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casi se apartó, pero entonces se dio cuenta de que le gustaba sentir sus dedos alrededor de los suyos. ¿Cómo había podido olvidar lo dulce y sexy que podía ser un gesto así?, pensó invadida por las nuevas sensaciones que estaba sintiendo al lado de ese hombre.

      Una vez en el coche, abrió la puerta, esperó a que ella se sentara tras el volante y se agachó para darle un casto beso en la frente.

      –Conduce con cuidado.

      Jess lo miró a los ojos y en ellos vio el inconfundible deseo de un hombre que quería mucho más que un beso de buenas noches.

      –¿Quieres seguir hasta el hotel?

      –Más de lo que puedas imaginarte, pero no esta noche. No estás preparada.

      –Creo que lo estoy.

      –No lo suficiente. Tienes que estar segura –dijo guiñándole un ojo–. Y lo estarás.

      –Eres muy arrogante –murmuró.

      –Estoy seguro de mí mismo. He sido paciente mucho tiempo, así que no me hará ningún daño adquirir un poco más de experiencia con esa virtud.

      –¿Es esta una de esas lecciones de vida que impartís los psicólogos?

      –Sí –dijo y sonrió–. O podría ser solo una revancha. Nos vemos mañana por la tarde y podremos discutirlo más detenidamente.

      Se apartó, cerró la puerta con cuidado y esperó a que arrancara el coche y se alejara. Jess miró por el espejo retrovisor y vio a Will de pie en mitad de la calle, mirándola. Le gustó creer que él estaba lamentando esa actitud tan noble de no haber vuelto con ella al hotel.

      Cuando Jess bajó de su suite en el hotel el sábado por la mañana, Abby y Bree estaban esperándola en el vestíbulo.

      –Desayuno en el comedor –dijo Abby enganchándola de un brazo. Bree iba tras ellas con gesto divertido.

      –¿De qué va esto? –preguntó Jess–. Sé que últimamente no he causado ningún problema por aquí. Ese contable que contrataste me llama la atención incluso cuando olvido darle el recibo de compra del boli que los clientes usan para registrarse.

      –Bien por él. Para eso le pagan –dijo Abby.

      –No has hecho nada malo. Aparte de, tal vez, haber perdido la cabeza.

      –¿De qué estás hablando?

      –De ti y de Will –apuntó Abby–. Primero, el beso del que tanto se ha hablado, y después me entero de que vais a cenar los dos en una agradable esquinita del Brady’s hasta que llegue la hora de cerrar. ¿Cómo es posible que nos hayamos enterado por otros? ¿No deberías habernos llamado para confiarnos tu ardiente cita?

      –La cena, que surgió en el último momento, no es de vuestra incumbencia.

      –Somos tus hermanas –contestó Bree–. Deberías contarnos estas cosas.

      –¿Es que tenéis alguna pega a que salga con Will?

      A Abby se le iluminaron los ojos.

      –¿Entonces estáis saliendo? ¿No fue algo repentino e improvisado?

      –Lo de anoche fue algo repentino e improvisado, pero por norma general ese no es el estilo de Will. Podría ser un problema.

      –No lo dirás en serio –protestó Abby–. Will es exactamente la clase de hombre que necesitas. Es tranquilo y de fiar –alzó una mano antes de que Jess pudiera responder–. Lo cual no significa que sea aburrido, si eso era lo que ibas a decir.

      Jess pensó en su cena, que había sido de todo menos aburrida. Es más, había habido chispas, pero, por desgracia, la noche había terminado con ese casto beso en la frente y había resultado de lo más frustrante.

      –¿Pero te gusta de verdad? –le preguntó Bree–. Para serte sincera, cuando Jake se enteró de esto, no se puso muy contento. Cree que le romperás el corazón a Will.

      –No voy a romperle el corazón a Will –respondió poniéndose a la defensiva–. Al menos, no a propósito. ¡Pero si solo hemos tenido una semi cita y podría decirse que no ha sido oficial! Y no cuenta como una cita porque me presenté en su consulta a la hora de cenar y seguro que me dijo que saliéramos porque le parecía lo más correcto –esa era su historia y pretendía ceñirse a ella. Era mucho menos complicado que la verdad–. De todos modos, ¿por qué cree Jake que esto es asunto suyo? Dile de mi parte que su opinión no cuenta.

      –Él no estará de acuerdo –dijo Bree–. Will y él son íntimos amigos. Y no estaba diciendo nada que Connor o Kevin no hubieran dicho cuando se enteraron, aunque al parecer, Connor ya lo veía venir desde hacía tiempo y Kevin había empezado a sospechar que pasaba algo cuando ayudó en el hotel la semana pasada.

      –¿Es que todos tenéis una clase de reunión familiar en mitad de la noche y se os olvida decírmelo? –preguntó irritada. Había sido el objetivo de más de una intervención familiar en su vida y no le gustaba.

      –Estamos hablando de los O’Brien –le recordó Abby–. Ya sabes que en esta familia las noticias vuelan y llevan semanas bullendo. Ahora ya han llegado a su punto máximo.

      –Esta cena fue anoche y ni siquiera son las nueve de la mañana –dijo exasperada y mirando a su hermana mayor–. Y, por cierto, ¿por qué estáis agobiándome con esto? Creía que estabais de acuerdo.

      –Y lo estoy, siempre que actúes con cautela. Por lo que oí anoche, las cosas parecen estar yendo muy deprisa. Esa podría haber sido la fuente.

      –¿Qué fuente? ¿Cómo se ha corrido la voz?

      –Había imágenes incluidas en los mensajes de texto –explicó Abby sonriendo.

      Jess la miró con incredulidad.

      –¿Quién nos vio, el FBI?

      Abby se rio.

      –Papá. Mamá y él estaban cenando en Brady’s cuando llegasteis. Se quedaron un rato para ver qué pasaba y después nos pusieron a todos en alerta. Ya conoces a papá; se enorgullece de estar a la última en lo que respecta a los cotilleos de la familia. Si es el primero en descubrir algo, lo considera un triunfo de padre de lo más importante, y por supuesto, le encanta compartir lo que descubre.

      –¡Oh, Dios! Eso significa que se van a presentar aquí…

      –Y ya mismo –dijo Bree animadamente mientras Mick y Mega cruzaban el comedor y sacaban unas sillas para sentarse con ellas.

      –¿Alguna novedad? –preguntó Mick.

      Jess se levantó y los miró a todos enfadada.

      –Ni una sola cosa, excepto que oficialmente renuncio a ser una O’Brien.

      Su madre se rio.

      –No creo que puedas hacer eso, cielo. Yo lo intenté y mírame ahora –le dio la mano a su marido.

      –Todo el mundo tendría suerte de ser un O’Brien. Nos preocupamos los unos de los otros.

      –Nos enfadamos los unos con los otros. Me voy a trabajar.

      Le diré a la camarera que os ponga el desayuno a mi cuenta. Divertíos diseccionando mi vida y contadme qué habéis concluido.

      Salió del comedor, fue directa a su despacho y llamó a Will.

      –Prepárate. Al parecer, somos la última noticia.

      –¡Me lo temía! –dijo resignado–. Acabo de ver a Jake y Mack en Sally’s y estoy seguro de que han olvidado que soy yo el acreditado para dar consejos.

      –¿Quieres considerar la idea de mudarte a Háwai?

      –¡Qué va! Me gusta estar aquí. Es más, acaba de empezar a ponerse interesante.

      Jess se rio y fue relajándose.

      –Sí,

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