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      DAVID JAMES POISSANT

      VIDA DE LAGO

      Traducción de Teresa Arijón y Bárbara Belloc

      “Vida de lago es una auténtica maravilla. Tierna y desgarradora, hermosa e inquietante, explora lo que puede emerger de la estela de la tragedia y de las profundidades del amor. Una novela que los lectores nunca olvidarán”. - Bret Anthony Johnston

      Es el último verano en la casa junto al lago, donde la familia Sterling se reunía durante las vacaciones. Richard y Lisa, para asombro de sus hijos, Michael y Thad, han decidido venderla. Van a jubilarse y mudarse a Florida. Es el primer indicio extraño; ellos, que fueron hippies y son profesores en la prestigiosa Universidad de Cornell, planean un retiro anodino y convencional. Algo falla bajo la límpida superficie cotidiana, y está surgiendo.

      Pero nadie imaginó lo que sucedería después. Un accidente en la playa deriva en una tragedia; una muerte que invoca a otra, ocultada durante décadas. Esa herida secreta sigue abierta; revela un pasado traumático e ilumina con luz impiadosa el presente. El alcoholismo de Michael, que siempre se ha negado a tener hijos, y ahora, con su esposa Diana embarazada, se encuentra al borde del divorcio; la vida sin destino de Thad, que ambiciona ser poeta, y vive de Jake, su novio; los silencios culpables de Richard y Lisa. Infidelidades, fracasos amorosos, proyectos aplazados; en un fin de semana decisivo, lo que cada uno creía ser se ha puesto en tela de juicio.

      Con una prosa intensa y una capacidad asombrosa para asumir la perspectiva de cada personaje, Vida de lago es una arrolladora y emocionante novela familiar. Como ya demostrara en los cuentos de su libro El cielo de los animales, David James Poissant tiene un talento singular para detectar el momento clave: cuando deben asumirse las deudas con los sueños de juventud, para que el futuro sea algo más que los errores acumulados en el pasado.

      Poissant, David James

      Vida de lago / David James Poissant. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Edhasa, 2021.

      Libro digital, EPUB

      Archivo Digital: descarga y online

      Traducción de: Teresa Arijón ; Bárbara Belloc.

      ISBN 978-987-628-608-4

      1. Narrativa Estadounidense. 2. Novelas. I. Arijón, Teresa, trad. II. Belloc, Bárbara, trad. III. Título.

      CDD 813

      Título original: Lake Life

      Diseño de cubierta: Juan Pablo Cambariere

      Edición en formato digital: abril de 2021

      © David James Poissant, 2020

       By arrangement with the Author. All rights reserved.

      © de la traducción Teresa Arijón y Bárbara Belloc, 2020, 2021

      © de la presente edición Edhasa, 2020, 2021

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      ISBN 978-987-628-608-4

      Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

      Conversión a formato digital: Libresque

      Para mis padres, que me dieron el agua,

      y para Marla, que me enseñó a nadar

Primera parte Viernes

      1

      El niño en la parte de atrás de la lancha, riendo.

      El cielo grabado en peltre, amenaza de lluvia.

      Michael Starling, treinta y tres años, cobijado en el bote de pesca de su padre mira la otra lancha, el niño, la bahía; el agua que ya no será suya porque los padres de Michael van a vender la casa.

      Llegaron ayer —Michael y Diane, Jake y Thad— y les dieron la noticia: Richard y Lisa Starling no van a pasar sus años de retiro en el lago. En una semana, la casa de verano de la familia se venderá para que, en cambio, los padres de Michael y Thad puedan mudarse a un rincón de la costa de Florida, lleno de arena, tipos que piden margaritas a los gritos y otro montón de cosas claramente no-Starling.

      Esta decisión no encaja con los padres de Michael. No son gente estilo Florida. Son ex hippies, académicos. Aman los lagos fríos de montaña, las corrientes claras y frescas, los árboles que cambian de color en otoño. Sus veranos son los veranos de Carolina del Norte, cielos estrellados y la casa rodante modificada, ya sin ruedas, que la familia llama con cariño la cabaña del bosque.

      ¿Dónde se metieron los padres de Michael? ¿Quiénes son estos locos desatados que se tiran de cabeza y salpican para todas partes y flotan en cámaras de neumático en las serenas aguas de un día de verano en Lake Christopher?

      En la orilla, una garza picotea los juncos en busca de pescado. Arriba las nubes cubren y descubren el sol.

      Una mañana en el lago —sándwiches, nadar—, este era el plan de los Starling antes de que apareciera la nave invasora, abriendo las aguas tras de sí como un cierre relámpago, sin importarle los nadadores ni la prohibición de hacer olas en la bahía. La lancha echó anclas demasiado cerca y el hombre al timón se descubrió la cabeza y saludó con la gorra —¡una gorra de capitán!— desde cubierta. Dio un grito de alegría, escupió restos de tabaco al agua y subió la música a un volumen muy, muy alto.

      Estas no son las reglas de etiqueta del lago. Esto no se hace.

      Lake Christopher no es un salón de fiestas, y esta no es una bahía ruidosa. Los residentes más antiguos del lago se esfuerzan para que así sea, y han sobrevivido décadas de desarrollo inmobiliario y dos amenazas de expropiación, una pública y otra privada.

      En la embarcación intrusa atruena Jimmy Buffett; pintado de rosa, el nombre: The Party Barge. Las lanchas resplandecen grises bajo el cielo gris.

      Al padre de Michael no parece importarle.

      —¡Vengan! —le grita al hombre de la gorra de capitán. Entonces todos los del Party Barge saltan al agua, todos excepto el niño (oído de nadador, dice su madre, una lástima) y su hermana mayor, que se queda a bordo para vigilarlo. Al rato, sin embargo, la hermana está acostada boca arriba bajo un toldo en la cubierta, los ojos cerrados, los auriculares puestos.

      Michael observa al niño y necesita un trago.

      El niño tiene cuatro, quizás cinco años. Donde deberían estar sus bíceps hay un par de flotadores color calabaza. Camina hacia el motor fuera de borda, cubierto por una funda de lona, y lo monta a horcajadas. Un jinete de bermudas plateadas. Su caballo tiene un tatuaje que dice Evinrude, su pista de carreras es el agua manchada de sol.

      —¡Arre! —grita.

      A alguien podría parecerle simpático. A Michael no.

      Los flotadores abultan como brazaletes de tensiómetro. Una mano suelta una rienda invisible y el niño hace estallar una

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