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de las masas».64

      En el congreso que el PSOE celebró en octubre de 1932, Mariano Rojo apoyó que los socialistas dejaran el gobierno, posición que fue rechazada por la mayoría de los delegados. Sí se decidió que, en lo sucesivo, no se podrían incluir en las listas electorales «elementos ajenos» al Partido, como había propuesto la organización juvenil. Sin embargo, la ambigua relación de los militantes adultos con sus jóvenes se expresó en el hecho de que no se leyeron los telegramas solicitando que la minoría socialista no votara el presupuesto de guerra que la dirección juvenil había hecho que sus secciones enviaran al congreso, y en que hubo un grupo de delegados que propuso que fuese incompatible pertenecer a la vez al PSOE y a la FJS, aunque esta propuesta no llegó a discutirse. En septiembre de 1933, el Comité Nacional del PSOE decidió admitir a un representante de la FJS, con voz pero sin voto.65

      Ya en su Quinto Congreso, la ejecutiva de la FJS se quejó de que la dirección del partido se había negado a enviarle una lista de sus agrupaciones, que le había solicitado para que éstas ayudaran a organizar nuevas secciones juveniles, y que tampoco quiso –al igual que la dirección de la UGT– concederle ayuda económica para actos de propaganda, aunque también informó de que cada vez eran más las agrupaciones en las que las Juventudes Socialistas tenían voz aunque no voto. Pero las situaciones regionales, provinciales y hasta locales debieron ser muy variadas. Por ejemplo, la Federación Provincial de Juventudes Socialistas de Vizcaya protestó por las «limitaciones» que suponía para su organización la formación de agrupaciones socialistas: la sección juvenil de Aranguren se había dado de baja al formar la agrupación socialista, mientras que el presidente de la Agrupación Socialista de Durango se había mostrado contrario a la formación de la organización juvenil ya que «dentro de la Agrupación hay un núcleo bastante numeroso de jóvenes y esto llevaría a mermar la fortaleza de la misma».66

      A comienzos de 1933 las tensiones internas en la organización juvenil entre partidarios de la acción política y de una función meramente educativa se intensificaron: Carlos Hernández Zancajo se quejó de que la actividad de la FJS había «vuelto a caer en la mayor de las postraciones, para seguir vegetando de la manera más estúpida»: «si las juventudes no sirven para nada es mejor disolverlas; pero si sirven hay que cultivarlas. Si los encargados de hacerlo no están en condiciones, hay que plantearlo para resolverlo». Le respondió Mariano Rojo defendiendo que la actuación de la organización debía ser la formación socialista de los jóvenes: «en los años difíciles de la dictadura se pedía que las Juventudes, más revolucionarias que nadie, se dedicaran exclusivamente a combatir la monarquía. Otros entendíamos que (…) nuestro papel era el de formar conciencia socialista», lo que consideraba la línea acertada dado el crecimiento experimentado por la organización desde la proclamación de la República y porque «la mayoría de nuestras secciones no están formadas por socialistas. Solo por aspirantes».67

      Sin embargo, y a pesar de la división sobre la participación socialista en el ejecutivo republicano y de las críticas que realizaron a la actuación de éste,68 también se apoyó la política del gobierno durante el primer bienio, especialmente en relación con las reformas educativas, o en temas como el debate sobre el laicismo del Estado, la confiscación de los bienes de la Iglesia y la separación de ésta última de la educación. Las juventudes socialistas realizaron una especial defensa del artículo de la Ley de Congregaciones Religiosas que quitaba a éstas el derecho a ejercer la enseñanza, justificándolo por el control por parte de la Iglesia de todos «los resortes de la educación» por su predominio anterior: para la FJS implantar la libertad de enseñanza equivaldría a dejar la educación en manos de la Iglesia.69 La organización juvenil tuvo también especial cuidado en no dañar la imagen del PSOE en el gobierno: por ejemplo, su ejecutiva nacional llamó la atención a la federación provincial alicantina por mandar una circular a las secciones pidiendo que protestaran ante la minoría socialista por la ley de orden público de 1933, definida como «literalmente fascista y desde todos los puntos de vista antirrevolucionaria».70

      En las conclusiones del congreso de 1932 se repitieron las reivindicaciones planteadas el Primero de Mayo de 1931, detallando más las relativas a los jóvenes trabajadores: reducción del tiempo de trabajo de los jóvenes a 40 horas semanales, comprendidas la enseñanza profesional y la limpieza del taller o fábrica; medidas de previsión a favor de los jóvenes parados, incluyendo seguro de desempleo pagado por el Estado y cursos de formación; o la creación de escuelas de Artes y Oficios en todas las ciudades de más de 10.000 habitantes. Se pidió también el aumento del presupuesto de instrucción pública y la disminución, hasta su supresión, del presupuesto de guerra, la reducción de la duración del servicio militar y que éste quedase reducido a la instrucción militar, aunque la organización juvenil se siguió declarando partidaria del principio de la «nación armada».71 Las resoluciones del Cuarto Congreso incluyeron un rechazo expreso al nacionalismo por ser opuesto a «la fraternidad de los pueblos»; la defensa del esperanto y, concedido el voto a la mujer, «buscar atraerla a las filas socialistas». Se dio mucha importancia a los temas culturales y de higiene, proponiendo colaborar con los maestros, crear bibliotecas ambulantes, incorporar a los sindicatos a la lucha contra el analfabetismo, solicitar a la FUE que realizase actividades culturales en diferentes localidades, apoyar las Misiones Pedagógicas, prohibir la prostitución, organizar cursos de puericultura e higiene, crear Institutos de Orientación Profesional y solicitar que se establecieran zonas verdes, campos deportivos y jardines para la infancia.72

      Se insistió en que los afiliados que trabajasen debían afiliarse obligatoriamente al sindicato que les correspondiera, para lograr que las organizaciones ugetistas adoptaran una política juvenil y defender a los sindicatos socialistas frente a los ataques comunistas y anarquistas. Por ello, se decidió que en todos los comités de la FJS se creara una secretaría sindical, pero la memoria del Quinto Congreso reconoció que pocas secciones habían nombrado un responsable para esta secretaría y que al trabajo sindical «no se le ha prestado la atención que mereciera». Aunque una de las indicaciones dadas a las secciones tras este congreso fue que «estando próxima la renovación de cargos en la mayoría de las organizaciones [sindicales] debían procurar que en ellos entraran elementos jóvenes», es prácticamente imposible obtener datos sobre la resolución de éstos procesos electorales.73 Además, el gobierno del primer bienio republicano también limitó la participación de los jóvenes en las organizaciones sindicales: la Ley de Asociaciones de 1932 estableció que solamente podían ingresar en las «asociaciones profesionales obreras» los trabajadores mayores de 16 años, que los menores de 18 años solo tenían voz, pero no voto, en las juntas generales de sus sindicatos, y que para ser miembro de las juntas directivas de las sociedades obreras se debía ser mayor de 21 años.74

      En su Quinto Congreso, la ejecutiva de la FJS explicó que había enviado sus reivindicaciones a los ministros correspondientes, al PSOE y a la UGT y, aunque se congratuló de la aprobación de los matrimonios civiles, dijo también que sólo había recibido respuesta de Fernando de los Ríos (ministro socialista de Educación) y que se había entrevistado con Azaña, que había dicho que tendría en cuenta sus consideraciones sobre el ejército, aunque la República no llegó a modificar el sistema de cuotas ni la duración del servicio militar. Transmitió nuevamente la solicitud del derecho de voto a los 21 años al grupo parlamentario socialista tras las elecciones de 1933 y éste le respondió que ello supondría «una modificación en la propia Constitución, cosa imposible de hacerse en unas Cortes ordinarias».75

      Por último, y por la importancia que adquirirían las relaciones internacionales juveniles durante la guerra civil, hay que indicar que hasta la llegada de la Segunda República los contactos internacionales de las Juventudes Socialistas habían sido escasos. En el IV Congreso, en 1932, se decidió incrementar las relaciones con la Internacional Juvenil Socialista (IJS), procurando enviar delegados al siguiente congreso y proponer la creación de un secretariado para los países de lengua castellana, desempeñado por la FJS. Aunque no pudo asistir al congreso celebrado por la organización internacional en octubre del mismo año –por cuestiones económicas y por coincidir con los congresos del PSOE y la UGT– la propuesta de un secretariado hispano fue aceptada por la IJS y sí asistió la organización

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