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como el niño en la escuela debe dominar una lección antes de pasar a la siguiente, así tú también deberás aprender a utilizar lo que ya tienes antes de obtener aquello que tanto deseas.

      La parábola de los talentos es una hermosa historia que ilustra esta verdad, ya que claramente muestra que, si hacemos mal uso de lo que tenemos, lo descuidamos o lo degradamos —por muy pequeño o insignificante que sea—, aún eso tan poco nos será quitado, ya que ese tipo de conducta lo que muestra es que no nos lo merecemos.

      Quizá vives en una pequeña y pobre vivienda, careciendo de hasta los servicios más básicos, rodeado de influencias malsanas y viciosas, y deseas un lugar de residencia más grande y limpio. Si es así, entonces, primero, debes ajustarte al que tienes haciendo que, hasta donde te sea posible, esa pequeña casa sea un pequeño paraíso. Mantenla impecable y limpia. Haz que se vea tan linda y dulce como tus limitados medios lo permitan. Cocina tus sencillos alimentos con gran cuidado y arregla tu humilde mesa de la manera más agradable posible.

      Si no puedes permitirte el lujo de una alfombra, haz que tus habitaciones estén alfombradas con sonrisas y bienvenidas, aseguradas con puntillas de palabras amables clavadas con el martillo de la paciencia. Tal alfombra nunca se desteñirá con el sol, ni se gastará con el uso.

      Al ennoblecer tus alrededores presentes, te elevarás por encima de ellos, como también por encima de la necesidad que los rodea y, cuando llegue el momento adecuado, te mudarás a una mejor casa en un mejor vecindario, los cuales te han estado esperando todo el tiempo; lo que ocurría era que, para poder llegar a ellos, primero tenías que prepararte mentalmente.

      Tal vez deseas más tiempo libre para descansar o inclusive para pensar y planear tus asuntos, y sientes que tus horas de trabajo son demasiado largas y duras. Si estás enfrentando este problema, procura aprovechar al máximo el poco tiempo libre que tengas.

      Es inútil desear más tiempo, si estás desperdiciando con estos pensamientos el poco que tienes libre. Lo único que lograrás con esa actitud es volverte más perezoso e indiferente.

      Además, la pobreza y la falta de tiempo para el ocio no son los males que imaginas que son y, si están obstaculizando tu progreso, es porque has estado alimentando esos dos hábitos con tus propias debilidades; en otras palabras, lo que esto significa es que el mal que ves en ellos está realmente en ti. Esfuérzate y procura darte cuenta de que, en tanto tú formas y moldeas tu mente, eres el hacedor de tu destino y a través del poder transformador de la autodisciplina comprenderás cada vez más y mejor que estos llamados males pueden ser convertidos en bendiciones.

      Entonces, utilizarás tu pobreza para cultivar la paciencia, la esperanza y el valor; y usarás tu falta de tiempo para desarrollar acciones y decisiones prontas. Este aprendizaje te servirá para aprovechar y disfrutar todos los momentos gratos que se presenten en tu vida.

      Así como crecen las más bellas flores en el suelo más humilde, así en el oscuro suelo de la pobreza también han germinado y florecido las más selectas flores de la humanidad.

      Donde hay dificultades que enfrentar, y condiciones poco satisfactorias para superar, ahí la virtud florece y manifiesta su gloria.

      Tal vez sea que estás empleado por un jefe injusto y sientes que eres tratado duramente. Mira esta circunstancia como algo necesario para tu desarrollo. Responde a la rudeza de tu empleador con gentileza y perdón.

      Practica sin cesar la paciencia y el autocontrol. Pon la desventaja de tu lado, usándola para ganar fuerza mental y espiritual. Y por tu ejemplo silencioso —en influencia— estarás siendo en realidad el maestro de tu empleador, estarás ayudándole a crecer para que se avergüence de su conducta y al mismo tiempo te estarás capacitando para entrar en escenarios nuevos y más agradables cuando sea que se presenten ante ti.

      No te quejes de que eres un esclavo; por el contrario, levántate y adopta una conducta noble, por encima del plano de la esclavitud. Antes de quejarte de que eres el esclavo de alguien, asegúrate de que no eres esclavo de ti mismo.

      Mira en tu interior detenidamente y no tengas piedad de ti, Posiblemente, encontrarás allí pensamientos de esclavo, deseos de esclavo y —tanto en tu vida diaria como en tu conducta— hábitos de esclavo.

      Conquístalos, deja de ser un esclavo de ti mismo y nadie podrá convertirse en tu amo. Conforme te superes, dejarás atrás todas las condiciones adversas y resolverás todas las dificultades que se te presenten.

      No te quejes de que eres oprimido por los ricos. ¿Estás seguro de que si obtuvieras riquezas no serías también un opresor?

      Recuerda que hay una ley eterna que es absolutamente justa y que aquél que hoy oprime será oprimido mañana; de esta verdad nadie se escapa.

      Siempre ten presente que existen la justicia eterna y la eterna bondad. Esfuérzate para trascender de lo personal y transitorio hacia lo impersonal y permanente.

      Sacúdete el espejismo de que estás siendo lastimado u oprimido por alguien más y trata de darte cuenta, mediante una comprensión más profunda de tu vida interior y de las leyes que gobiernan la vida, que solamente te lastima lo que está dentro de ti. No hay práctica más degradante, humillante y destructora del alma que la autocompasión.

      ¡Arrójala lejos de ti! Mientras semejante parásito esté alimentándose de tu corazón, jamás lograrás crecer hacia una vida más plena.

      Deja de condenar a otros y comienza a reprobar tu propia conducta. No promuevas en ti ningún acto, deseo o pensamiento que no sea de inmaculada pureza o que no resista la luz del bien sin pecado, pues actuando de esa forma estarás construyendo tu casa sobre la roca de lo eterno y todo lo que requieras para tu felicidad y bienestar te llegará a su debido tiempo.

      La pobreza o cualquier situación indeseable son un reflejo de las condiciones egoístas y negativas que hay en tu interior. Así que, para poder superar la pobreza o cualquier tipo de situaciones no gratas, necesitas eliminar de dentro de tu ser todo lo que sea egoísta y negativo.

      El camino a la verdadera riqueza consiste en enriquecer el alma adquiriendo virtud. Fuera de la verdadera virtud del corazón no hay prosperidad ni poder, sino solo apariencias. Estoy consciente de que hay quienes hacen dinero, pero no han adquirido ningún tipo de virtud, ni tampoco tienen deseos de hacerlo; por esa razón, el dinero que han conseguido no representa riqueza verdadera y su posesión es simplemente transitoria y febril.

      He aquí el testimonio de David: “Tenía envidia del tonto cuando vi la prosperidad de los malvados... Nos miraban por encima del hombro; tienen más que lo que cualquier persona podría desear. En realidad, había intentado en vano purificar mi corazón y lavar mis manos en la inocencia... Cuando creí saber esto fue muy doloroso para mí, hasta que fui al santuario de Dios, entonces entendí su finalidad”.

      La prosperidad de los malvados era una gran prueba para David hasta que fue al santuario de Dios y entonces, a partir de ese momento, supo, cuál sería su finalidad.

      Del mismo modo, tú también puedes ir a ese mismo santuario. Está dentro de ti. Es ese estado de consciencia en el cual permanecerás cuando logres superar todo lo que es mezquino, personal y pasajero; y cuando entiendas y pongas en práctica los principios universales y eternos.

      Ese es el estado de consciencia de Dios; es el santuario de lo más alto. Cuando, por medio de una larga lucha y autodisciplina, tengas éxito en cruzar el umbral de ese templo sagrado, percibirás con una visión clara, la finalidad y el fruto de todo el pensamiento y esfuerzo humano, tanto bueno como malo.

      Entonces, tu fe se fortalecerá aún más y comprenderás por qué aquella persona que ha acumulado solo riqueza externa de una manera deshonesta regresará otra vez a la pobreza y a la degradación.

      El hombre rico que carece de virtud, en realidad es pobre; y tan seguro como que las aguas del río van a dar al océano, él se dirigirá —en medio de sus riquezas— otra vez hacia la pobreza y la mala fortuna; y aunque muera rico cosechará los amargos frutos de toda su inmoralidad.

      Y, sin importar el número de veces que este hombre se enriquezca, siempre deberá regresar

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