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Liga de Príncipes, véase también 482, 640-642.

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      CAPÍTULO 3

      Soberanía

Illustration

      LAS COLUMNAS DE HÉRCULES

      No más allá de Metz

      Durante el asedio, los franceses remarcaron tales límites de forma simbólica y se burlaron de Carlos con una imagen de un águila imperial encadenada entre dos pilares con el lema Non Ultra Metas, un ingenioso juego de palabras, pues quería decir «no más allá de Metz» pero también «sin pasar de los límites» pues Metas significa a la vez «Metz» y «límites». El escudo ridiculizaba el motivo inventado en 1516 con ocasión del ascenso al trono de España de Carlos, que utilizaba ideas ya expresadas por Dante. Según la antigua leyenda, Hércules había marcado los límites del mundo conocido emplazando sendos pilares a uno y otro lado del estrecho de Gibraltar. Las pseudogenealogías de los apologistas de los Habsburgo afirmaban que Carlos era descendiente directo de Hércules, entre otros nobles héroes. En 1519 se añadió a la divisa de los dos pilares el lema Plus Ultra («más allá») para simbolizar a un tiempo la idea tradicional de imperio que abarca toda la civilización cristiana y la nueva idea de España, que, en aquella época, estaba conquistando su imperium del Nuevo Mundo en México y Perú (vid. Lámina 10).

      Resultaba obvio, incluso en el momento en que esta enseña era diseñada, que el mundo conocido se dividía en numerosos Estados separados. Lo que no estaba claro era hasta qué punto cada uno era independiente y si debían interactuar como iguales. Tales cuestiones estaban presentes desde la fundación del imperio, pero nunca se desarrollaron lo suficiente como para dejar sin sentido las pretensiones imperiales, o para socavar la autoridad del emperador dentro de sus propios territorios.

      Bizancio

      En 800, Carlomagno y el papa León III establecieron un imperio que no era ni singular, ni el único que afirmaba ser romano. La pervivencia de Bizancio durante otros 653 años fue crucial para dividir la Europa cristiana en dos esferas políticas y religiosas, oriente y occidente, cuyo legado persiste hoy. Al contrario que el emperador de occidente, que también era rey, su homólogo bizantino era únicamente emperador. Hubo regencias en el este, pero nunca interregnos como en el oeste, con prolongados periodos sin un emperador coronado. Bizancio nunca desarrolló una normativa clara que rigiera la sucesión como las que se acabaron creando en el imperio tardomedieval. Entre los siglos IV y IX, el ejército, el Senado y el pueblo participaron, en coaliciones diversas, en la elección de los emperadores de oriente. Los candidatos elegidos se alzaban sobre un escudo entre los vítores de sus soldados, pero no se coronaban en una ceremonia religiosa. Antes de la dinastía macedonia, que detentó el poder entre 867 y 1056, nunca hubo más de cuatro generaciones de una misma familia en el trono imperial. La práctica de nombrar un sucesor surgió en el siglo X. Con los Commenos se estableció un régimen hereditario (1081-1185) y de nuevo con los Paleólogos (1259-1453).

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