiciones colectivas de dignidad, que esas definiciones también son propias en mí y yo le doy mi significado y dependiendo lo fuertes que sean, abrirán o cerrarán posibilidades, al punto de descubrir caminos, nuevas posibilidades o generar la entrada a un pozo oscuro, sin opciones de ver la luz al final de él.

      Dice Aristóteles, “La dignidad no consiste en tener honores, si no en merecerlos” y agrega, “El hombre ideal asume los accidentes de la vida con gracia y dignidad, sacando el mejor provecho de las circunstancias”, Nelson Mandela, “Cualquier hombre o institución que trate de despojarme de mi dignidad, fracasará”, El Papa Francisco, “Las cosas tienen un precio y estas pueden estar a la venta, pero la gente tiene dignidad, la cual es invaluable y vale mucho más que las cosas.”, Ángela Merkel, “Cuando hablamos de dignidad humana, no podemos hacer concesiones”. Es interesante ver los observadores de pensadores y figuras públicas reconocidas a través de la historia, sobre su postura frente a la dignidad, si revisamos puntos clave en común de sus pensamientos encontramos, el merecimiento como parte de ser digno, la apertura de nuevas posibilidades al tener algún tipo de exclusión y la fuerza que debemos tener para mantener nuestra creencia y valor en nuestra dignidad, pero ¿en dónde radica la fuerza interior que nos motiva a que pongamos nuestro valor de dignidad por encima de cualquier cosa?, ¿qué define esa dignidad propia?, ¿de dónde tomamos la fuerza y la energía para seguir siendo dignos? Es en este punto donde es válido poder analizar situaciones, eventos propios que demuestren la validez de todo lo mencionado y quizás allí encontremos las respuestas a las preguntas anteriormente mencionadas.

      Basado en lo comentado hasta ahora, quisiera relatar una experiencia propia en donde se ve vinculada mi dignidad en un evento de un grupo de personas, como lo definí anteriormente, donde existía una dignidad colectiva y en donde también una única persona, basada en su definición de dignidad, evaluó la mía y saco sus propias conclusiones respecto a mi dignidad personal.

      Solo quiero agregar que, al traer esta experiencia a este escrito, deseo mostrar desde dónde mi dignidad tenía lugar, cómo fue transformada y cómo desde ese momento inicia un camino de reformulación, comencemos entonces.

      Es común que cuando salgamos del colegio continuemos la relación con un grupo de amigos, que mantengamos esa amistad, ese lazo tan fuerte que se forma al compartir casi toda la primera parte de la vida con las mismas personas; es inevitable que, después de tantos años, no se generen condiciones y reglas de vida en común, gustos, deseos, inclusive poder vincular los mismos pecados a cometer y que los demás sean cómplices

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