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moderado, una vez por semana, más intenso en verano, pero sin llegar a encharcar. Aguanta mal el exceso de humedad. Se puede adaptar tanto al sol como a media sombra. En invierno, en lugares fríos, convendrá quizá protegerlo de las heladas. Se reproduce asexualmente con gran facilidad. Se puede empezar a cosechar cuando la planta tiene unos 2 años. Después de arrancar las hojas o partes de ellas, cabe regar un poco para minimizar el estrés. El jugo de la pulpa nos ofrece excelentes remedios para el cuidado de la piel.

       Anís verde, Pimpinella anisum. Umbelífera. Es una planta muy exigente y delicada. Es indispensable que cuente con temperaturas cálidas y sol directo. No tolera, por tanto, temperaturas frías y mucho menos las heladas. Se siembra de semilla en primavera y se recolecta la primavera siguiente.

       Caléndula, Calendula officinalis. Compuesta. Se debe sembrar de semilla, en otoño. Florece durante todo el año si se dan las condiciones. Crece sobre suelos arcillosos, calizos o arenosos, ricos en materia orgánica. Pide una posición a pleno sol. Es exigente con el agua, requiere riegos generosos, y soporta mal la sequía. Se cosechan los capítulos florales, que se usan como ornamento culinario y, sobre todo, como materia prima para remedios dermatológicos, como oleatos, pomadas, linimentos, jabones, champús, etc.

       Capuchina, Tropaeolum majus. Tropaeoláceas. Se puede plantar en maceta, tiestos o jardineras. Se le debe dejar espacio amplio al sembrarla, pues se expande. Se siembra por semilla, cualquier momento del año. Requiere suelos ricos en materia orgánica, ligeros, así como un riego generoso. Una posición a pleno sol o media sombra; la sombra completa inhibe la floración. Florece tras entre la séptima y la décima semana de la siembra. Resiste mal el frío y las heladas, pero mejor la sequía. Se cosechan las sumidades floridas.

       Eneldo, Anethum graveolens. Umbelífera. Requiere terrenos ligeros, mullidos, fértiles y aireados, así como una posición al sol de medio día o media sombra. Riego generoso durante la germinación y en verano. Se siembra por semilla, de febrero a marzo, en siembras escalonadas. Se cosechan los frutos, unas ocho a diez semanas después de la siembra. Resiste mal las heladas y el exceso de humedad.

       Lavanda, Lavandula angustifolia. Labiada. Necesita macetas o tiestos relativamente grandes, resulta ideal para terrazas y patios soleados. Pide tierras ligeras, con materia suelta, arcillosas o calizas, que permita un relativo encharcamiento de agua. El riego debe ser moderado, mejor si es a goteo. Aguanta bien la sequía y también las heladas. Se cosecha en verano, los ramilletes floridos. Se usan como aromatizador natural y para preparar aceites, esencias e infusiones.

       Menta, Mentha x piperita. Labiada. Se siembra en marzo o abril. Necesita humedad, por lo que debe ser regada generosamente, sobre todo en verano, para que el sustrato retenga esta humedad. Pide posiciones a semisombra o sombra predominante. Puede ser necesario proporcionarle abono orgánico, con magnesio y manganeso. Se reproduce por esqueje en primavera y por rizomas en otoño; puede mostrarse invasiva por tener raíces rizomatosas. Podar los brotes nuevos antes de la floración. Se pueden ir cortando las hojas cuando se necesiten, tras lo cual cabe darle un riego.

       Orégano, Origanum vulgare. Labiada. Se puede sembrar de semillas, esqueje o mata. Pide una posición a media sombra. Riego moderado, cada tres días en pleno verano. Resiste mal la sequía. Se cosechan las sumidades floridas a final de primavera o en verano.

       Perejil, Petroselinum crispum. Umbelífera. Se siembra por semilla o por esqueje. Necesita una posición a media sombra y un sustrato rico en materia orgánica, alcalino, húmedo. Puede plantarse en tiesto o maceta pequeña. Riego moderado, pero frecuente, generoso en verano, que mantenga el sustrato humedecido. Se pueden cosechar las hojas en cualquier momento.

       Salvia. Salvia officinalis. Labiada. Se siembra por semilla, por esqueje o división de matas en primavera. Requiere una orientación a sol o pleno sol, suelos ligeros, fértiles, arcillosos, con buen drenaje. Un riego moderado, sin llegar a encharcar. El exceso de humedad puede dañarla. Resiste bien la sequía, así como las heladas. Se cosechan las sumidades floridas y las hojas, muy aromáticas; estas justo antes de la floración. Puede necesitar pronto un recipiente superior, pues pronto gana volumen.

       Tomillo. Thymus vulgaris. Labiada. Planta delicada y exigente en maceta y tiesto,pero poco exigente en cuanto al substrato. Éste debe ser poroso, mejor calizo. Soporta mal el exceso de humedad. Crecimiento muy lento. Es conveniente podarla tras la floración primaveral. Se recolectan los ramilletes floridos, muy aromáticos.

      Otras plantas aptas para un huerto medicinal: chía, melisa, alcaravea, borraja, cilantro, ajedrea, rabo de gato, estragón, matricaria, hisopo, ajenjo, poleo, santolina, brecina, manzanilla, romero, equinácea, hierbaluisa, rúcula, ruda, mejorana, berro, estevia, etc.

      Precaución

       con las plantas

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      HAY QUIEN AFIRMA QUE AQUELLO que daña puede curar y viceversa. Es bien cierto que hay pocos medicamentos inocuos, en tal caso hablaríamos de placebos. Y también lo es que son muchos los fármacos que llevan parejos unos efectos secundarios tan graves que consumirlos resulta amenazador. Solo basta entretenernos leyendo las informaciones que contienen las cajetillas de la mayoría de los medicamentos para comprobarlo. Todo ello, por supuesto, es muy matizable. En general, la mayoría de los fármacos han sido sometidos a rigurosos controles que deberían ser suficientes para descartar cualquier consecuencia negativa o peligrosa de su consumo. Pero es bien cierto que se han producido, por desgracia, muchas excepciones a esta norma, y también que algunas veces ha pesado más el interés comercial que la seguridad pública a la hora de poner en cuarentena un determinado producto con una mínima sombra de duda.

      Como ocurre con los medicamentos, tampoco las plantas, o la mayoría de ellas, son inocuas. Por la naturaleza de sus principios activos pueden provocar determinadas reacciones alérgicas o daños de tipo hepático o renal si no se toman en las dosis adecuadas, o por interacciones peligrosas con medicamentos. Y, también como los medicamentos, hay que estar bien asesorados en el momento de adquirirlos para no incurrir en riesgos evitables. Como los medicamentos, habrá plantas que puedan ser recomendables para determinadas dolencias y personas, y no serlo, o incluso estar explícitamente contraindicadas, para otras. No es bueno tomarse un medicamento para bajar la tensión si uno es hipotenso; no es bueno tomar determinados antiinflamatorios si se tienen problemas de corazón. Las precauciones de las embarazadas deben ser rigurosas, cuando pueda existir la más mínima duda sobre el efecto que determinada sustancia pueda manifestar sobre el feto y sobre la madre. Las plantas muy ricas en aceite esencial y en alcaloides, tanto en un caso como en el otro, deben evitarse en el embarazo y la lactancia, como es el caso del hinojo, el eneldo, la cola de caballo y otras. Y esas mismas precauciones deben regir cuando hablamos de la infancia, de la vejez y en cualquier etapa de la vida. Tanto los medicamentos como las plantas medicinales no han de suponer problema alguno si se toman para las indicaciones que prescriben los expertos, en las dosis y en los plazos que se fijan, evitando toda sobredosis o cualquier prolongación innecesaria del tratamiento.

      Dicho todo lo cual, es cierto que, como los medicamentos, también hay plantas que, por contener ciertas sustancias potencialmente tóxicas, sea a nivel hepático, cardiaco, renal o alergénico, o bien por su potencial alucinógeno, deben evitarse a toda costa, y como mucho ser consumidas únicamente bajo un control estricto del facultativo que la prescribe. Se sabe que la toxicidad está sujeta a la dosificación, y que casi todas las plantas, como los medicamentos, pueden transformarse en tóxicos si se ingieren en dosis exageradas o inadecuadas.

      A continuación, citamos una relación de plantas potencialmente tóxicas que, en general, debieran evitarse y, en el mejor de los casos, sustituirse por alternativas más seguras.

       Acónito, acaso la planta más tóxica de la flora de montaña

       Belladona

       Adelfa

       Beleño negro

       Hiedra (al menos por vía interna)

       Consuelda, solo apta

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