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      Jess sonrió.

      –Sí, supongo que sí.

      Connor miró hacia Will y luego a ella, fijamente.

      –Entonces tal vez deberías escuchar un consejo de hermano.

      –No –dijo Jess alzando la barbilla con terquedad.

      –Alto ahí –le advirtió Will.

      –Solo iba a decirle que debería pararse a fijarse en ti –protestó Connor.

      Heather suspiró.

      –Connor, te quiero, pero Will tiene razón. De verdad no sabes cuándo parar.

      –Solo estoy diciendo…

      –¡No quiero oírlo! –dijo Jess con énfasis.

      –Y yo no necesito que intercedas por mí –añadió Will y se giró hacia Jess–. ¿Quieres comer algo?

      –Sí, por favor.

      Solo cuando estaban alejándose juntos, Will se fijó en la expresión de Connor y tuvo la sensación de que su artero amigo había jugado muy bien su mano.

      Jess reconoció que había sido manipulada por un maestro: su hermano.

      –Connor acaba de echarme a tus brazos prácticamente y se ha ido de rositas, ¿verdad?

      Will se rio.

      –Sí.

      –¿Quieres volver y pegarlo? Creo que podría derribarlo con tu ayuda.

      Will enarcó una ceja.

      –¿Tan infeliz te hace pasar un rato conmigo?

      Ella pensó un segundo en la respuesta y admitió:

      –La verdad es que no.

      –Pues eso es un paso –dijo él con satisfacción.

      –No seas engreído. Me ha gustado tenerte de mi lado antes y me ha gustado verte con el pequeño Mick. Pareces cómodo con los dos.

      –¿Y por qué no iba a estar cómodo contigo?

      –Porque yo no he sido muy amable contigo últimamente.

      –Estás siendo precavida y lo entiendo.

      Jess pensó en lo que Gail le había dicho sobre tener un hombre que de verdad comprendiera a su pareja y por primera vez pudo ver como un aspecto positivo el hecho de que Will la entendiera y que tuviera esa ilimitada paciencia con ella.

      –¿Y qué me dices de Mick? ¿Estás cómodo con los niños en general?

      –Más me vale si voy a seguir viéndome con los O’Brien.

      Hay nietos por todas partes.

      Ella se rio.

      –¿Sí, verdad? ¿Y qué me dices de ti? ¿Quieres hijos?

      –Por supuesto.

      Lo miró asombrada.

      –Lo has dicho sin dudar lo más mínimo.

      –Porque tener una familia siempre ha sido mi sueño –la miró con curiosidad–. ¿Y tú?

      Jess no tuvo una respuesta inmediata. Temía que si decía lo que se le había venido a la mente, fuera demasiado revelador y le diera a él algo que analizar. Por desgracia, Will era demasiado perspicaz.

      –Jess, ¿te preocupa no poder ocuparte de tus hijos? ¿Lo que acaba de pasar con Connor ha reforzado ese temor?

      Odió que Will hubiera dado en el clavo…, pero le encantaba que la conociera tan bien. Sus reacciones ante ese hombre se estaban volviendo cada vez más confusas.

      –Sí. Me encantan todos los niños de esta familia y una parte de mí sueña con ser madre, pero no estoy segura de cómo debe actuar una madre. Lo único que sé es que no se marcha como hizo la mía.

      –Es verdad que durante un tiempo, Megan no fue el mejor ejemplo. Su marcha fue más dura para ti porque eras muy pequeña, pero fíjate en los ejemplos que han supuesto para ti Abby y Nell. No podrías hacer nada mejor que aprender de ellas.

      –Supongo –dijo, aunque aún albergaba muchas dudas–. Y después está lo del déficit de atención. Sé que me he enfadado con Connor por sugerir que me había olvidado de Mick, pero podría pasar, Will.

      –No –contestó él con seguridad.

      –¿Cómo puedes estar tan seguro?

      –Porque sé la mujer tan cuidadosa que eres, y el hecho de que seas consciente de que puedes distraerte con facilidad hará que actúes con más atención. Tus hijos serán afortunados, Jess.

      A ella le sorprendió el comentario.

      –¿Suerte? ¿Por qué?

      –Porque eres impulsiva e impredecible.

      –Creía que eso era negativo.

      –No para un niño. Serás la mamá más divertida.

      –Pero los niños necesitan estabilidad y seriedad.

      –Y por ello tú necesitas un hombre serio, estable y formal.

      –Como tú.

      –Por supuesto –dijo con los ojos centelleando–. Exactamente como yo.

      Ella sacudió la cabeza.

      –¿Qué voy a hacer contigo?

      Will sonrió ampliamente.

      –Me parece que las posibilidades son infinitas.

      Por primera vez desde que habían dado comienzo a ese cauto juego, Jess se relajó y se permitió recordar que Will y ella tenían tras de sí una larga amistad. ¿Cómo había podido olvidarlo?

      Había algo distinto en Connie, aunque Thomas no podía decir qué. Sus ojos brillaban más y sus mejillas se veían más rosadas. Por fin vio que llevaba maquillaje por primera vez desde que la conocía y algo le dijo que se lo había puesto para él. Sonrió.

      –Hoy estás especialmente adorable –le susurró al oído y el rosa de sus mejillas se intensificó hasta adoptar un profundo rojo que ningún maquillaje del mundo podía ocultar.

      –¡Para ya!

      Él se rio.

      –¿Que pare qué? ¿Que pare de lanzarte cumplidos?

      –Sí.

      –Pues solo dejaré de hacerlo cuando tú dejes de estar tan preciosa. Me robas el aliento.

      Ella lo miró con exasperación y las manos en las caderas.

      –Llevo años oyendo hablar del talento de los O’Brien para la zalamería, pero nunca había sido la receptora de tanta adulación.

      –No es zalamería, es la pura verdad –insistió.

      –Bueno, ya sea verdad o ficción, eres de lo más inoportuno. ¿Es que no te das cuenta de que estamos rodeados por tu familia?

      –¿Y?

      –Que son famosos por ir contándolo todo –le recordó.

      Thomas se rio.

      –No hay nadie en la familia cuyas opiniones me importen. ¿Y tú?

      Ella parecía sorprendida por su actitud.

      –¿De verdad estás tan seguro de que no vayan a quedarse impactados cuando descubran que estamos saliendo?

      –Que sepas que te considero una mujer perfectamente respetable –dijo disfrutando al ver cómo se le encendían las mejillas de nuevo.

      –No es a mí a quien cuestionarán –le contestó indignada–. Eres tú el que tiene mala reputación.

      –¿Mala?

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