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de los koljozes, sospechosos de «minimizar la producción». Muy pronto se extendieron estas medidas a otras regiones productoras de cereales.

      ¿Podían estas medidas represivas lograr que el Estado ganara la guerra contra los campesinos? No, subrayaba, en un informe particularmente perspicaz, el cónsul italiano de Novorossisk:

      El aparato soviético, excesivamente armado y poderoso, se encuentra de hecho en la imposibilidad de conseguir la victoria en una o en varias batallas. El enemigo no se presenta en masa, está disperso y uno se agota en una serie infinita de minúsculas operaciones: aquí no se ha escardado un campo, allí se han ocultado algunos quintales de trigo; sin contar un tractor que no funciona, otro segundo voluntariamente averiado, un tercero de paseo en lugar de trabajando… Y constatar de inmediato que ha sido desvalijado un almacén, que los directores de los koljozes, por miedo o por malevolencia, no declaran la verdad en sus informes… Y así continuamente, hasta el infinito, ¡y siempre igual en este inmenso territorio! (…) El enemigo, hay que ir a buscarlo casa por casa, población por población. ¡Es como llevar agua en una cubeta agujereada!11.

      Para vencer «al enemigo» no quedaba más que una única solución: matarlo de hambre.

      Los primeros informes sobre los riesgos de una «situación alimenticia crítica» para el invierno de 1932-1933 llegaron a Moscú a partir del verano de 1932. En agosto, Molotov informó al Politburó que existía «una amenaza real de hambre incluso en distritos en los que la cosecha había sido excelente». No obstante, propuso llevar a cabo, costara lo que costara, el plan de cosecha. Ese mismo mes de agosto, Issayev, el presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo de Kazajstán, informó a Stalin de la amplitud del hambre en esa república, donde la colectivización-sedentarización había desorganizado completamente la economía nómada tradicional. Incluso estalinistas endurecidos como Stalisnas Kossior, primer secretario del Partido Comunista de Ucrania, o Mijaíl Jatayevich, primer secretario del partido de la región de Dniepropetrovsk, solicitaron a Stalin y a Molotov que redujeran el plan de cosecha. «Para que en el porvenir la producción pueda aumentar conforme a las necesidades del Estado proletario —escribía Jatayevich a Molotov en noviembre de 1932— debemos tomar en consideración las necesidades mínimas de los koljozianos, de lo contrario no habrá nadie para sembrar y asegurar la producción.»

      Su posición», respondió Molotov, «es profundamente incorrecta, no bolchevique. Nosotros, los bolcheviques, no podemos colocar las necesidades del Estado —necesidades definidas precisamente por resoluciones del partido— en décimo lugar, ni siquiera en segundo12.

      Algunos días más tarde el Politburó enviaba a las autoridades locales una circular en la que se ordenaba que los koljozes que no habían cumplido todavía con su plan fueran inmediatamente privados de «todo el grano que tenían, incluido el que se denominaba reserva para simiente».

      Millones de campesinos de las regiones más ricas de la Unión Soviética se vieron entregados de esta manera al hambre y no tuvieron otro recurso que marchar hacia las ciudades tras haber sido obligados a entregar bajo amenaza, incluso de tortura, todas sus escasas reservas, sin tener ni los medios ni la posibilidad de comprar nada. Ahora bien, el Gobierno acababa de instaurar el 27 de diciembre de 1932 el pasaporte interior y el registro obligatorio para los habitantes de las ciudades con la finalidad de limitar el éxodo rural, de «liquidar el parasitismo social» y de «combatir la infiltración de los elementos kulaks en las ciudades». Frente a esta huida de los campesinos para sobrevivir, dictó, por lo tanto, el 22 de enero de 1933 una circular que condenaba a una muerte programada a millones de personas hambrientas. Firmada por Stalin y Molotov, ordenaba a las autoridades locales y en particular a la GPU prohibir «por todos los medios las marchas masivas de campesinos de Ucrania y del Cáucaso del Norte hacia las ciudades. Después del arresto de los elementos contrarrevolucionarios, los demás fugitivos serán reconducidos a su lugar de residencia». La circular explicaba la situación de la siguiente manera: «El Comité Central y el Gobierno tienen pruebas de que este éxodo masivo de los campesinos está organizado por los enemigos del poder soviético, los contrarrevolucionarios y los agentes polacos con una finalidad de propaganda contra el sistema koljoziano en particular y el poder soviético en general»13.

      En todas las regiones afectadas por el hambre, la venta de billetes de tren fue inmediatamente suspendida. Se pusieron en funcionamiento cordones policiales controlados por unidades especiales de la GPU para impedir que los campesinos abandonaran su distrito. A inicios del mes de marzo de 1933, un informe de la policía política precisaba que en el espacio de un mes 219.940 personas habían sido interceptadas en el marco de las operaciones destinadas a limitar el éxodo de campesinos hambrientos hacia las ciudades; y que 186.588 habían sido «reconducidos a su región de origen», siendo los demás arrestados y juzgados. Pero el informe se mantenía mudo en relación con el estado de las personas expulsadas de las ciudades.

      Sobre este aspecto, contamos con el testimonio del cónsul italiano de Járkov, en el corazón de una de las regiones más afectadas por el hambre:

      Desde hace una semana se ha organizado un servicio de acogida de los niños abandonados. Efectivamente, cada vez hay más campesinos que fluyen hacia la ciudad porque no tienen ninguna esperanza de sobrevivir en el campo, hay niños a los que han traído aquí y que inmediatamente son abandonados por los padres, los cuales regresan a su población para morir en ella. Estos últimos esperan que en la ciudad alguien cuidará de sus hijos. (…) Desde hace una semana se ha movilizado a los dvorniki (porteros) con bata blanca que patrullan la ciudad y que llevan a los niños hasta la comisaría de policía más cercana. (…) Hacia medianoche, se comienza a transportarlos en camiones hasta la estación de mercancías de Severodonetsk. Aquí se reúne también a los niños que se han encontrado en las estaciones, los trenes, a las familias de los campesinos, a las personas aisladas de mayor edad, atrapadas en la ciudad durante su viaje. Hay personal médico (…) que realiza la «selección». Aquellos que no se han hinchado y ofrecen una posibilidad de sobrevivir son dirigidos hacia los barracones de Golodnaya Gora, donde en hangares, sobre paja, agoniza una población de cerca de 8.000 almas, compuesta fundamentalmente por niños. (…) Las personas hinchadas son transportadas en tren de mercancías hasta el campo y abandonadas a cincuenta o sesenta kilómetros de la ciudad de manera que mueran sin que se les vea. (…) A la llegada a los lugares de descarga, se excavan grandes fosas y se retira a todos los muertos de los vagones14.

      En los campos, la mortalidad alcanzó cifras máximas en la primavera de 1933. Al hambre se unió el tifus. En poblaciones de varios miles de habitantes los supervivientes no se contaron más que por decenas. En los informes de la GPU se señalaron algunos casos de canibalismo, al igual que en los de los diplomáticos italianos de servicio en Járkov:

      Se traen a Járkov cada noche cerca de 250 cadáveres de personas muertas de hambre o de tifus. Se nota que un número muy elevado de entre ellos no tiene ya hígado: este parece haber sido retirado a través de un corte ancho. La policía acaba por atrapar a algunos de los misteriosos «amputadores» que confiesan que con esta carne confeccionaban un sucedáneo de pirozhki (empanadillas) que vendían inmediatamente en el mercado15.

      En abril de 1933, el escritor Mijaíl Shólojov, de paso por una población de Kubán, escribió dos cartas a Stalin exponiendo en detalle la manera en que las autoridades locales se habían apoderado, bajo tortura, de todas las reservas de los koljozianos, reducidos al hambre. Pedía al primer secretario que enviara una ayuda alimenticia. En su respuesta al escritor, Stalin desvelaba sin ambages su posición: los campesinos habían sido justamente castigados por haber «hecho huelga, realizado sabotaje», por haber «llevado a cabo una guerra de desgaste contra el poder soviético, una guerra a muerte» 16. Mientras que durante aquel año de 1933 millones de campesinos morían de hambre, el Gobierno soviético continuaba exportando al extranjero 18 millones de quintales de trigo por «necesidades de la industrialización».

      Los archivos demográficos y los censos de 1937 y de 1939, mantenidos en secreto durante décadas, permiten evaluar la amplitud de la hambruna de 1933. Geográficamente, la «zona del hambre» cubría el conjunto de Ucrania, una parte de la zona de las tierras negras, las ricas llanuras del Don, del Kubán y del Cáucaso del Norte, una gran parte del

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