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y condujo a la participación de los EE. UU. en la Segunda Guerra Mundial. Para motivar al pueblo americano tanto como fuese posible, el presidente Roosevelt necesitaba que un primer ataque abierto de Japón fuera lo más sangriento posible, parecido al ataque furtivo que los japoneses habían lanzado sobre los rusos con anterioridad. Roosevelt y sus socios se aseguraron de que los comandantes en Pearl Harbor, el general Short y el almirante Kimmel permanecieran ignorantes de lo que les esperaba. Tras lo ocurrido, se les responsabilizó, acusó y expulsó del ejercito, pero recientemente el congreso los exoneró, restaurando sus rangos a título póstumo. Se ha probado que Washington supo que el ataque se produciría, sabía exactamente dónde se encontraba la flota japonesa y hacia dónde se dirigía, pero no alertó de ello a la base. En un nuevo hallazgo, se descubrió también que EE. UU. atacó y hundió un submarino japonés, provocando a los japoneses a atacar.

      Hay muchos más ejemplos probados, puedes buscarlos por ti mismo en la red, si lo deseas. Comprobarás que todos los conflictos violentos se inician mediante falsas banderas, haciendo uso de la estrategia de manipulación masiva "problema-reacción-solución". Si observas con atención el orden de los acontecimientos que proyectan los informativos, reconocerás también este método en diferentes sectores. Por ejemplo, en la intensificación de la violencia urbana o la organización de atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad, o la creación de una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos. Analiza cada noticia y busca la aplicación del método "problema-reacción-solución". Lo distinguirás fácilmente ya que los medios suelen avanzar la solución en el patente orden natural de los acontecimientos, como en un mal guión de película.

      "LA ESTRATEGIA DE LA DISTRACCIÓN"

      La jornada laboral media de un trabajador es de ocho horas diarias y teniendo en cuenta que lo saludable es dormir ocho horas todas las noches, cualquier persona debería disponer al día de ocho horas para sí misma. Buena parte de estas ocho horas suele perderse en los quehaceres diarios: la limpieza de la casa, el cuidado personal, el del coche, cocinar, hacer la compra o poner al día los muchos trámites que sostienen nuestras vidas. Resumiendo, no es mucho el tiempo que solemos disponer para desarrollar actividades de ocio o para descansar, y este tiempo suele acumularse en las últimas horas del día cuando los establecimientos han cerrado sus puertas y las calles permanecen en silencio. En la comodidad de sus hogares la mayoría de los seres humanos descansan sentados en su sofá, solos, abrazados a su pareja o con sus familiares y durante ese tiempo un universo de entretenimiento se abre ante sus ojos a través del televisor. No importan sus preferencias. Disponen de canales de deporte, de cine, de música, de documentales, de concursos, de información, de cocina, religiosos, para niños, para adolescentes o para adultos. Con toda seguridad encontrarán algo que capte su interés en mayor o menor medida. Durante el día siguiente el contenido de la programación visionada ocupará sus mentes y sus conversaciones. Si analizamos los índices de audiencia observamos como deportes, prensa rosa y otros entretenimientos arrasan en el rating mientras los programas culturales o educativos apenas atraen audiencia. No es de extrañar, la oferta existente de los segundos es prácticamente nula, su formato muy aburrido y su contenido más que dudoso. A nadie le gusta pasar su escaso tiempo libre visionando un programa aburrido y falto de gracia o emoción. El resultado es una ciudadanía mediocre, pasiva y distraída. "¿Economía? No sé mucho de eso, para eso están los economistas, yo bastante tengo con llegar a fin de mes. ¿Política? Un aburrimiento, no me interesa. Ya iré a votar en su momento". Esta falta de atención no es accidental. En su libro, el estadounidense Avram Noam Chomsky hace hincapié en lo que llama "Estrategia de la Distracción", el elemento primordial del control social que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones e informaciones insignificantes. Para estas "élites" una ciudadanía que no piensa es una ciudadanía que colabora. En la actualidad, una monstruosa máquina formada por diez mega-corporaciones absorben, poseen y controlan todos los grandes medios de información, prensa, radio y televisión del mundo. Esa decena de imperios incluye además el vasto negocio del entretenimiento y la cultura de masas que abarca el mundo editorial, la música, el cine, la producción y distribución de contenidos de televisión, las salas de teatro, internet o los grandes parques de atracciones. Sin ser conscientes de ello, miles de millones de seres humanos consumen a diario directa o indirectamente los productos informativos y culturales de AOL/Times Warner Inc., Gannett Company Inc., General Electric, News Corporation, The McClatchy Company, The New York Times Company, The Washington Post Company, Viacom, Vivendi Universal y Walt Disney Company. Estos diez grupos controlan de forma directa o indirecta cualquier medio de comunicación o entretenimiento que haya adquirido cierto grado de importancia social, asegurando para sí mismos el control total de la información que fluye por el mundo. Sus agencias de información EFE, Reuters, AP, AFP, DPA, ANSA, Servimedia, Notimex o IPS expanden información convenientemente diseñada cuyo discurso dominante incluye toda clase de propaganda política, crea opinión pública y persuade en favor de una u otra ideología, justificando actitudes como el montaje del 11-S, la invasión de Irak, el mito de la sobrepoblación o la estafa del calentamiento global. Nuestra prensa oficial moldea las mentes y lava los cerebros, automatiza la sociedad desde distintos modelos educativos adiestrando a los pueblos sobre lo que deben hacer, en qué deben pensar, a quién deben admirar, votar o creer. Oculto en la sombra, un mecanismo invisible de censura moldea los márgenes de la libertad recortando la información y condenando al destierro todo aquello que resulta "demasiado inconveniente". Todos hemos visto a excelentes periodistas de gran difusión mediática ver interrumpido su exitoso programa sin recibir explicación alguna y pese a que su trabajo disfrutase de las mayores audiencias. Los ciudadanos han perdido su derecho a una información veraz y oportuna. La prensa escrita y las frecuencias de radio, que deberían constituir un bien público que abogase por el bien común de todos, pertenecen a unas pocas entidades de carácter privado y las usan para sus propios fines. Lejos de procurar mejorar e integrar al ser humano, lo fragmentan en todas las divisiones posibles, lo transforman en un consumidor compulsivo y lo inflan como un sapo a base de entretenimiento y mediocridad. Roma levantó el Coliseo para ofrecerle una distracción sanguinaria a las masas. Hoy cuando encendemos el televisor se nos invita a participar en un mundo cada vez más materialista y violento donde la "fisicalidad" crece de forma exponencial y la "conciencia" apenas cobra importancia. "Poder para la élite financiera y circo para los pueblos", parece ser la consigna de este nuevo imperio. ¿Su circo? Instalado en todos los hogares.

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