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a activar la capacidad autodefensiva de nuestro organismo, preparándolo contra la agresión de agentes externos, como gérmenes contaminantes, bacterias, hongos o virus.

       Menores efectos secundarios. Por regla general, las plantas medicinales presentan menores efectos indeseados que los tratamientos con fármacos. El efecto de las plantas suele ser más suave, y su efectividad, medirse a mayor alcance. No obstante, eso no exonera de la necesidad de conocer a fondo las posibles consecuencias de la toma de una planta; aquí entra la responsabilidad del herbolario y del médico, si es preciso.

       Efecto más duradero. Dada su mayor tolerancia, los tratamientos con plantas permiten mantenerse durante un plazo más largo de tiempo, y ello puede asegurar, en muchos casos, un efecto más duradero.

       Acción polivalente. Por la citada complejidad de las plantas, como seres vivos complejos, a causa de sus diferentes virtudes terapéuticas pueden actuar sobre un abanico más abierto de dolencias relacionadas entre sí. Ello las diferencia de los fármacos que tienden a incidir sobre un o unos síntomas específicos.

       Complemento seguro. Ciertamente, en muchos casos, las plantas pueden servir de apoyo o complemento natural a determinados tratamientos farmacológicos, así como actuar como un atenuante de algunos efectos secundarios que estos pueden generar.

       Retorno a la naturaleza. El uso de plantas medicinales para el tratamiento de dolencias corrientes nos permite recuperar el contacto con la naturaleza, que el ritmo de la vida urbana moderna hace décadas que nos había sustraído.

      Consejos sobre la recolección

       de las plantas en el campo

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      CIERTAMENTE LA FORMA MÁS FÁCIL de adquirir una planta medicinal es acudiendo a un herbolario de confianza, pero también a un establecimiento dietético o a una farmacia. Hasta en un ultramarinos o un supermercado encontraremos una gama amplia de infusiones, aunque aquí nadie nos asesorará debidamente, claro está.

      Este apartado está dirigido a aquellos que desean experimentar el placer de prepararse sus propios remedios herbarios, empezando por cosecharse ellos mismos las plantas que necesitan.

      El primer paso es estar en condiciones de reconocerlas y de saber dónde se encuentran. Para eso existen incontables guías de botánica, más o menos eficaces, que pueden ayudar a tal reconocimiento. Pero quizás será preferible, al menos en una primera etapa, salir al campo en compañía de una persona experta que nos ayude a familiarizarnos con las plantas de nuestro entorno. En Europa en general, y en la península Ibérica en particular, las especies de plantas potencialmente medicinales son abundantes, aunque solo unas pocas se consideran de uso corriente. En América Latina, la diversidad también resulta apabullante, aunque también es cierto que muchas especies medicinales que se comercializan allí son europeas. Además, cabe tener en cuenta que existe un buen número de plantas medicinales que es difícil de hallar fuera de viveros y plantaciones.

      Otro aspecto que hemos de tener en cuenta es la condición de abundancia o rareza de la planta que se está intentando localizar, para luego cosechar. Necesitamos descartar cualquier planta rara o que esté mínimamente amenazada en su hábitat natural; en cualquier caso, la cosecha ha de ser siempre moderada, de apenas unos pocos ejemplares, de forma que no se note nuestro paso por la zona.

      Como se alertaba hace unos años desde Adena WWF, de las siete mil quinientas especies de plantas vasculares españolas, más de un diez por ciento están seriamente amenazadas, y muchas de ellas son medicinales. La cosecha y la comercialización de plantas medicinales, aunque pueda sorprender, es un negocio muy lucrativo, que solo en España mueve cerca de mil quinientos millones de euros anuales. Se había llegado hasta el extremo de que algunas especies, como la gayuba o la árnica, se cosechaban a carretadas, sin ningún control, poniendo en serio peligro la supervivencia de sus poblaciones autóctonas. En los últimos años se han implementado medidas de control y cuotas de recolección, que se han respetado muy parcialmente. Un célebre caso es el de la manzanilla de Sierra Nevada, que a punto ha estado de extinguirse a causa de la sobre explotación. La situación en otros lugares, como los países andinos, no es mucho mejor.

      A continuación, presentamos plantas medicinales raras o muy raras que no se deben cosechar en el campo. Hablamos de Europa, incluida la península Ibérica:

       Árnica, rara y en declive.

       Oreja de oso, no rara pero de distribución limitada.

       Trébol de agua, muy rara.

       Acebo, no rara pero vulnerable.

       Manzanilla de Sierra Nevada, muy rara y de distribución muy reducida.

       Genciana amarilla, no rara pero vulnerable.

       Rodiola, rara.

       Senecio blanco, no rara pero de distribución reducida.

       Hierba de san Cristóbal, rara.

       Vincapervinca menor, rara.

       Díctamo blanco, rara.

       Tarraguillo, muy rara.

       Gayuba, no rara pero vulnerable.

       Peonia, rara.

       Adonis vernal, muy rara.

       Algodonosa (Otanthus), no rara pero vulnerable.

       Té de roca, no rara pero vulnerable.

       Muérdago, no rara pero vulnerable.

       Drósera, rara y muy vulnerable.

       Grasilla, no rara pero vulnerable.

       Tejo, no raro pero vulnerable.

       Flor de nieve (edelweiss), raro y muy vulnerable.

       Lauroceraso de Portugal, raro.

       Menta cervina, muy rara.

       Espino amarillo, raro y de distribución limitada.

      La alternativa es clara. Ante la duda y en casos de especies amenazadas, como la árnica, la flor de nieve o el trébol de agua, es necesario renunciar a su cosecha en el campo y adquirirla directamente de vivero o comprarla en un herbolario. En tales casos, los herbolarios se suelen proveer de plantas criadas en viveros y sembrados. En 2007, la superficie dedicada al cultivo de planta medicinal y aromática en España, solo en agricultura ecológica, ascendía a 5800 hectáreas; Andalucía era, de largo, la comunidad autónoma con más hectáreas cultivadas.

      En todo el mundo, de las entre cincuenta mil y setenta mil especies de plantas clasificadas como medicinales, apenas se comercializan de manera masiva unas tres mil. De esas, solo una tercera parte son objeto de cultivo sistemático.

      Lo cierto es que la cosecha silvestre, que había sido importante en el pasado a escala rural, es hoy en día una actividad bastante minoritaria económicamente, y salvo algunas especies, como las citadas antes, se reduce a poco más que el autoconsumo. Hacia este aspecto orientamos nuestras recomendaciones.

      Una vez hechas las anteriores consideraciones, los consejos que añadimos a continuación, de orden genérico, pueden servir de ayuda a quien se decida a salir al campo, con un cesto o bolsa de tela, unos guantes para evitar sufrir heridas cuando se manipulan plantas espinosas, y una tijeras o cuchilla fina.

       La primavera, el mejor momento del año. Resulta evidente, es cuando se dan la mayoría de las floraciones. Pero también muchas plantas florecen en verano, sobre todo en las sierras montañosas y junto a lagos y ríos. Y ello sirve para aquellas plantas de las que necesitemos sus flores y hojas tiernas. Para los frutos deberemos esperar más, ya en pleno verano, y para las raíces, al otoño.

       El amanecer, el mejor momento del día. Pero una vez que se ha secado el rocío, es cuando las plantas mantienen sus esencias en mayor efervescencia. Lo mismo cabe

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