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      Jess pensó en ello y supo que era verdad y que, aun así, a pesar de saberlo, Will quería estar a su lado. Eso le decía mucho sobre lo profundos que eran sus sentimientos.

      De vuelta en el puesto de la fundación, Jess vio a su tío junto a Connie, mirándola mientras ella vendía un libro y charlaba con un cliente. En sus ojos había una calidez que había estado ausente desde que había terminado su segundo matrimonio.

      –Míralo –dijo dándole un codazo a Will en el costado–. Está coladito por ella, ¿verdad?

      Will los miró a los dos y sonrió.

      –Es agradable ver algo así. Connie merece tener alguien especial en su vida. Ha estado sola demasiado tiempo.

      –Mi tío no tiene el mejor historial del mundo en lo que respecta al tema de las mujeres. ¿Y si le hace daño?

      Will la miró.

      –¿Te preocupan los dos?

      –Un poco. Quiero a mi tío y Connie es una de mis mejores amigas. Quiero verlos felices a los dos, pero ¿juntos? No sé… Da un poco de miedo.

      Will se rio.

      –¿Crees que todas las relaciones dan miedo?

      –¿Tú no?

      –De acuerdo, tienes algo de razón, pero el único modo de tener amor en tu vida es tener un poco de fe. De lo contrario, te quedas ahí sentado viendo tu vida pasar.

      –Pero hay que buscar la compatibilidad. ¿No es eso lo que haces en Almuerzo junto a la bahía?

      –Piensa en ello un minuto. Thomas y Connie tienen muchas cosas en común. No son una pareja de jovencitos que van por ahí correteando y haciendo cosas impulsivamente. Seguro que han sopesado los pros y los contras.

      Jess lo miró incrédula.

      –¿Tú has sopesado los pros y los contras conmigo?

      Will sonrió.

      –Por supuesto.

      –¿Y cuál ha sido el resultado?

      –Ya sabes la respuesta a eso.

      –¿Más pros que contras?

      –Sí, Jess –respondió pacientemente con mirada divertida–. Solo tienes una cosa que va en tu contra… al menos para mí.

      Curiosa, a pesar de no querer tener esa conversación con él, le preguntó:

      –¿Y qué es?

      –Que no tienes ni la mitad de fe en ti misma que yo tengo en ti.

      Sorprendentemente conmovida por sus palabras, miró a otro lado, pero Will le movió la barbilla con un dedo para que lo mirara.

      –Tienes mucho que ofrecerle a un hombre, Jess. A cualquier hombre. Espero que ese hombre sea yo, pero si las cosas no salen bien, por favor, no lo olvides.

      –¿Lo dices en serio?

      –Nunca he dicho nada que no fuera en serio –le aseguró.

      –Pero soy una apuesta terrible, Will. Sí, de acuerdo, sé que esto es justo lo que estabas diciéndome, pero tengo que admitirlo. Mi historial de citas apesta.

      –¿Y no crees que lo sé? Pero eso es porque eran los chicos equivocados.

      –Abby me ha dicho lo mismo, pero ¿y si os equivocáis los dos? ¿Y si la culpable soy yo?

      Él la miró a los ojos de un modo que derritió algo que ella no sabía que tuviera helado: su corazón.

      –No es por ti. Lo sé, Jess. Lo sé.

      Parecía tan seguro, resultaba tan reconfortante, que la dejó casi convencida de que, tal vez, había llegado el momento de tener fe y dar el salto.

      Capítulo 12

      Will se mantenía a un lado junto con Connor echándole un ojo al pequeño Mick mientras las mujeres se ocupaban de sus respectivos puestos. Incluso Jess había entrado en acción y estaba recaudando donaciones para la fundación de su tío. Vio que Connor estaba mirándola lleno de arrepentimiento.

      –Jess estará bien –le dijo Will intentando reconfortarlo.

      –Ni siquiera me ha mirado cuando habéis vuelto.

      –Está dolida por el hecho de que hayas pensado que había perdido a Mick, pero eso es todo. Confía en que estás de su lado y de pronto, por un instante, has sido como todos los demás, la has juzgado precipitadamente.

      –He temido por mi hijo.

      –Ella lo sabe, pero eso no hace que le duela menos.

      –¿Qué hago? He intentado disculparme.

      –Dale tiempo. Los dos ya habéis tenido discusiones antes.

      Connor sacudió la cabeza.

      –Esta vez es distinto. Es como si le hubiera arrebatado algo y ella no pueda perdonármelo.

      Will sabía que Connor hablaba en serio, pero intentó animarlo de todos modos.

      –No te pongas dramático. Esto pasará, Connor. Te lo garantizo.

      –No sabía que los loqueros también dierais garantías.

      –Bueno, es verdad que cuando estás tratando con clientes especialmente testarudos, imposibles y hasta los que es difícil llegar, no nos gusta prometer mucho, pero ya que los O’Brien sois tan razonables, creo que es seguro hacerlo –dijo con ironía.

      –Muy gracioso –dijo con tono animado–. Pero hablo en serio. ¿Debería disculparme otra vez? Odio que me mire así, como si me atravesara y viera en mi interior.

      –Ey, no hay nada malo en una disculpa sincera o en arrastrarse un poco. Si sientes que tienes que hacerlo, no lo dudes. Pero recuerda que le has hecho daño, de eso no hay duda. Aunque no sé si hoy Jess está de humor para perdonar nada.

      –Bueno, tendré que hacer algo. Esas miradas que me lanza están matándome. Échale un ojo al pequeño Mick, ¿de acuerdo?

      –Hecho. Puede que se mueva deprisa, pero mis piernas son más largas. No se alejará de mí.

      Vio a Connor acercarse a Jess, decir algo para llamar su atención y titubear cuando ella le lanzó una mirada acusatoria, de dolor y traición. No pudo oír lo que Connor estaba diciendo, pero al rato los labios de Jess se curvaron en una pequeña sonrisa. Le dio un empujón a su hermano y empezó a reírse.

      –¡Parad ya, vosotros dos! –ordenó Heather con el tono que solía emplear para llamar la atención de Mick–. Si vais a empezar a pelearos, no lo hagáis en mi puesto.

      –Lo siento –murmuró Connor besando la mejilla de su mujer mientras Will se acercaba con el pequeño Mick corriendo a su lado–. Tenía que arreglar las cosas con Jess y le he dicho que podía pegarme, si quería.

      Heather sacudió la cabeza y los miró con indulgencia. Después, se giró hacia Jess.

      –¿Y lo único que le has hecho ha sido ese empujoncito? Me avergüenzo de ti. Deberías haberle dado un buen puñetazo en la barbilla por haberte hecho sentir así de mal.

      –Ey, ¿tú de qué lado estás? –le preguntó Connor a su mujer.

      –En este caso, del lado de tu hermana.

      –Gracias –dijo Jess con solemnidad y los ojos brillantes. Se giró hacia Will–. Supongo que tú has tenido algo que ver para que se haya arrastrado y se haya disculpado.

      –Puede que le haya mencionado que arrastrarse siempre es una opción, pero te aseguro que la invitación para pegarlo ha sido suya. Normalmente no apruebo la violencia física, por mucho que se requiera. ¿Todo está resuelto ya?

      Connor

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