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considerada señal del favor divino y la ficción de que todos los presentes aclamaban su consenso unánime se interpretaba como la expresión directa de la voluntad de Dios.47

      ¿Un imperio sin Roma?

      En el año 800, Roma solo la habitaban unas 50 000 personas. A pesar de alguna reconstrucción carolingia, las abundantes ruinas antiguas indicaban el mucho tiempo transcurrido desde que la ciudad había sido capital del mundo conocido. Seguía siendo grande conforme a los estándares de la época, pero no lo bastante como para albergar al papa y al emperador. En 843, tras la partición del imperio carolingio en tres reinos (Francia occidental, Francia oriental y Lotaringia) el título imperial recayó de forma habitual en los reyes francos de Italia hasta 924, pero estos eran relativamente débiles, en particular tras 870, y solían residir en la vieja capital lombarda de Pavía o en la antigua sede bizantina de Rávena. Aunque las coronaciones imperiales solían necesitar años de planificación, los emperadores posteriores rara vez permanecían mucho tiempo en Roma. Otón III construyó un nuevo palacio imperial, pero, tras su coronación, él también retornó a Aquisgrán e inició allí nuevas obras.

      Los romanos, aunque algunas veces quisieron despojar al papa de su papel de hacedor de emperadores, compartían con el pontífice su hostilidad hacia una presencia imperial prolongada. Los emperadores podían ser festejados con opulentos banquetes e incluso ser aclamados por destituir a papas impopulares, pero no debían permanecer más tiempo del requerido. Roma, en todo caso, estaba demasiado lejos de Alemania, que, a partir de 962, se convirtió en el centro principal del poder imperial. Las expediciones francas a Italia de 754-756 y de 773-774, lideradas por Pipino y Carlomagno, respectivamente, se atrajeron sólidos apoyos de los nobles carolingios, los cuales recibían de buena gana cualquier excusa para saquear a los lombardos. Pero tales oportunidades declinaron una vez que Italia fue incorporada al reino de Carlomagno. Aún cabía la posibilidad del saqueo si el emperador se lanzaba a una expedición de castigo contra los rebeldes italianos, a deponer a un papa o a hacer valer su dominio sobre la parte sur de la península, que continuaba siendo prácticamente independiente. Sin embargo, una presencia prolongada requería métodos más pacíficos, lo cual eliminaba el incentivo que impelía a cooperar a la mayor parte de norteños, cuyo apoyo solía trocarse con rapidez en acusaciones de abandono de sus súbditos del norte de los Alpes.

      Tabla 1. Reinados imperiales y reyes germanos

Illustration

       Translatio imperii

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