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juveniles trabajarían con sus respectivos partidos para la formación de un «frente proletario» de las mismas características, y estos organismos unitarios se podían romper si así lo decidía la dirección nacional de la organización.124 Probablemente estas explicaciones iban dirigidas no sólo a las otras organizaciones sino a las propias filas juveniles socialistas que estaban siendo literalmente bombardeadas por propuestas de unidad de acción sobre las que, generalmente –aunque no siempre–, consultaban a su dirección. Por ejemplo, en el País Vasco, la Federación Provincial Juvenil Socialista de Vizcaya recibió consultas de diversas secciones que habían recibido propuestas de los comunistas de realizar un frente único o de colaborar en el Frente Juvenil Antifascista. Sin embargo, en la primavera de 1934 desde Lejona directamente se informó de que habían organizado el «frente único local» con la juventud comunista, para defenderse de «los posibles ataques fascistas» e incluso habían «acoplado a nuestras milicias las comunistas».125

      A propuesta de la UJCE se reunieron el 26 y 30 de julio de 1934 una delegación de ésta y otra de la FJS.126 En este debate se reflejaron las importantes diferencias que en cuanto a la misma definición de la situación española, estrategias, tácticas y objetivos había entre las dos organizaciones juveniles. Así, no hubo acuerdo sobre los objetivos que debía tener el frente único (lucha antifascista para los comunistas y conquista del poder político según los jóvenes socialistas); su composición (la UJCE defendía la participación de las juventudes republicanas y rechazaba que estuvieran las juventudes de la izquierda comunista heterodoxa –definidas como trotskistas–, lo que la FJS no aceptaba); el papel de las luchas parciales (que los comunistas defendían como medio de concienciar a las masas y los socialistas consideraban un desgaste de fuerzas); o sobre cual debía ser el órgano dirigente de la revolución (los soviets para la UJCE, en un simple traslado mecánico de la experiencia rusa, las Alianzas Obreras, para la FJS). Ambas organizaciones usaron profusamente ejemplos internacionales, desde las revoluciones rusas a la subida de Hitler al poder en Alemania –que para la FJS había supuesto el fracaso tanto de la táctica de la IC como de la de la IOS, por lo que ninguna de las dos internacionales obreras era adecuada–,127 o la insurrección de febrero de 1934 en Austria, lo que muestra la importancia de las experiencias internacionales, aunque las enseñanzas que sacaran de éstas fueran diferentes.

      Las dos organizaciones sólo parecieron llegar a un acuerdo en el cese de los ataques mutuos y en el planteamiento, muy general, de que en las acciones concretas ambas organizaciones trabajarían juntas: el 28 de julio, Renovación recomendó a sus secciones que «en los casos de acción directa contra el fascismo se inteligencien localmente con las demás juventudes obreras». La UJCE, por su parte, dio instrucciones a los jóvenes comunistas de Madrid para que apoyaran la venta de Renovación, defendiéndola contra las recogidas policiales. El órgano de las juventudes socialistas anunció que en lugares como Sama o Badajoz las organizaciones de la UJCE habían ingresado en las Alianzas Obreras y dijeron saber que «en el seno de las células comunistas madrileñas se han producido actos de oposición» a la postura mantenida por los representantes de la UJCE en las conversaciones. Informó también de que muchas secciones de la UJCE estaban ingresando en la FJS, citando, por ejemplo, las de Móstoles, Ciempozuelos, El Pardo y Morata de Tajuña en Madrid, pero ésta es la única referencia con la que contamos de la existencia de organizaciones juveniles comunistas en pueblos donde parece que no había ni organización del PCE.128

      Las juventudes socialistas planteaban sus relaciones con las organizaciones juveniles del Bloc Obrer y Camperol e Izquierda Comunista de distinta forma. Ya ante las elecciones de 1933 y la formación de una alianza entre el PSOE y el BOC en Cataluña, dijeron que dicha organización tenía más «conciencia» que «los de la Tercera Internacional». Posteriormente, Renovación agregó que «si trotskistas y bloquistas (…) vinieran a nuestro campo a ayudarnos a dar la batalla a la fracción reformista, los frutos serían más rápidos».129 Ya fuera por su menor número, por unas posiciones parcialmente más cercanas o porque no estaban implicados en organizaciones internacionales fuertes como la Internacional Comunista parece que veía factible una integración de las organizaciones comunistas heterodoxas en las socialistas.

      Así, las diferencias hicieron difícil la unidad de acción de las organizaciones juveniles que se produjo a través de la misma acción colectiva y principalmente a partir de la primavera de 1934. La visión de la CEDA como origen de una amenaza fascista, compartida por todas las organizaciones obreras y que se acrecentaría en la FJS con la subida al poder del canciller socialcatólico Dollfuss en Austria, al que identificaron con Gil Robles,130 llevó a la FJS a convocar, el 22 de abril de 1934, una huelga general que paralizó por primera vez la capital de la República por motivos políticos, en este caso contra la concentración de la JAP en El Escorial, que era el colofón de su Primera Asamblea Nacional.131

      Aunque la huelga no hubiera triunfado sin la participación de las organizaciones sindicales, tanto las ugetistas como las anarcosindicalistas, es significativo que las octavillas que convocaron la huelga y las que la dieron por concluida fueran firmadas sólo por la FJS. También los participantes en los enfrentamientos violentos que se produjeron desde el 20 de abril, y que fueron especialmente abundantes el 22, fueron principalmente jóvenes, al igual que la mayoría de los heridos. Desde la ICE se criticó que «el movimiento nació espontáneamente a última hora (…) Nada había preparado: el partido socialista decía que se bastaban los jóvenes; los jóvenes decían que se bastaban ellos, pero preferían gesticular y amenazar que arrostrar la preparación de la jornada», pero esta improvisación en todo caso también muestra la capacidad de movilización de las organizaciones socialistas y la concienciación de sus bases ante lo que consideraban peligro fascista dado el éxito que tuvo la convocatoria.132

      El incremento de los enfrentamientos callejeros entre grupos de jóvenes de ideologías opuestas a lo largo del primer semestre de 1934 llevó al gobierno a tomar medidas que limitaban la participación política de los jóvenes. Los incidentes del 10 de junio de 1934 en la provincia de Madrid, en los que murieron una joven socialista –Juanita Rico–, y un falangista, y resultaron heridos otros seis jóvenes en diversos enfrentamientos producidos entre grupos juveniles falangistas y socialistas o comunistas; y los enfrentamientos producidos ese mismo día en la capital de la República entre guardias de asalto y grupos de excursionistas obreros (jóvenes principalmente), llevaron al Ministerio de la Gobernación a prohibir «los grupos en formación con insignias, banderas, emblemas», frente a la «reiteración de manifestaciones que a pretexto de jiras [sic] campestres o ejercicios de gimnasia se celebran en los alrededores de Madrid, constituyendo a veces actos políticos más o menos disimulados, y degenerando en ocasiones en reyertas que han producido diversas víctimas». Se estableció también que se impondrían multas a las organizaciones que realizasen estos actos y que se realizarían cacheos, principalmente los días festivos, en las salidas de Madrid. Renovación habló de «la continuas recogidas [del periódico juvenil], los camaradas encarcelados, la clausura de juventudes, la prohibición de actos y otras arbitrariedades más», para concluir que «en breve nos veremos precisados a actuar en la clandestinidad».133

      Las medidas gubernamentales no frenaron la violencia juvenil: por ejemplo, el 7 de julio hubo un nuevo enfrentamiento entre falangistas y socialistas, con 3 jóvenes heridos; y el 24 de agosto otro en el que murió una persona y otras dos resultaron heridas, todas ellas jóvenes. El gobierno optó por prohibir –por decreto de 28 de agosto de 1934– la militancia política a menores de 16 años y a los que tuvieran menos de 23 sin el consentimiento de sus padres. La FJS consideró que era un «decreto fascista que pretende inutilizar nuestras actividades revolucionarias» y anunció que no lo cumpliría.134 Al día siguiente, 29 de agosto, la muerte de un miembro del Comité Central de la UJCE, Joaquín de Grado, en un enfrentamiento en Madrid con miembros de los sindicatos falangistas, llevó a las tres organizaciones juveniles obreras más importantes de la capital –la Juventud Socialista Madrileña (JSM), la Juventud Comunista Madrileña (JCM) y las Juventudes Libertarias– a firmar un llamamiento conjunto con numerosos sindicatos de oficio, para que se asistiese a su entierro, el 31 de agosto, como «homenaje a todos los militantes obreros asesinados». Los jóvenes socialistas y

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