Скачать книгу

tanto en años. Thomas tenía una forma maravillosa de contar historias suyas y de la familia O’Brien y de reírse de sí mismo.

      Ella estaba sentada en su despacho en el vivero de su hermano intentando empaparse de entusiasmo para llamar a un cliente y explicarle que no era posible plantar palmeras en Maryland y esperar que sobrevivieran al invierno, cuando Jess entró.

      –Tienes pinta de estar tan deprimida como yo –comentó Jess levantando una silla sobre pilas de catálogos de semillas en la abarrotada habitación y se sentó–. ¿En qué estás pensando?

      Ya que solo la idea de hablar de lo que sentía por Thomas con una O’Brien le ponía los pelos de punta, Connie optó por una evasiva.

      –Solo estoy hasta arriba de trabajo.

      –¿Seguro que no tiene nada que ver con mi tío?

      Connie fingió asombro con la esperanza de sonar convincente.

      –¿Te refieres a Thomas? ¿Por qué iba a tener algo que ver con él mi estado de ánimo?

      –Podría haber estado refiriéndome a Jeff, así que el hecho de que hayas pensado directamente que estaba hablando de Thomas es muy revelador.

      –¡Oh, por favor! ¿Qué clase de asuntos podríamos tener Jeff y yo en común?

      –Asuntos de paisajismo –improvisó Jess–. Tiene muchas propiedades por el pueblo.

      –No tengo nada con Jeff, ni con Thomas. No sé de dónde te has sacado semejante idea.

      –Porque, a juzgar por lo que he oído, saltan chispas cada vez que los dos estáis en el mismo sitio.

      Connie suspiró.

      –Has estado hablando con Connor.

      Jess sonrió.

      –Y con Kevin. Y creo que Heather también ha mencionado en alguna ocasión cómo se te ilumina la cara cuando lo ves. Yo misma lo he visto, amiga mía, y corre el rumor de que os han visto a los dos en Easton cenando hace unas semanas.

      Connie gruñó.

      –Eso es muy humillante. Podría haber jurado que no nos había visto nadie de la familia.

      –Y no os ha visto nadie. Mi chef, Gail, y su marido salieron una noche. Ella quería probar un restaurante nuevo y había oído que ese sitio tenía un gran chef, y ya sabes lo competitiva que es.

      –No la vi –dijo Connie disgustada al darse cuenta de que no había tenido ojos para nadie más que para Thomas.

      –No creo que estuvieras prestando mucha atención a lo que te rodeaba –bromeó Jess–. Por supuesto, ya me hacía una ligera idea de lo que estaba pasando gracias a lo que me decían mis hermanos y a lo que yo misma veía, pero esto acaba de confirmármelo.

      –Podría tener que matarlos. Sabía que se imaginarían lo que sentía, pero no creía que fueran a contarlo.

      –Son O’Brien. Ninguno podemos guardar un secreto, seguro que ya te has dado cuenta. Bueno, ¿y qué vas a hacer? ¿Por fin estáis saliendo de verdad? Creo que sería genial si lo hicierais, por cierto. El tío Thomas necesita una mujer fuerte y maravillosa que comparta sus intereses.

      –Cenamos –dijo Connie y añadió–: Y hemos almorzado un par de veces, además de tomar café de vez en cuando.

      Jess se rio.

      –Oh, para ya –murmuró Connie–. No es que esto se haya convertido en un gran romance ni nada parecido.

      –¿Qué piensas hacer para cambiar eso? –insistió Jess.

      –¿Yo? –preguntó Connie, horrorizada–. Nada.

      –¿No irás a quedarte esperando a que él haga algo, verdad?

      Porque ya puedo oír las tuercas girando en la cabeza de mi tío mientras evalúa cómo reaccionara la familia, sobre todo tu hermano, si comenzara a salir en serio contigo.

      Supongo que también le preocupa un poco el tema de la edad. Depende de ti demostrarle que el sentimiento es mutuo. –No sé si lo es. Quiero decir, sé que me siento atraída hacia él, pero por lo que sé, él simplemente está siendo amable conmigo. Seguro que solo está agradecido por la ayuda que le he prestado con las recaudaciones de fondos para la fundación. La cena de la otra noche fue amistosa, nada más.

      Pronunció esas palabras sin dejar que su frustración se reflejara en ellas. Ya le había hecho frente a una posible humillación al decirle a Thomas por adelantado que quería que fuera una cita, pero una vez que se habían visto en el restaurante, él se había comportado como todo un caballero y no había actuado más que como un amigo. No podía criticar sus modales, pero sí su pasmoso autocontrol. La relación estaba empezando a seguir el mismo camino extraño que definía la relación de Susie y Mack e incluso de Will y Jess. Y eso a ella le parecía preocupante además de frustrante.

      Jess puso los ojos en blanco.

      –¿Amistosa? No puedes ser tan ingenua. Si te invitó a cenar, eso ya es mucho. Toda mujer puede saber la diferencia entre la gratitud y la atracción. Sé que prácticamente vivías como una monja cuando Jenny tenía una edad impresionable, pero no hace tanto tiempo que llevas alejada del mundo de las citas.

      –Algunas mujeres que conozco no ven la diferencia entre la atracción y el interés profesional. ¿Quieres hablar de ese beso con Will en Brady’s?

      –No –respondió sonrojada.

      –Entonces supongo que no hay nada más que decir. Por cierto, ¿para qué has venido?

      –Estaba buscando un poco de distracción, para serte sincera. Mi próxima parada es el banco. Tal vez Laila esté más comunicativa sobre lo que está pasando en su vida. Es la única de nosotras que ha estado teniendo citas de manera activa desde que se registró en el servicio de citas de Will.

      –Yo he tenido un montón de citas –protestó Connie.

      –¿Has visto dos veces a alguno de esos hombres?

      –No, pero tampoco Laila. ¿Qué pretendes decir?

      –Ella sigue aceptando citas. Tú, no.

      –¿Y cómo demonios sabes eso? –preguntó indignada–. ¿Te lo ha dicho Will?

      Jess sonrió.

      –No. Era algo que suponía y tú me lo has confirmado –se levantó y le dio un beso en la mejilla–. Habla con Thomas. Pídele salir, si de verdad estás interesada en él. Te repito que vas a tener que tomar las riendas de la situación, al menos al principio.

      Se marchó antes de que Connie pudiera responder. Probablemente tenía razón, tal vez sí que necesitaba dar el siguiente paso, aunque hacerlo se le hacía demasiado peligroso para su gusto. Además, solo faltaban un par de semanas para estar juntos en un evento de recaudación de fondos que celebrarían en un festival del otoño y, con suerte, la decisión se la quitarían de las manos. De lo contrario, tendría todo un largo y solitario invierno al que sobrevivir sin ni siquiera contar con la posibilidad de tener algún encuentro con él.

      De camino al banco, Jess se pasó por Sally’s y compró un par de croissant de frambuesa junto con dos tazas de café para llevar. Pero antes de poder marcharse, se giró demasiado deprisa y casi se chocó de lleno con Will. Él la sujetó del brazo y ella se apartó de inmediato.

      –¿Qué estás haciendo aquí? Ni siquiera es mediodía.

      Will sonrió.

      –Suelo comprarme un café para llevarme a la consulta a primera hora de la mañana. ¿Y tú? ¿No sueles tomar algo en el hotel por las mañanas?

      –Esta mañana me apetecía cambiar. Voy de camino al banco a visitar a Laila.

      –Entonces no te entretengo. Que pases un buen día.

      Esa manera de despedirse la puso de los nervios y por un

Скачать книгу