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embargo, el hombre que es pobre por fuera, pero rico en virtudes, es en verdad muy rico y, en medio de toda su pobreza, viaja hacia la prosperidad; una abundante dicha y alegría le esperan. Si deseas llegar a ser lo que de verdad es ser próspero, y de manera permanente, primero debes convertirte en una persona virtuosa.

      Por lo tanto, es poco recomendable que enfoques toda tu atención y esfuerzos directamente en la prosperidad y que hagas de ella el objetivo de tu vida, buscándola con una mente llena de ambición. Pretender prosperar de esta forma es derrotarte a ti mismo.

      Mejor, dirige tu mejor atención y tu esfuerzo máximo hacia la búsqueda de tu propia perfección; haz del servicio útil y generoso el objetivo de tu vida y estira tus brazos de fe hacia la suprema e inalterable bondad.

      Si tu verdadero motivo para desear riqueza no es exclusivamente para ti, sino para hacer cosas buenas con ella y bendecir a otros, entonces tu deseo de alcanzarla se cumplirá; y como actuarás de una forma íntegra y desinteresada, preferirás considerarte como el administrador y no como el propietario de tus bienes.

      Pero examina bien tus motivaciones, ya que la mayoría de las veces en que el dinero es deseado con el propósito de ayudar y bendecir a otros, el verdadero motivo oculto es en realidad un anhelo personal de ser popular, de alimentar el ego personal o el deseo de ser considerado como un filántropo o benefactor.

      Si no eres bueno con lo poco que tienes, entre más dinero tengas, te volverás más egoísta y todo el bien que pareciera que haces con tu dinero, si intentaras hacer alguno, será, en el mejor de los casos, para obtener tu propia adulación.

      Si tu verdadero deseo es hacer el bien, no hay necesidad de esperar a tener dinero para hacerlo; hazlo ahora, en este momento, justo donde estás. Si de verdad eres tan generoso como crees ser, lo mostrarás sacrificándote por los demás.

      El corazón que en verdad desea hacer el bien no espera a que le llegue el dinero para hacerlo, sino que viene al altar del sacrificio, deja los elementos indignos de su ego, sale y esparce bendiciones sobre vecinos y extraños, amigos y enemigos, sin hacer distinciones.

      Así como el efecto está relacionado con la causa, así mismo la prosperidad y el poder están relacionados con la bondad interior. Del mismo modo, la pobreza y la debilidad también se relacionan con la maldad interior.

      El dinero no representa la verdadera riqueza, tampoco la posición social, ni el poder; depender de él es como caminar en un piso resbaladizo.

      Tu verdadera riqueza es tu reserva de virtud y tu verdadero poder radica en los usos que le das. Rectifica tu corazón y rectificarás tu vida. La lujuria, el odio, la ira, la vanidad, el orgullo, la ambición, la indulgencia, el egoísmo, la obstinación, todos estos sinónimos de pobreza y debilidad; en cambio el amor, la pureza, la humildad, la compasión, la generosidad y la abnegación son sinónimos de riqueza y poder.

      A medida que los elementos de la pobreza y la debilidad son superados, surge dentro de ti un irresistible poder que lo conquista todo; y aquél que tiene éxito en establecer en sí mismo las más altas virtudes, tiene el mundo a sus pies.

      Pero el rico, así como el pobre, sufre condiciones indeseables; con frecuencia, está incluso más alejado de la felicidad que el pobre. Y aquí vemos cómo la felicidad depende, no de accesorios externos o posesiones materiales, sino de la vida interior.

      Quizás eres un empleador y tienes problemas interminables con tus empleados, y cuando obtienes empleados buenos y fieles, rápidamente se van. Como resultado, estás comenzando a perder o has perdido completamente tu fe en la naturaleza humana.

      Tratas de remediar este problema ofreciendo mejores salarios y permitiendo ciertas libertades; sin embargo, los problemas continúan. Permíteme darte un consejo.

      El secreto de todo tu problema no está en los empleados, sino en ti mismo; y si miras dentro de ti, con un deseo humilde y sincero de descubrir y erradicar tu error, tarde o temprano, hallarás el origen de toda tu infelicidad.

      Puede ser que la raíz de todo lo que te sucede esté relacionada con algún deseo egoísta de tu parte, con desconfianza excesiva o sospechas infundadas, o simplemente con un trato y una actitud poco amables e hirientes que envían veneno sobre aquellos que te rodean. Al mismo tiempo, este proceder también reacciona sobre ti, aún y cuando no lo muestres en tu manera de hablar o actuar.

      Recapacita y trata a tus empleados con amabilidad; considera y respeta la posición y el servicio que te prestan. Es muy probable que tú mismo no lo hicieras con el mismo empeño si estuvieras en su lugar.

      Es rara y hermosa es esa humildad del alma mediante la cual un empleado se olvida por completo de sí mismo por el bien de su superior; pero aún más rara y bella —con belleza divina— es la nobleza de alma con la cual un hombre, olvidando su propia felicidad, busca la felicidad de aquellos bajo su mando y dependen de él para su sustento. La felicidad de dicho hombre se verá multiplicada, por eso no tendrá que quejarse de sus empleados.

      Un conocido director de empresa, con numeroso personal a su cargo y que jamás despide a un empleado, dijo: “Siempre he tenido la mejor relación con mis trabajadores. Si me preguntan cuál es la razón, solo puedo decir que, ante que todo, mi objetivo es tratarlos como a mí me gustaría ser tratado”. He aquí el secreto mediante el cual se logran todas las condiciones deseables y se superan todas las indeseables.

      ¿Te quejas de que estás solo y nadie te ama, y que “no tienes un amigo en el mundo”? Entonces, voy a orar para que, por tu propia felicidad, no culpes a nadie de ello, sino a ti mismo.

      Sé amigable con los demás y pronto te verás rodeado de muchos amigos. Mantén una actitud íntegra y amable, y serás amado por todos.

      Aunque te encuentres en condiciones desfavorables que representen una carga en tu vida, lograrás dejarlas atrás desarrollando en ti y utilizando el poder transformador de la autopurificación y la conquista de ti mismo.

      Sea la pobreza que lastima (y recuerda que la pobreza de la que he hablado es la pobreza fuente de miseria y no la pobreza voluntaria, que es la gloria de las almas emancipadas), las riquezas que pesan, los infortunios, penas y molestias que te están llevando a un oscuro y triste pozo, tú puedes superar todas estas adversidades venciendo los elementos egoístas interiores que les dan vida.

      No importa que, debido a esta ley infalible, haya pensamientos y actos pasados que tengas que resolver y redimir porque, de acuerdo con esta misma ley, en cada momento de nuestra vida estamos poniendo en movimiento nuevos pensamientos y actos, y tenemos el poder de hacer que estos sean buenos o malos.

      Esto no significa que si una persona (cosechando lo que ha sembrado) pierde todo su dinero o su posición, deba también perder su fortaleza o su integridad, ya que es precisamente en estas cualidades que deberá hallar y basar su riqueza, poder y felicidad. Aquél que se aferra a su ego termina por convertirse en su peor enemigo y siempre estará rodeado de enemigos.

      El que renuncia a su ego se convierte en su propio salvador y siempre estará rodeado de amigos como si estuviera protegido por un cinturón de seguridad. Ante el divino resplandor de un corazón puro toda la oscuridad desaparece y todas las nubes se disuelven. Quien ha vencido al ego también conquista el universo.

      Sal, pues, de tu pobreza; sal de tu dolor; escapa de tus problemas, de tus suspiros y tus quejas, de tus penas y tu soledad, y resurge de ti mismo.

      Desecha la vieja ropa andrajosa de tu egoísmo superficial y viste el nuevo atuendo del amor universal. Cuando lo hagas, te darás cuenta del paraíso que existe en tu interior y este paraíso se reflejará en tu vida exterior.

      El que pisa firmemente la senda de la autoconquista y camina apoyándose en el bastón de la fe, por el sendero del autosacrificio, logrará con seguridad la más alta prosperidad y riqueza financiera, y cosechará alegría y dicha abundante y duradera.

      "li"'

      A aquellos que buscan el bien máximo

      todo les servirá para obtener sus mejores ideales.

      Nada consideran como malo,

      solo

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