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de una generación a la siguiente, como unas verdades inamovibles, y era frecuente que la mayoría de los integrantes de la familia estuvieran capacitados para reconocer en el campo aquellas plantas que podían serles útiles y aquellas otras que era preciso evitar a toda costa. Además, en las familias solía existir el miembro que asumía las funciones de sanador: era el más experto a la hora de obtener remedios que podían llegar a restablecer la salud o, cuando menos, aliviar la dolencia del pariente que había caído enfermo.

      No cabe duda de que muchos de esos remedios podían tener un efecto terapéutico dudoso o actuar simplemente como un placebo, pero también lo es que otros muchos se han seguido utilizando, no solo por tradición, sino también como una alternativa perfectamente válida al consumo de fármacos de síntesis, tan sobreusados hoy en día.

      Pero, volviendo a la pregunta que daba título a este capítulo, ¿dónde están las plantas medicinales? Pues ciertamente en todas partes: en el campo, junto a los sembrados y los bosques, a la vera de los ríos y los lagos, en la montaña y en los valles, en inaccesibles cantiles calizos y en playas y marismas ventosas, pero incluso en torno a los pueblos y hasta en el interior de las populosas y contaminadas ciudades.

      Un ejemplo: supongamos que nos subimos el metro o el ferrocarril en Barcelona y nos dirigimos a una estación de la parte alta; caminamos un poco y nos acercamos a la falda de la sierra de Collserola. A poco que avancemos en un sencillo ascenso por la montaña, tropezaremos con una gran diversidad de plantas a las que se les pueden atribuir virtudes medicinales. En los prados secos nos aparecerán la lengua de perro o cinoglosa, la fumaria (muy apreciada como depurativo hepático), la bolsa de pastor (humilde planta destinada a curas ginecológicas), la borraja (tan versátil)… Más arriba, en los matorrales de retama, la modesta ruda (de fuerte olor, usada contra golpes y torceduras), el aladierno, el aromático cantueso, un magnífico tónico digestivo, la jara blanca, la viborera, el fragante romero, el amor de hortelano, el espino blanco, un arbusto ideal para controlar la hipertensión… Algo más arriba, en taludes, el vistoso milamores (un calmante excelente), el madroño (cuyas hojas se comportan como antisépticos urinarios), el labiérnago (utilizado contra el glaucoma), el discreto camedrio, el hinojo (de nuevo muy aromático, excelente para aliviar los gases y favorecer la digestión), el erísimo (ideal contra las alergias respiratorias y la afonía)… En los claros abiertos por la instalación de torres eléctricas o por los recurrentes incendios estivales, encontraremos el gordolobo (un magnífico antialergénico), la viborera (un buen diurético) o la aspérula olorosa. Si pasamos a la vertiente más sombreada y húmeda, nos aparecerán la agrimonia (un antidiarreico de primer orden), que comparte virtud con la cariofilada y la hierba de san Roberto, también presentes en el bosque, el modesto rusco (recurso herbario contra las varices), el durillo, la bardana (con sus enormes hojas) y la viola (una aliada contra la gripe). Y de nuevo en la ciudad, antes de regresar al transporte público, las ubicuas parietarias y las verdolagas (que aparecen en las aceras), la boca de dragón (que emerge de un muro), las salvias y los jazmines plantados en un jardín cercano, o, una vez en casa, las lobularias que surgen de manera espontánea en nuestros tiestos.

      Es solo un ejemplo. La cosa podría variar según donde nos encontremos. Lo cierto es que hay plantas medicinales por todas partes, solo hay que saber reconocerlas. Hay algunas muy famosas, muchas de las cuales ya nos advierten de su potencialidad curativa a través de sus esencias, lo que equivale a decir, de su fragancia. Es el caso de muchas labiadas y umbelíferas: romero, tomillo, ajedrea, las distintas mentas, camedrio, salvia, lavanda, hisopo, albahaca, hinojo, eneldo, anís, alcaravea. Es también el caso de muchas compuestas, la familia de cardos y margaritas, plantas bien conocidas como la manzanilla, la artemisa, el ajenjo, la santolina, el diente de león o la alcachofera. Otras son tan frecuentes que hasta dudamos que puedan sernos útiles, como las plantas ruderales y arvenses como la amapola, la caléndula silvestre, la centidonia, las molestas ortigas, los abundantes llantenes y el elegante saúco. Otras son famosas por su nombre, pero solo los expertos o los aficionados serían capaces de identificar en el campo, como la agrimonia, la valeriana, la gatuña, la cola de caballo, el hipérico, la milenrama o la salicaria. Salir al campo, al monte, al bosque, a la marisma o a la playa para tratar de identificar plantas es una actividad fascinante; cuanto más vas profundizando, más necesitas desentrañar sus secretos y, al tiempo, más y más compleja se revela ante tu absorta mirada la gran diversidad de matices que encierra, como ocurre con todas las buenas aficiones. En muchos casos, puede llegar a ser una actividad adictiva, en el buen sentido de la palabra. Conocer las plantas medicinales, saber identificarlas en el campo, y luego dominar las técnicas para elaborar tus propios remedios es un aprendizaje que lleva tiempo y en el que el consejo de un amigo experto en botánica, etnobotánica y en fitoterapia puede resultar imprescindible, al menos en un primer momento.

      Ejemplos de plantas medicinales por hábitats

       En caminos y sembradosEspecie FloraciónAciano PrimaveraAlfalfa Primavera, veranoAmapola PrimaveraBolsa de pastor Invierno, primaveraBorraja Invierno, primaveraFumaria Invierno, primaveraHinojo VeranoLlantén mayor Primavera, veranoMaíz VeranoManzanilla Primavera

       En prados y herbazalesEspecie FloraciónAgrimonia VeranoCamedrio InviernoCantueso Invierno, primaveraDiente de león Todo el añoGatuña PrimaveraErísimo Invierno, primaveraHipérico VeranoOrégano Verano

       En riberas de ríos y lagos, barrancosEspecie FloraciónCola de caballo PrimaveraEpilobio VeranoMelisa PrimaveraOrtiga PrimaveraMenta de caballo VeranoPoleo Primavera, veranoRegaliz PrimaveraSalicaria VeranoSauzgatillo VeranoValeriana Primavera, verano

       En matorrales y collados secosEspecie FloraciónHisopo Verano, otoñoLavanda VeranoAjedrea Verano, otoñoMirto PrimaveraRomero Todo el añoSalvia PrimaveraSantolina VeranoTomillo PrimaveraPerpetua PrimaveraCoronilla de fraile Invierno

       En bosquesEspecie FloraciónAbedul PrimaveraBetónica PrimaveraHierba de san Roberto Invierno a veranoLentisco PrimaveraMuérdago PrimaveraPulmonaria PrimaveraRusco InviernoTilo PrimaveraVara de oro Verano

       En montañasEspecie FloraciónArándano VeranoÁrnica VeranoBistorta VeranoEufrasia Primavera, veranoGayuba PrimaveraGenciana amarilla VeranoGordolobo Primavera, veranoMilenrama Verano

       En roquedos y acantiladosEspecie FloraciónBoca de dragón PrimaveraMilamores Invierno, primavera, otoñoTé de roca VeranoSaxifraga Primavera, veranoHinojo marino VeranoOreja de oso Primavera

       En playas y marismasEspecie FloraciónAbrojo VeranoGlaucio Primavera, veranoHinojo marino VeranoMalvavisco VeranoOnagra Todo el añoPerpetua Primavera, veranoZamarrilla de playa Primavera, verano

       En parques y jardinesEspecie FloraciónAloe Verano, otoño, inviernoAmapola de California Primavera, veranoCaléndula Todo el añoCapuchina Primavera, otoñoCiprés PrimaveraEquinácea PrimaveraKalanchoe Todo el añoLaurel PrimaveraMenta PrimaveraPasiflora Primavera

      Los principios activos

       de las plantas

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      LAS PLANTAS EMPLEAN DETERMINADAS sustancias químicas para defenderse de sus depredadores y de las plagas, para atraer a sus polinizadores, para «avisar» a las plantas congéneres de su entorno de la existencia de un foco de agresión o de una amenaza tangible, para protegerse de las contingencias climáticas y para diseminar sus semillas. Se trata de una estrategia muy sofisticada, que las plantas utilizan para sobrevivir y tratar de expandirse, así como para comunicarse entre ellas. En cierto modo, las plantas actúan como pequeños laboratorios químicos, cuya función orgánica más vistosa y conocida, en el caso de las plantas vasculares, es la fotosíntesis, un proceso por el cual pueden obtener alimento por sí mismas. Precisan de un pigmento verde, la clorofila, que es el encargado de absorber la luz del sol, junto con otros pigmentos como los carotenos. Gracias a la fotosíntesis, a través de la luz solar, las plantas captan dióxido de carbono y expulsan oxígeno durante las horas de luz, mientras que por la noche sucede al revés, absorben oxígeno y liberan dióxido de carbono. Sucede que la energía solar se transforma en energía química, principalmente azúcares.

      La

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