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hecho amigas hace poco, pero las conozco de toda la vida.

      –Pues esas podrían describirse como relaciones a largo plazo, en cierto sentido.

      –Supongo.

      –Y has estado trabajando con Gail desde que abriste el hotel, ¿verdad?

      –Claro. ¿Qué tiene eso que ver?

      –Que pareces ser buena manteniendo relaciones.

      –Vamos, Will. No es lo mismo –protestó.

      –Las mismas cualidades necesarias para mantener una amistad saludable o una relación fuerte entre empleada y jefa son las que se necesitan para tener una relación larga con un hombre.

      Jess no lo creía del todo, pero él era el experto en dinámicas humanas.

      –¿En serio?

      –En serio. Todas esas relaciones implican lealtad, perdón, generosidad y, de vez en cuando, un poco de esfuerzo y trabajo.

      Jess vio lo que estaba intentando decir.

      –Pero Laila y Connie saben lo del déficit de atención, así que son muy tolerantes cuando fallo en algo. Y lo mismo pasa con Gail.

      –¿Y no imaginas que alguien que te quiera haría lo mismo?

      –Supongo que nunca lo había visto así –admitió.

      –Pues volvamos a hablar de nosotros. ¿Te da miedo que nos metamos en la cama o que tengamos una relación? Porque llevo esperándote mucho tiempo, Jess, así que podemos ir al ritmo que te haga sentir más cómoda –la miró fijamente–. ¿O ya estás intentando poner obstáculos?

      ¿Era eso lo que estaba haciendo? Era posible. Había ido a la consulta de Will esa noche porque no había podido convencerse de mantenerse alejada. Había querido algo de él cuando había cruzado esa puerta… ¿tal vez sexo sin complicaciones? ¿O ya había sabido que nada sobre su relación con Will estaría carente de complicaciones? ¡Había tantos sentimientos sin explorar entre ellos! El hecho de que él estuviera allí sentado pacientemente mientras ella discutía sobre sí misma resultaba irritante, pero así era Will. Estaba claro que había construido su carrera a base de tener paciencia con sus pacientes.

      –No lo sé –admitió finalmente–. Esto es mucho más complicado de lo que creía que sería. ¿Tú sabías que sería tan difícil?

      Él sonrió.

      –Lo sabía. Eres una mujer complicada, en ese aspecto no me he llevado ninguna sorpresa.

      –Entonces, ¿por qué te molestas conmigo? –cuando Will se rio, lo miró muy seria–: No, lo digo en serio. De verdad quiero saberlo.

      –Porque nunca he conocido a otra mujer que me haya desafiado como lo haces tú, que eres sexy y vulnerable y mucho más fuerte de lo que piensas. Supongo que una parte de mí quiere ser el hombre que está ahí cuando por fin te veas como la asombrosa mujer en la que te has convertido.

      Los ojos de Jess se llenaron de lágrimas ante sus dulces palabras y la sinceridad oculta tras ellas.

      –¿Así es como me ves? ¿Como una mujer asombrosa?

      –Por supuesto.

      –¿Por qué? Tienes que ser consciente de todos mis defectos.

      ¿Tengo que hacerte una lista?

      –¿Estás pensando que puedes asustarme si lo haces?

      –Tal vez.

      –¿Cuánto tiempo hace que nos conocemos, Jess?

      –De toda la vida, prácticamente.

      –¿Crees que hay mucho sobre ti que yo no sepa? Te he visto en todas las circunstancias imaginables y lo que no he visto, ya me lo han contado otros.

      Ella quería creer que había visto sus peores defectos, que había comprendido sus errores más desastrosos, y que le había gustado de todos modos, pero ¿cómo era posible?

      –Tal vez solo estás diciendo eso para poder llevarme a la cama –le acusó–. Algunos hombres lo hacen o dicen lo que haga falta para lograrlo.

      Él se mostró algo dolido por el comentario.

      –Yo no soy como la mayoría de los hombres. Además, tal vez solo veo tus fallos como una parte importante de quien eres –cuando ella se quedó en silencio, él suspiró y continuó–: De verdad desearía que pudieras verte a través de mis ojos. Ojalá supiera cómo hacerlo posible porque hasta que no lo hagas, siempre dudarás que eres una persona digna de amar.

      Jess no podía negar lo que él estaba diciendo. Se había pasado toda la vida, desde que su madre los había abandonado, centrada en lo que tenía de malo, en lo problemática que resultaba. Fue un patrón que estableció a la tierna edad de los siete años y que se reforzó con los años.

      No es que creyera que nadie pudiera amarla, porque estaba claro que sus padres y sus hermanos la querían, pero era un amor que siempre había visto vinculado a una alta dosis de tolerancia e incluso a un sentido de la obligación familiar. Si alguna vez tenía una relación seria con un hombre, querría más. Querría afecto sentido de verdad. Nada bueno saldría de una relación en la que sintiera una constante necesidad de estar poniendo a prueba el amor de ese hombre.

      Will la miraba como si supiera exactamente en qué estaba pensando.

      –¿Y bien? ¿Vas a salir corriendo antes de que hayamos empezado o vas a darnos la oportunidad que nos merecemos? Lo único que tienes que hacer es tener fe y dar el salto.

      –Sería más fácil saltar por encima del monumento a Washington de un solo bote.

      –Vamos. Tienes lo que hace falta, Jess. Lo creo, aunque tú no. Confía en mí solo por esta vez.

      –Confío en ti –dijo sabiendo que eso sí que era verdad.

      –Entonces, ¿volverás a salir conmigo? Iremos muy despacio, si hace falta. Almuerzo, una película… sin presiones.

      –¿Puedo ir con carabina? –preguntó un poco en broma.

      Él sonrió.

      –Si tienes que hacerlo, sí. Pero, por favor, que no sea uno de tus hermanos. No creo que pudiera soportar la humillación.

      Ella se rio y, de pronto, se sintió mil veces más relajada.

      –Yo tampoco podría. Supongo que lo de las carabinas lo haremos de manera improvisada.

      –¿Qué te parece si me paso por el hotel mañana por la tarde? Podemos ir a tomar un helado o un café o algo. ¿No será tan aterrador tomar un helado de chocolate o un capuchino conmigo, verdad?

      –No, a menos que intentes llevarme a tomarlos a una cafetería de París.

      –¿Es eso lo que quieres, Jess? –le preguntó a pesar de que ella había bromeado–. ¿Que te lleve a algún lugar romántico?

      –¿No es eso lo que toda mujer desea en secreto? ¿Que la hagan sentirse como si estuviera caminando por las nubes?

      Él asintió pensativo.

      –Una buena lección. Tendré que tenerlo en mente.

      «Sí, claro», pensó Jess. Ningún hombre sería menos dado a cometer un gesto tan extravagante. Aunque no tenía ni idea de cuánto ganaba con su consulta o con Almuerzo junto a la bahía, Will siempre había vivido de manera sencilla en un pequeño apartamento decorado con muebles y adornos usados. Su coche tenía, al menos, diez años de antigüedad, su ropa de trabajo, aunque cara y con estilo, no ocupaba probablemente ni la mitad del armario, y en sus días libres estaba segura de que seguía llevando los vaqueros desteñidos que tenía desde la adolescencia.

      –Debería volver al hotel –dijo a pesar de no querer que la noche terminara.

      –Te llevo.

      –No

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