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El Sacro Imperio Romano Germánico. Peter H. Wilson
Читать онлайн.Название El Sacro Imperio Romano Germánico
Год выпуска 0
isbn 9788412221213
Автор произведения Peter H. Wilson
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Fundación del imperio
El Sacro Imperio Romano debe su fundación a la decisión del papa de dignificar la expansión del reino franco con la concesión del título imperial a Carlomagno. El motivo de esta medida sigue sin estar clara, pero puede reconstruirse con razonable grado de certeza. Parece probable que el pontífice considerase a Carlomagno un segundo Teodorico, el caudillo ostrogodo del siglo V que hizo de gobernador bizantino de Italia. Un rey bárbaro, domesticado pero útil, no el sustituto del emperador bizantino. Sin embargo, el fracaso de la expedición bizantina de 788, que no logró expulsar a los francos de Benevento, recién conquistado por estos, parecía confirmar la nueva correlación de fuerzas. En diciembre de 785, León III notificó a Carlomagno su elección como papa, un favor reservado normalmente al emperador bizantino. No obstante, fue la improvisación, no la planificación sistemática, lo que caracterizó los quince años que transcurrieron hasta la coronación de Carlomagno.12
Destacan tres aspectos. Primero, el imperio fue una creación conjunta de Carlomagno y de León III, «uno de los ocupantes más taimados del trono de san Pedro».13 Acusado de perjuro y de adúltero, León no logró imponer su autoridad sobre los clanes romanos, los cuales orquestaron una turba que le atacó en abril de 799 y estuvo a punto de cortarle la lengua y los ojos… mutilaciones que hacían que la víctima no fuera digna del cargo. En el momento de su ascensión al trono de san Pedro, León había enviado a Carlomagno un estandarte y las llaves del sepulcro de san Pedro, con lo que, de manera simbólica, colocaba al papado bajo la protección de los francos. Carlomagno era reacio a asumir esta responsabilidad, que podía requerir tener que juzgar e incluso destituir a algún pontífice descarriado.14
La crónica del franco Einhard, escrita una generación después, afirma que, cuando Carlomagno visitó por fin Roma en noviembre de 800, León dejó caer por sorpresa la idea de una coronación imperial. No debemos dejarnos engañar por este típico recurso hagiográfico que destaca la supuesta modestia y falta de ambiciones mundanas de Carlomagno.15 En realidad, los detalles fueron acordados de antemano y coreografiados con sumo cuidado. Los participantes eran plenamente conscientes de que estaban dando un paso importante. León cabalgó 18 km desde Roma para acudir al encuentro de Carlomagno, distancia que duplicaba la que se concedía a un simple rey. El embajador del patriarcado de Jerusalén estaba presente para hacer entrega de las llaves del Santo Sepulcro. Aunque el lugar santo estaba en posesión de los árabes desde 636, este acto simbolizaba la asunción por parte de Carlomagno de la antigua misión romana de proteger el cristianismo. Por último, también fue deliberada la fecha elegida para la coronación, Navidad de 800. No solo era una significativa fiesta cristiana, sino que ese día cayó en domingo, exactamente 7000 años después del supuesto día de la Creación.16
Tampoco queda claro qué creía Carlomagno que estaba haciendo, pues –al igual que todos los emperadores medievales, prácticamente– no dejó testimonio escrito de sus causas. Es improbable que su único motivo fuera la preocupación inmediata de convencer a los sajones, reacios a aceptar su reinado.17 Los francos se consideraban a sí mismos, desde hacía mucho tiempo, los soberanos legítimos de los sajones y de otras tribus germanas que no se habían constituido en monarquías formales. Por el contrario, es más probable que Carlomagno considerase que su ascensión al trono era una forma de consolidar su dominio sobre toda Italia, dado que el antiguo reino lombardo tan solo abarcaba el norte, mientras que la idea del Imperio romano tenía mayor renombre por toda la península.18 Además, al aceptar los símbolos religiosos, Carlomagno sancionó su asociación con el pontífice para el liderazgo conjunto de la cristiandad.19
El tercer factor, además de la creación conjunta y la cuidada coreografía, es la alta probabilidad de que Carlomagno creyera estar siendo nombrado emperador romano. El trono bizantino estaba técnicamente vacante desde 796, año en que el emperador Constantino VI fue depuesto y cegado por su madre Irene, la cual asumió el poder en persona. En calidad de primera mujer que reinaba abiertamente sobre Bizancio, su autoridad estaba muy cuestionada y sus adversarios inmediatos afirmaban que el trono estaba vacante para así legitimar su propio golpe de Estado, que la derrocó en 802.20 Esto tuvo una significación duradera. Para sus partidarios, el imperio no era una creación nueva e inferior, sino una continuación directa del antiguo Imperio romano, cuyo título León estaba simplemente «trasladando» (transfiriendo) de Bizancio a Carlomagno y sus sucesores.
Autoridad secular y autoridad espiritual
No obstante, pendía sobre el nacimiento del imperio un halo de falta de legitimidad. Era discutible que el cuestionado León tuviera la autoridad de transferir el título imperial a un caudillo franco, dado que, al acudir a recibirlo en las afueras de Roma, el papa se había sometido de manera simbólica a Carlomagno. Estos problemas específicos ponen de relieve las profundas dificultades a las que se enfrentaban los contemporáneos con respecto a la relación entre la autoridad secular y espiritual.21 Dos pasajes de la Biblia sirven de ejemplo. La respuesta de Jesús a Poncio Pilatos a la pregunta «¿eres tú el rey de los judíos?» era potencialmente revolucionaria: «Mi reino no pertenece a este mundo […] mi reino no es de aquí» (Juan, 18:33, 36). Esta oposición a la autoridad secular tenía sentido durante el tiempo de la persecución de los cristianos a manos de los romanos y quedaba fijada por la doctrina del segundo advenimiento de Cristo, que sugería que el mundo secular tenía poca importancia. Sin embargo, la tardanza del retorno del Mesías hizo inevitable llegar a un acuerdo con la autoridad secular, como ejemplifica la respuesta de san Pablo a los romanos: «Sométase toda persona a las autoridades superiores porque no hay autoridad que no provenga de Dios; y las que hay, por Dios han sido constituidas. Así que, el que se opone a la autoridad se opone a lo constituido por Dios» (Romanos 13:1-2). Los cristianos le debían obediencia a toda autoridad, pero su deber hacia Dios estaba por encima del poder secular. Resultaba imposible ponerse de acuerdo en si debían soportar a los tiranos, como prueba de fe, o si tenían derecho a oponerse a estos en tanto que soberanos «impíos». Para resolver estas diferencias también se recurría a las Sagradas Escrituras, en particular al pasaje de Cristo con los fariseos: «Dad al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios» (Marcos, 12:17). El pensamiento cristiano pronto trató de diferenciar entre esferas separadas: el regnum, el reino de lo político; y el sacerdotium, el mundo espiritual de la Iglesia.
La delineación de esferas separadas solo sirvió para plantear el nuevo problema de su relación mutua. San Agustín no albergaba duda alguna acerca de la superioridad del sacerdotium sobre el regnum.22 En su respuesta a los intelectuales romanos que atribuían el saqueo godo de su ciudad en 410 a la ira de sus antiguos dioses paganos, Agustín argumentó que el saqueo tan solo demostraba la transitoriedad de la existencia temporal en comparación con el carácter eterno de la «ciudad de Dios» de los cielos. Esta distinción fue desarrollada después por los teólogos latinos para censurar la continuidad en Bizancio de la condición semidivina del emperador. El papa Gelasio I recurrió a la poderosa metáfora de Dos Espadas, las dos proporcionadas por Dios (vid. Lámina 1). La Iglesia recibió la espada de la autoridad espiritual (auctoritas), que simboliza la responsabilidad de guiar a