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represión contra la Iglesia.

      El 28 de febrero de 1921, Dzerzhinski había ordenado a todas las chekas provinciales «1. Detener inmediatamente a toda la intelligentsia anarquizante, menchevique, socialista-revolucionaria, en particular a los funcionarios que trabajan en los comisariados del pueblo para la agricultura y los suministros; 2. Después de ese inicio, detener a todos los mencheviques, socialistas-revolucionarios y anarquistas que trabajan en las fábricas y que son susceptibles de convocar a huelgas o a manifestaciones»16.

      Lejos de señalar un relajamiento en la política represiva, la introducción de la NEP, a partir de marzo de 1921, vino acompañada por un recrudecimiento de la represión contra los militantes socialistas moderados. Esta represión no fue dictada por el peligro de ver cómo se oponían a la nueva política económica, sino por el hecho de que la habían reclamado desde hacía mucho tiempo, mostrando así su perspicacia y la justicia de su análisis. «El único lugar de los mencheviques y de los eseristas, ya lo sean declarada o encubiertamente», escribía Lenin en abril de 1921, «es la prisión».

      Algunos meses más tarde, juzgando que los socialistas eran todavía demasiado «revoltosos», escribió: «¡Si los mencheviques y los eseristas siguen enseñando todavía la punta de la nariz, fusilarlos sin piedad!». Entre marzo y junio de 1921, todavía fueron detenidos más de dos mil militantes y simpatizantes socialistas moderados. Todos los miembros del Comité Central del partido menchevique se encontraban en prisión. Amenazados con la deportación a Siberia, iniciaron, en enero de 1922, una huelga de hambre. Doce dirigentes, entre ellos Dan y Nikolayevski, fueron entonces expulsados al extranjero y llegaron a Berlín en febrero de 1922.

      Una de las prioridades del régimen, en la primavera de 1921, era volver a poner en marcha la producción industrial que había caído a una décima parte de lo que había sido en 1913. Lejos de relajar la presión que se ejercía sobre los obreros, los bolcheviques mantuvieron, e incluso reforzaron, la militarización del trabajo puesta en vigor en el curso de los años anteriores. La política llevada a cabo en 1921, después de la adopción de la NEP, en la gran región industrial y minera del Donbass, que producía más del 80 por 100 del carbón y del acero del país, resulta, a este respecto, reveladora de los métodos dictatoriales empleados por los bolcheviques para «volver a poner a los obreros a trabajar». A finales de 1920, Piatakov, uno de los principales dirigentes y personaje cercano a Trotski, había sido nombrado para desempeñar la dirección central de la industria del carbón. En un año llegó a quintuplicar la producción de carbón, al precio de una política de explotación y represión de la clase obrera sin precedentes, que descansaba en la militarización del trabajo de los ciento veinte mil mineros que dependían de sus servicios. Piatakov impuso una disciplina rigurosa: cualquier ausencia era considerada un «acto de sabotaje» y sancionada con una pena de campo de concentración, incluso con la pena de muerte: dieciocho mineros fueron ejecutados en 1921 por «parasitismo grave». Procedió a un aumento de los horarios de trabajo (y fundamentalmente el trabajo en domingo) y generalizó el «chantaje de la cartilla de racionamiento» para obtener de los obreros un aumento de la productividad. Todas estas medidas fueron adoptadas en un momento en que los obreros recibían, como pago total, entre la tercera parte y la mitad del pan necesario para su supervivencia, y en que debían, al final de su jornada de trabajo, prestar su único par de zapatos a los compañeros que los relevaban. Como reconocía la dirección de la industria carbonífera, entre las numerosas razones del elevado absentismo figuraban, además de las epidemias, el «hambre permanente» y «la ausencia casi total de ropa, pantalones y calzado». Para reducir el número de bocas que había que alimentar cuando amenazaba el hambre, Piatakov ordenó, el 24 de junio de 1921, la expulsión de las ciudades mineras de todas las personas que no trabajaban en las minas, y que representaban, por lo tanto, «un peso muerto». Se retiraron las cartillas de racionamiento a los miembros de las familias de los mineros. Las normas de racionamiento fueron estrictamente relacionadas con los logros individuales de cada minero, y fue introducida una forma primitiva de salario a destajo17.

      Todas estas medidas iban en contra de las ideas de igualdad y de «racionamiento garantizado» con las que todavía se ilusionaban muchos obreros, encandilados por la mitología obrerista bolchevique. Prefiguraban, de manera notable, las medidas antiobreras de los años treinta. Las masas obreras no eran más que la rabsila (la fuerza de trabajo) que había que explotar de la manera más eficaz posible, limitando la legislación laboral y los sindicatos inútiles reducidos al simple papel de aguijones de la productividad. La militarización del trabajo aparecía como la forma más eficaz de encuadramiento de esta mano de obra reacia, muerta de hambre y poco productiva. No podemos dejar de preguntarnos acerca de la relación existente entre esta forma de explotación del trabajo libre y el trabajo forzado de los grandes complejos penitenciarios creados a inicios de los años treinta. Como tantos otros episodios de estos años nacientes del bolchevismo —que no pueden verse limitados a la guerra civil—, lo que pasaba en el Donbass en 1921 anunciaba determinadas prácticas que iban a darse cita en el núcleo del estalinismo.

      Entre las otras operaciones prioritarias en la primavera de 1921 figuraba, para el régimen bolchevique, la «pacificación» de todas las regiones controladas por bandas y destacamentos campesinos. El 27 de abril de 1921, el Politburó nombró al general Tujachevski responsable de «las operaciones de liquidación de las bandas de Antonov en la provincia de Tambov». A la cabeza de cerca de cien mil hombres, entre los que se encontraba una elevada proporción de destacamentos especiales de la Cheka, equipados con artillería pesada y aviones, Tujachevski acabó con los destacamentos de Antonov desencadenando una represión de una violencia inaudita. Tujachevski y Antonov-Ovseenko, presidente de la comisión plenipotenciaria del Comité ejecutivo central nombrado para establecer un verdadero régimen de ocupación en la provincia de Tambov, practicaron masivamente las detenciones de rehenes, las ejecuciones, los internamientos en campos de concentración, el exterminio mediante gases asfixiantes y la deportación de aldeas enteras de las que se sospechaba que ayudaban y daban cobijo a los «bandidos»18.

      La orden del día número 171, de fecha 11 de junio de 1921, de Antonov-Ovseenko y Tujachevski, aclara los métodos con los que fue «pacificada» la provincia de Tambov. Esta orden estipulaba fundamentalmente:

      Fusilar en el mismo lugar, sin juicio, a todo ciudadano que se niegue a dar su nombre.

      Las comisiones políticas de distrito o las comisiones políticas de zona tienen el poder de pronunciar contra las aldeas en que están ocultas armas un veredicto para arrestar rehenes y fusilarlos en el caso de que no se entreguen las armas.

      En el caso en que se encuentren armas ocultas, fusilar en el lugar, sin juicio, al hijo mayor de la familia.

      La familia que haya ocultado a un bandido en su casa debe ser arrestada y deportada fuera de la provincia, sus bienes confiscados y el hijo mayor de esta familia fusilado sin juicio.

      Considerar como bandidos a las familias que oculten miembros de las familias de los bandidos y fusilar en el mismo lugar, sin juicio, al hijo mayor de esta familia.

      En el caso de que tenga lugar la huida de la familia de un bandido, repartir sus bienes entre los campesinos fieles al poder soviético y quemar o demoler las casas abandonadas.

      Aplicar la presente orden del día rigurosamente y sin piedad19.

      Al día siguiente de la promulgación del orden del día número 171, el general Tujachevski ordenó atacar con gases asfixiantes a los rebeldes. «Los residuos de las bandas deshechas y de los bandidos aislados continúan reuniéndose en los bosques. (…) Los bosques en que se ocultan los bandidos deben ser limpiados mediante el gas asfixiante. Todo debe de estar calculado para que la nube de gas penetre en el bosque y extermine a todo aquel que se oculte en el mismo. El inspector de artillería debe proporcionar inmediatamente las cantidades necesarias de gases asfixiantes así como especialistas competentes en este género de operaciones.» El 19 de julio, ante la oposición de numerosos dirigentes bolcheviques a esta forma extrema de «erradicación», la orden número 171 fue anulada20.

      En este mes de julio de 1921, las autoridades militares y la Cheka habían abierto ya siete campos de concentración en los que, según datos todavía parciales, estaban

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