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pero no así con la campaña que sostiene contra algunos hombres del partido».147

      Y es que el enfrentamiento entre las distintas tendencias del PSOE continuó, y la FJS, en la línea de los ataques realizados por Renovación antes de octubre, mantuvo en sus publicaciones clandestinas una postura muy radical frente a centristas y besteiristas. Ya en diciembre de 1934, los dirigentes besteiristas Andrés Saborit, Trifón Gómez y Lucio Martínez pidieron a la ejecutiva del PSOE que le comunicara a la FJS «su proceder inoportuno» por las críticas que estaba realizando. La ejecutiva respondió que no podía desautorizarla públicamente por «tratarse de notas publicadas en periódicos clandestinos», pero envió una carta a la Juventud Socialista Madrileña (que editaba un periódico llamado UHP), pidiéndole, «en previsión de que tengáis contactos con los inspiradores de esas hojas», que les hicieran ver que tenían que suspender su «campaña sobre divisiones necesarias». En marzo de 1935, la ejecutiva juvenil nacional elaboró un manifiesto en que ratificaba «su ferviente deseo de seguir luchando por el triunfo de la dictadura proletaria, llevando su combatividad hasta aniquilar la fracción reformista dentro de las Juventudes y del Partido».148

      Ese mismo mes de marzo la FJS editó un boletín interno con el objetivo de «conseguir que todos los militantes socialistas tengan unas ideas generales acerca del marxismo» para fundamentar la lucha contra el reformismo –al que consideraba que había que «eliminar» de todos los puestos que ocupase en los sindicatos porque no era suficiente con que no estuviera presente en la dirección nacional de la UGT– y porque la «educación marxista» de los jóvenes socialistas era inferior a la de «los militantes comunistas». En el boletín se defendía la bolchevización de los cuadros de la juventud («reconocerse en posesión de las doctrinas leninistas. Militante convencido de la consigna: A la dictadura del proletariado por la insurrección armada»); se rechazaba el llamado «mesianismo de la legalidad», de la que se consideraba que nada se podía esperar por lo que recomendaba no legalizar las secciones juveniles que se constituyeran; y se insistía en que la organización juvenil estaba transformando su organización para adaptarla a la situación de clandestinidad, formando células. La caída de este boletín en manos de las fuerzas de orden público hizo que elaboraran otro, más reducido pero en el que se reprodujeron bastantes de las ideas del anterior incluso con las mismas frases, y que pedía, además, que los jóvenes influyeran en las agrupaciones locales para que se pronunciasen por abandonar la Segunda Internacional, ya que, una vez fuera de ésta, el PSOE «será el verdadero partido bolchevique», lo que tendría que reconocer la Internacional Comunista, que debía «modificar sus normas rígidas actuales (…) y entonces se producirá la reconstrucción del movimiento obrero internacional». Informaba también de que José Laín estaba en Moscú y se había reunido con los dirigentes de la IJC que habían expresado «su satisfacción por las acciones revolucionarias del proletariado español» y por «la línea política trazada y seguida» por la FJS; y se indicaba que se habían abordado «otros problemas (…) de vital interés», de los que se informaría en «ocasión más propicia», lo que parece indicar que fue Laín el que inició las conversaciones para la unidad. No obstante, se seguía defendiendo que los militantes de la FJS luchasen por la unificación del proletariado español en el PSOE y se indicaba que «las Juventudes Socialistas consideran como jefe iniciador de este resurgimiento revolucionario al camarada Largo Caballero».149

      En el folleto Octubre: Segunda etapa la dirección de la FJS culpó del fracaso de la insurrección de octubre al reformismo y el centrismo, que habrían traicionado a la revolución. Defendió la primacía del PSOE como fuerza revolucionaria, y a la izquierda del partido, proponiendo la «depuración» de este último con «la expulsión del reformismo y la eliminación del centrismo en la dirección». Consideraba que la estructura orgánica de las organizaciones socialistas estaba hecha para la lucha legal y era ineficaz para la revolución y para la nueva situación de semiclandestinidad, por lo que abogaba por su centralización, transformándola según el modelo leninista. En cuanto a la política de alianzas, se rechazaba la propuesta comunista de bloque popular antifascista y cualquier posible acuerdo electoral con los republicanos y se defendía el mantenimiento de las alianzas obreras como «organismos que preparasen la insurrección». Se insistía en la unión de las diferentes fuerzas obreras en un único partido y una única central sindical, que habían de ser el PSOE y la UGT; y se proponía, por último, la salida del PSOE de la Segunda Internacional, mientras que se continuaba criticando el centralismo de la Internacional Comunista y se planteaba que ésta tenía que darse cuenta de que el PSOE era «el partido bolchevique de nuestro país» y, por tanto, «el único Partido con el cual tiene que tratar».150

      La respuesta de la corriente centrista fue dada por Indalecio Prieto en una sucesión de artículos que, bajo el título de Posiciones Socialistas, publicó el periódico El Liberal, de Bilbao, entre abril y mayo de 1935, y en los que partía de rechazar la misma edición del folleto juvenil porque la discusión no debía haberse hecho pública. Insistía en que la revolución social no era posible en España, por lo que la labor de los socialistas era consolidar la República mediante una conjunción electoral con los republicanos, considerada también como la única fórmula para lograr la amnistía, a la vez que criticaba duramente la bolchevización defendida por las juventudes. Prieto también decía que del folleto Octubre discrepaban públicamente organizaciones juveniles socialistas «que acaban de elegir Directivas de criterio contrario, como las de Asturias, Badajoz, [y] Madrid». La JSM negó la versión de Prieto alegando que no había elegido comité directivo desde enero de 1934, y que el cinco de mayo de 1935 se había constituido una Comisión Gestora con los miembros de la anterior dirección que no estaban en la cárcel.151

      Y la cuestión de la «disciplina» de las juventudes socialistas fue otro motivo de enfrentamiento entre los sectores centrista e izquierdista del PSOE. Tras salir de la cárcel en noviembre de 1935, Largo Caballero rechazó tener relación con la edición del folleto Octubre. Segunda Etapa, pero también lo defendió, considerando que las Juventudes Socialistas habían «planteado problemas que el partido tendrá que discutir y resolver» y que habían tenido «más decisión que el partido». Agregó que «con muchas –aunque no con todas» las afirmaciones del folleto estaba totalmente de acuerdo, haciendo especial referencia a la dictadura del proletariado y a la bolchevización del PSOE, que definía como la depuración del partido, reafirmando su ideología marxista y reconstruyendo su organización para que fuera más eficaz.152

      Tras la salida de Largo Caballero de la ejecutiva del PSOE en diciembre de 1935, toda la ejecutiva de la FJS se dirigió en un largo comunicado a «sus militantes, a los del Partido y los Sindicatos, a la clase obrera en general», lo que, aparte de inusual, resultaba completamente contrario a las normas socialistas, y que los firmantes justificaban por la «obediencia» que habían mostrado hacia las consignas de la dirección del PSOE y por haber asumido la dirección de la FJS debido a que en su anterior ejecutiva el partido no había encontrado «servidores leales y sinceros». El comunicado planteaba que las bases del PSOE estaban a favor de Largo Caballero, consideraba a la nueva ejecutiva «ilegítima» y pedía su dimisión, mientras que, como ya se había amenazado desde Renovación antes de octubre, la FJS se consideraba libre «de toda obligación para con los actuales poderes del partido», aunque decía mantenerse ligada, «sin reservas», a él. Desde El Socialista se respondió con un llamamiento a la disciplina de la organización juvenil porque «no se llaman juventudes socialistas por generación espontánea», sino que tenían que actuar al servicio del PSOE, idea que se repetía varias veces. Pero no se las atacaba con dureza, seguramente intentando no ahondar en el enfrentamiento, y se justificaba su actitud por su falta de experiencia y por el carácter juvenil «impaciente», mientras se destacaba su papel en el partido, su crecimiento y su fortaleza.153

      Las tensiones y las divisiones socialistas se trasladaron a las diferentes federaciones juveniles. Sirve de ejemplo la situación en Bilbao, donde la juventud socialista se propuso, ya en mayo de 1935, celebrar una consulta entre sus afiliados sobre una alianza con los republicanos, ante lo que un militante planteó, desde la cárcel donde cumplía condena por los sucesos de octubre, que no se debía hacer porque había una decisión en contra del último congreso

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