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humildad y paciencia las lecciones puestas en tu vida que te ayudarán en tu crecimiento, desarrollo y perfección. El mal, cuando es bien comprendido, resulta ser, no un poder ilimitado, ni un principio del universo, sino una fase pasajera de la experiencia humana y, por lo tanto, se convierte en un maestro para aquellos que están dispuestos a aprender.

      El mal no es algo abstracto que se encuentra fuera de ti, sino que yace en tu propio corazón y que, al irlo examinando con paciencia y trabajando hasta ir rectificándolo poco a poco, te conducirá a descubrir su origen y su naturaleza, permitiéndote así alcanzar su completa erradicación.

      Todo mal es susceptible de corrección y sirve como remedio; por lo tanto, no es permanente. Yace en medio de la ignorancia de la verdadera naturaleza y relación de las cosas; y en tanto permanezcamos en ese estado de ignorancia, permaneceremos sujetos al mal.

      No existe mal en el universo que no sea resultado de la ignorancia, ni que no nos conduzca —si estamos listos y dispuestos a aprender su lección— a una mayor sabiduría, para después desvanecerse. Pero las personas permanecen sujetas a él y este no se desvanece porque ellas no están dispuestas o preparadas para aprender la lección que este vino a enseñarles.

      Conocí un niño que, cada noche, cuando su madre se disponía a acostarlo, lloraba pidiéndole que lo dejara jugar con una vela; una noche, mientras la madre se descuidó por un momento, el niño tomó una vela y el nefasto resultado no se hizo esperar: el niño se quemó y, de ahí en adelante, jamás volvió a jugar con velas.

      Fue solo así como, mediante este acontecimiento, él experimentó y aprendió a la perfección una lección de obediencia; y además, adquirió el conocimiento de que el fuego quema. Este incidente es una ilustración completa de la naturaleza, el significado y el resultado de todo pecado y del mal.

      Así como el niño sufrió por ignorar la naturaleza real del fuego, los adultos sufrimos por ignorar la naturaleza real de las cosas por las que tanto luchamos y anhelamos obtener. Y esas mismas cosas son las que nos dañan cuando ya las hemos obtenido. La única diferencia en este último caso es que la ignorancia y la maldad están más profundamente arraigadas y ocultas.

      El mal siempre ha sido simbolizado por la oscuridad y el bien por la luz, y dentro de estos símbolos está contenida la interpretación perfecta, es decir, la realidad; y así como la luz inunda el universo y la oscuridad es una simple mancha o sombra proyectada por un pequeño cuerpo que intercepta unos cuantos rayos de la luz infinita, así también la luz del bien supremo es el poder positivo y dador de vida que inunda el universo y el mal es la sombra insignificante proyectada por nosotros mismos que intercepta y tapa los rayos iluminadores que luchan por entrar.

      Cuando la noche envuelve al mundo con su impenetrable manto negro, sin importar qué tan densa sea la oscuridad, esta cubre solo el pequeño espacio de la mitad de nuestro diminuto planeta, mientras el universo entero está brillando con luz vital y cada alma sabe que despertará con la luz de un nuevo mañana.

      Debes entender entonces, que cuando la noche oscura de la pena, el dolor o la desventura desciende sobre tu alma y te hace dar traspiés con pasos débiles e inseguros es porque, simplemente, estás bloqueando con tus deseos personales la ilimitada luz de dicha y plenitud, y esa sombra oscura que te cubre no la proyecta nadie más que tú mismo.

      Y así como la oscuridad exterior no es más que una sombra negativa, una falta de realidad que surge de la nada, que no va a ninguna parte, ni tiene hogar permanente, así la oscuridad interna es también una sombra negativa que pasa temporalmente por el alma luminosa en evolución.

      “Pero”, me imagino escuchar, “¿qué necesidad tengo de pasar por la oscuridad del mal?” Porque, por ignorancia, elegiste hacerlo y porque, al hacerlo, podrás entender el bien y el mal y apreciarás mejor la luz habiendo pasado por la oscuridad.

      Dado que el mal es el resultado directo de la ignorancia, cuando las lecciones del mal son aprendidas por completo, la ignorancia se va y la sabiduría toma su lugar. Pero así como un niño desobediente se rehúsa a aprender sus lecciones en la escuela, también es posible que nosotros nos rehusemos a aprender las lecciones de la experiencia, prefiriendo permanecer en continua oscuridad, sufriendo siempre castigos repetidos bajo la apariencia de enfermedad, decepción y sufrimiento.

      Por lo tanto, aquél que quiera sacudirse el mal que tiene en sí mismo debe estar dispuesto y listo a aprender; necesita prepararse para soportar el proceso disciplinario sin el cual no es posible alcanzar ni un grano de sabiduría, paz o felicidad duraderas.

      Un hombre puede encerrarse en un cuarto oscuro y negar que exista la luz, pero esta existe en todas partes allá fuera, mientras que la oscuridad existe solo en su pequeña habitación.

      Así mismo, tú también puedes tapar la luz de la verdad o comenzar a demoler las paredes de tus prejuicios, de tu conducta egoísta y de tus errores —los cuales se definen como la acción consciente de actuar mal—, de todo lo errado que has construido a tu alrededor y permitir que entre la luz gloriosa y omnipresente.

      Necesitas darte cuenta, mediante un serio examen de conciencia, y no adoptando una simple teoría, que el mal es una etapa pasajera, una sombra creada por uno mismo; aprende que todos tus dolores, todas tus penas y desventuras han llegado a ti por un proceso de ley directa y absolutamente perfecta; porque los mereces y los necesitas, y que, primero soportándolos y luego entendiéndolos, llegarás a ser más fuerte, más sabio y más noble.

      Cuando realmente hayas comprendido esta verdad, estarás en posición de moldear tus propias circunstancias, transformar el mal en bien y tejer con mano diestra el tejido de tu destino.

      "li"'

      De la noche, ¡Oh vigía! ¿Has visto aún

      la destellante aurora sobre las cimas de las montañas,

      el heraldo dorado de la luz de luces,

      que han pisado sus bellos pies los montes?

      ¿No ha venido a ahuyentar la oscuridad,

      y con ella a todos los demonios de la noche?

      ¿Han herido sus dardos luminosos tus ojos?

      ¿Has escuchado su voz, el sonido de la perdición del error?

      La mañana llega, amante de la luz;

      aún ahora, cubre con oro el borde de las montañas,

      borrosamente veo la ruta; aún ahora

      sus brillantes pies apuntan a la noche.

      La oscuridad pasará y todas las cosas

      que aman la oscuridad y que odian la luz

      desaparecerán para siempre con la noche:

      ¡Alégrense! Porque así canta el veloz heraldo.

       Capítulo 2

      El mundo es un reflejo

      de los estados mentales

      Tu mundo será lo que tú seas. Todo lo que existe en el universo es resuelto en tu propia experiencia interna. Importa poco lo que hay afuera, ya que todo es un reflejo de tu propio estado de consciencia.

      Lo más importante es lo que eres internamente, pues todo lo que reflejes en lo externo será reflejado y coloreado de acuerdo a tu interior.

      Con seguridad, todos tus conocimientos y habilidades van de acuerdo a tu propia experiencia; todo lo que sabrás deberá pasar primero por las puertas de la experiencia para así volverse parte de ti mismo.

      Tus pensamientos, deseos y aspiraciones forman tu propio mundo; y para ti, todo lo que te rodea, bien sea en cuestiones de belleza, alegría y tranquilidad o de fealdad, angustia y dolor, yace dentro de ti.

      Por medio de tus propios pensamientos haces o deshaces tu vida, tu mundo y tu universo. A medida que construyes internamente con el poder del pensamiento, así tu vida externa y tus circunstancias tomarán forma de acuerdo con eso. Lo que sea que guardes en los rincones más recónditos de tu corazón, por la inevitable Ley de Reacción, tomará forma en tu vida externa.

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