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GPU de la 8.a región han dado los resultados siguientes: Penúltima operación de purga, 700 personas detenidas y llevadas ante los tribunales, entre las cuales estaban: ladrones de paquetes, 325; gamberros (delincuentes de poca monta) y elementos criminales, 221; bandidos, 27; elementos contrarrevolucionarios, 127. Han sido pasados por las armas 73 ladrones de paquetes que formaban parte de bandas organizadas. En el curso de la última operación de purga (…) fueron arrestadas 200 personas aproximadamente. Principalmente son elementos kulaks. Además 300 personas dudosas han sido despedidas por vía administrativa. Así, en el curso de los últimos cuatro meses, hay 1.270 que, de una manera o de otra, han sido expulsadas de la zona. La limpieza continúa19.

      En la primavera de 1934, el Gobierno tomó una serie de medidas represivas en relación con numerosos vagabundos jóvenes y pequeños delincuentes que se habían multiplicado en las ciudades a causa de la deskulakización, el hambre y la brutalización general de las relaciones sociales. El 7 de abril de 1935, el Politburó promulgó un decreto que preveía «someter a la justicia, para aplicarles todas las sanciones penales previstas por la ley, a los adolescentes, a contar desde la edad de doce años, convictos de robos con allanamiento, actos de violencia, daños corporales, actos de mutilación y homicidios». Algunos días más tarde, el Gobierno envió una instrucción secreta a los juzgados precisando que las sanciones penales relativas a los adolescentes «incluyen también la medida suprema de defensa social», es decir, la pena de muerte. En consecuencia, las antiguas disposiciones del Código Penal que prohibían aplicar la pena de muerte a los menores de edad fueron derogadas20. En paralelo, el NKVD se encargó de organizar las «casas de acogida y de destino de los menores» que dependían hasta entonces del comisariado del pueblo para la Instrucción, y de desarrollar una red de «colonias de trabajo» para menores.

      No obstante, frente a la amplitud creciente de la delincuencia juvenil y del vagabundeo, estas medidas no tuvieron ningún efecto. Como señalaba un informe sobre «la liquidación del vagabundeo de menores durante el período del 1 de julio de 1935 al 1 de octubre de 1937»:

      A pesar de la reorganización de los servicios, la situación no ha mejorado en absoluto. (…) A partir de febrero de 1937 se ha notado una gran afluencia de vagabundos procedentes de las zonas rurales, principalmente de las regiones afectadas por la mala cosecha de 1936. (…) Las marchas masivas de niños de los campos a causa de las dificultades materiales temporales que afectan a su familia se explican no solamente por la mala organización de las cajas de ayuda mutua de los koljozes, sino también por las prácticas criminales de los dirigentes de numerosos koljozes que, deseosos de desembarazarse de los jóvenes mendigos y vagabundos, proporcionan a estos últimos «certificados de vagabundeo y mendicidad» y los expiden hacia las estaciones y las ciudades más próximas. (…) Además, la administración ferroviaria y la milicia de ferrocarriles, en lugar de detener a los menores vagabundos y dirigirlos hacia los centros de acogida y reparto del NKVD, se limitan a situarlos a la fuerza en los trenes de pasajeros «para limpiar su sector» (…) y los vagabundos se encuentran en las grandes ciudades21.

      Algunas cifras dan idea de la amplitud del fenómeno. Solamente durante el curso del año 1936, más de 125.000 menores vagabundos pasaron por las «casas de acogida» del NKVD. De 1935 a 1939, más de 155.000 menores fueron encerrados en colonias de trabajo del NKVD, y 92.000 niños de doce a dieciséis años comparecieron ante la justicia tan solo durante los años 1937-1939. El 1 de abril de 1939, más de 10.000 menores estaban encarcelados en el sistema de campos de concentración del Gulag22.

      Durante la primera mitad de los años treinta, la amplitud de la represión llevada a cabo por el Partido-Estado contra la sociedad conoció variaciones de intensidad, ciclos que alternaban momentos de violenta confrontación, con su cortejo de medidas terroristas y de purgas masivas, y momentos de pausa que permitían recuperar cierto equilibrio, e incluso frenar el caos que corría el riesgo de engendrar un enfrentamiento permanente, creador de patinazos incontrolados.

      La primavera de 1933 marcó sin duda el apogeo de un primer gran ciclo de terror que había comenzado a finales de 1929 con el desencadenamiento de la deskulakización. Las autoridades se vieron entonces enfrentadas con problemas realmente inéditos. Y de entrada, ¿cómo se podía asegurar, en las regiones devastadas por el hambre, las labores de los campos relacionadas con la cosecha futura? «Si no tomamos en consideración las necesidades mínimas de los koljozianos», había previsto en el otoño de 1932 un importante responsable regional del partido, «no habrá nadie que pueda sembrar y asegurar la producción.»

      Además, ¿qué se podía hacer con centenares de miles de presos preventivos que congestionaban las prisiones y a los que el sistema de los campos de concentración ni siquiera podía explotar? «¿Qué efecto pueden tener sobre la población nuestras leyes hiperrepresivas», se interrogaba otro responsable local del partido en marzo de 1933, «cuando se sabe que a petición de la sala centenares de koljozianos condenados durante el último mes a dos años y más de prisión por sabotaje de la siembra ya han sido liberados?».

      Las respuestas formuladas por las autoridades a estas dos situaciones límite, en el curso del verano de 1933, revelaban dos orientaciones diferentes cuya mezcla, alternancia y frágil equilibrio iban a caracterizar el período que va del verano de 1933 al otoño de 1936, antes del desencadenamiento del gran terror.

      A la primera cuestión —¿cómo asegurar en las regiones devastadas por el hambre los trabajos de los campos con vistas a la futura cosecha?— las autoridades respondieron de la manera más expeditiva organizando inmensas redadas de la población urbana, enviada a los campos manu militari.

      «La movilización de las fuerzas urbanas», escribía el 20 de julio de 1933 el cónsul italiano de Járkov, «ha adquirido proporciones enormes. (…) Esta semana, por lo menos 20.000 personas han sido enviadas cada día al campo. (…) Anteayer se realizó una incursión en el bazar, se apoderaron de todas las gentes que podían trabajar, hombres, mujeres, adolescentes de ambos sexos, y se los llevaron a la estación vigilados por la GPU, y los expidieron a los campos23».

      La llegada masiva de estos habitantes de las ciudades a los campos hambrientos no dejó de crear tensiones. Los campesinos incendiaban los barracones en los que se había confinado a los «movilizados» que habían sido debidamente puestos en guardia por las autoridades para que no se aventuraran por las aldeas «pobladas de caníbales». No obstante, gracias a condiciones meteorológicas excepcionalmente favorables, a la movilización de toda la mano de obra urbana disponible, al instinto de supervivencia de los sobrevivientes, que, confinados en sus aldeas, no tenían otra alternativa que trabajar esta tierra que ya no les pertenecía o morir, las regiones afectadas por el hambre durante 1932-1933 proporcionaron una cosecha muy digna en el otoño de 1933.

      A la segunda cuestión —¿qué hacer con el flujo de detenidos que congestiona las prisiones?— las autoridades respondieron de manera pragmática liberando a varios centenares de miles de personas. Una circular confidencial del Comité Central de 8 de mayo de 1933 reconoció la necesidad de «reglamentar los arrestos (…) efectuados por cualquiera», de «descongestionar los lugares de detención» y de «reducir, en un plazo de dos meses, el número total de los detenidos, excepción hecha de los campos de concentración, de 800.000 a 400.000»24. La operación de «descongestión» duró cerca de un año y alrededor de 320.000 personas detenidas fueron liberadas.

      El año 1934 estuvo marcado por cierta tregua en la política represiva. De ello da testimonio la fuerte disminución del número de condenas en los asuntos seguidos por la GPU, que descendieron a 79.000, frente a los 240.000 de 193325. La policía política fue reorganizada. Conforme al decreto del 10 de julio de 1934, la GPU se convirtió en un departamento del nuevo comisariado del pueblo para el Interior unificado a escala de la URSS. Parecía así fundirse con los otros departamentos menos famosos tales como la milicia obrera y campesina, la guardia fronteriza, etc. Al llevar además las mismas siglas que el comisariado del pueblo para el Interior —Narodnyi Komissariat Vnutrennyj Diel o NKVD—, la «nueva» policía política perdía una parte de sus atribuciones judiciales. Al término de la instrucción, los autos debían ser «transmitidos a los órganos judiciales competentes», y ya no tenía la posibilidad de ordenar

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