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Dios supera con mucho a todas las criaturas, él se acercó más que ningún otro. […] El, participa en la excelsa grandeza de ella. Él se impone entre todos por su augusta dignidad7.

      San José es, por tanto, el santo más grande junto con la Santísima Virgen María que, sin duda, es la más excelsa.

      Después de la Virgen María, nadie ha habido ni habrá más santo que José. Su cercanía a María y a Jesús le hizo alcanzar el más alto grado de santidad. Decía san Juan Damasceno: «José es esposo de María, nada mayor puede decirse».

      San José es el camino más corto, más rápido y más seguro para llegar a María, mediadora de todas las gracias. La Virgen María a nadie amó más en la tierra, después de Jesús, que a José; lo amó con un amor total y esponsal.

      San Bernardino de Siena decía: «siendo María la dispensadora de todas las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su esposo San José?»

      Vamos hoy a pararnos a considerar esta santidad de San José.

      En este segundo día del mes, me gustaría contar un chiste que tiene mucho de verdad:

      Cuentan que falleció José Mari y fue a las puertas del cielo y cuando llegó, le salió san Pedro a recibir y mirando las cualidades de su vida le dijo:

      –Mira José Mari, lo siento, pero tú no has sido muy buen cristiano. Has fallado demasiado en la vida y, por tanto, sintiéndolo mucho te tengo que decir que tu sitio no está aquí.

      José Mari le dice: –Bueno la verdad es que efectivamente no me merezco estar en el cielo y que no me he portado muy bien, pero de todas formas antes de marchar me gustaría saludar a un amigo que tengo ahí dentro.

      San Pedro le pregunta: –¿y quién es tu amigo?

      –Pues San José. Mi madre me ensenó a rezarle todas las noches y siempre le he querido mucho.

      San Pedro le contesta: –Mira, lo siento, pero si no puedes entrar al cielo, no podemos llamar así sin más a nadie así que te tienes que marchar ahora mismo.

      José Mari, al ver que va a cerrar la puerta se pone a gritar: –SAN JOSÉ, SAN JOSÉEEE.

      En esto aparece San José, y le dice:

      –Hombre José Mari, ¡qué alegría, como tú por aquí!

      –Pues nada, que me he muerto y resulta que me dicen que no puedo entrar en el cielo y que me tengo que marchar y antes de irme quería saludarte.

      –¿Cómo que no puedes entrar? Hombre, Pedro, déjale entrar que es un buen amigo.

      San Pedro, le responde: –Mire Señor José, es que aquí hay normas y con ese expediente de vida que tiene este hombre, no puede pasar de ninguna manera.

      –Bueno si es así, pues me voy yo con él que somos buenos amigos–, dice San José.

      La Virgen al oír que San José se marcha dice: –Ah, pues si se va mi esposo, yo me voy con él.

      Jesús, se acerca y contesta: –Yo siempre con mis padres.

      El Padre eterno declara: –Si se va el Hijo, Yo con él.

      El Espíritu Santo comenta: –Si los tres somos uno solo, no podemos separarnos así que nosotros también.

      Al ver esto toda la corte de los ángeles y los santos se abalanzan hacia la puerta diciendo: –Si nosotros estamos para glorificar la Trinidad si se van, nos vamos todos.

      San Pedro finalmente dice: –Vale, vale, todos quietos. Venga José Mari, pasa al cielo anda.

      Esto está narrado a modo de chiste, pero la verdad es que históricamente muchas veces San José ha salido al paso de sus devotos, como iremos contando a lo largo de este mes.

      San José es el santo más grade junto con la Virgen María, acudamos a él. Medita hoy en un momento de silencio esta justicia y santidad de José, reza el santo rosario y pídele que te conceda a ti también la gracia que le estás pidiendo en este mes y con ella pídele también que te conceda la santidad.

      San José esposo de la Virgen María, padre y custodio de la Sagrada Familia, celestial patriarca del pueblo de Dios, ruega por nosotros.

      Que Dios te bendiga querido lector y hasta mañana si Dios quiere.

      6. Henri Caffarel, No temas recibir a María, tu esposa: el matrimonio de la Virgen y San José, (Madrid: Ediciones Rialp,1993), 22-23.

      7. León XIII, Quamquam pluries, (Roma, 15 de agosto de 1889).

      8. Michel Gasnier, Los silencios de san José, (Madrid: Ed. Palabra, 1980), 207.

      9. Benedicto XVI, Ángelus, (Roma, 9 de diciembre de 2012).

      10. Id., Acto de veneración a la Inmaculada en la Plaza de España, (Roma, 8 de diciembre de 2012).

      Día 3

       El poder de intercesión

      Muy querido lector:

      Dentro de 28 días nos consagraremos a San José. Qué alegría saber que al unirnos a él, nos unimos de un modo especial también a la Santísima Virgen María, su esposa y junto con ellos podemos ser más perfectamente consagrados a Jesucristo.

      Vamos a meditar hoy un pasaje del Antiguo Testamento narrado en Genesis 41, 55. Son muchos los autores que citan como figura de san José a José, virrey de Egipto y aplican a san José este texto: «Id a José y haced lo que él os diga». (Gen 41, 55).

      El Faraón, tuvo aquel famoso sueño de las siete vacas gordas y las siete flacas. José interpretó el sueño y vio con la luz de Dios que eran siete años de abundancia y siete de hambre y aconsejó al Faraón, recoger en la abundancia en graneros para distribuir en tiempo de hambre. Cuando escuchó esto, el Faraón dijo:

      ¿Acaso podremos encontrar un hombre como este en el que esté el Espíritu de Dios?». Y el Faraón dijo a José: «puesto que Dios te ha hecho conocer todo esto, no hay nadie tan sabio como tú. Estarás al frente de mi casa y todo mi pueblo acatará tus órdenes, solamente en el trono seré superior a ti». Y añadió el Faraón a José: «Mira, te pongo al frente de toda la tierra de Egipto». Luego el Faraón se quitó el anillo de su mano y lo puso en la mano de José. El Faraón dijo: «Yo soy el Faraón, pero sin tu permiso nadie moverá mano o pie en toda la tierra de Egipto» (hasta ahí el texto de Gen 41,38-45).

      En tiempos de hambre, el faraón dirigía a los egipcios hacia José para que éste les distribuyese el trigo acumulado en tiempos de abundancia y les decía: Id a José. De la misma manera, Dios nos dice en nuestros problemas: Id a José. Y así, como José fue virrey de Egipto y el más importante del reino después del faraón, José también es el virrey de la Iglesia, es decir, el santo más importante de todos.

      San Bernardo (1090-1153) dice:

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