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12 de septiembre de 2008.

      2 Cfr. Armando Sapori, La mercatura medievale, Sansoni, Firenze, 1972, pp. 57-60; traducción nuestra.

      3 El convite IV, XII 15-17, p. 660.

      4 Giacomo Leopardi, «Pensamientos» LXVIII, en Poesía y prosa, Alfaguara, Madrid, 1979, pp. 465-466.

      5 «Como columna adamantina, se alza tedio mortal, contra el que nada puede vigor de juventud, y no lo mueve dulce palabra de rosado labio, ni la mirada tierna, estremecida, de dos negras pupilas, la mirada, lo más digno del cielo entre mortales» (Giacomo Leopardi, «Al Conde Carlo Pepoli», vv. 71-77, en Cantos, Edición bilingüe de Nieves Muñiz Muñiz, Cátedra, Madrid, 1998, pp. 296-299).

      6 CENSIS, 44.° rapporto sulla situazione sociale del Paese. 2010, Ed. Franco Angeli, Milán, 2010, Presentación; traducción nuestra.

      7 Miguel Benasayag y Gérard Schmit, Las pasiones tristes. Sufrimiento psíquico y crisis social, Siglo XXI Editora Iberoamericana, Buenos Aires, 2011.

      8 Eugenio Montale, «El agave en el escollo», Huesos de sepia, Alberto Corazón Editor, Madrid, 1975, p. 101.

      9 Massimo Recalcati, Contro il sacrificio, Raffaello Cortina, Milán, 2017, p. 12; traducción nuestra.

      10 Ibid., p. 46.

      11 Ibid., p. 81.

      12 Ibid., pp. 121 y 129.

      13 Teodolinda Barolini, «Le Rime di Dante tra storia editoriale e futuro interpretativo», en Dante Alighieri, Rime giovanili e della Vita nuova, a cargo de Teodolinda Barolini, BUR, Milán, 2009, p. 39; traducción nuestra.

      14 M. Recalcati, Contro il sacrificio, op. cit., p. 115.

      UNA VIDA NUEVA

      En mi opinión, no se puede leer la Divina comedia sin considerar primero la Vida Nueva, porque la Comedia solo se comprende de forma adecuada a la luz de la historia del amor de Dante por Beatriz y del drama de su muerte. La muerte de Beatriz provoca en Dante una rebelión natural y muy humana, un sentimiento de injusticia. De ahí que quiera comprender si la vida es un fraude, un engaño inmenso o si, en cambio, aunque de forma misteriosa, se cumple en ella la promesa de bien que parece contener.

      Por eso, cuando Beatriz muere, para tratar de responder a esta pregunta, Dante relee su historia: reúne las poesías que había escrito, las comenta, las ordena al hilo de su experiencia y trabaja en ellas. Así nace su obra Vida Nueva. Vamos a leer juntos algún fragmento para entender mejor la misteriosa e increíble profecía con la que concluye. La obra empieza así:

      En aquella parte del libro de mi memoria, antes de la cual poco se podría leer, se encuentra una rúbrica que dice: Incipit vita nova. Bajo esa rúbrica están escritas las palabras que es mi intención reunir en este librito; y si no todas, al menos, su sentido.1

      [En aquella parte del libro de mi memoria, ante de la cual recuerdo muy poco, hay un breve título que dice: «Empieza una vida nueva». Tras ese título, encuentro allí grabados los poemas que pretendo transcribir en este librito; y si no todas, al menos el sentido que tienen en mi experiencia]

      Dante empieza afirmando, decididamente, el valor de la memoria. ¿Por qué? Porque el encuentro con Beatriz es el evento clave de su vida, por lo que, cuando intenta reunir sus recuerdos, empieza con esta afirmación, como si nos dijera: «La relación con Beatriz ha sido tan bonita que no puede terminar en nada, no puede morir, no puede perderse». ¿Y cuál es la extraordinaria función de nuestra memoria?

      Para responder a esta pregunta hay que empezar de lejos, partiendo de otra pregunta de la que esta depende. ¿Cuál es el problema que tenemos todos? Todos esperamos cosas grandes en la vida, esperamos que nos pasen cosas buenas y bellas, capaces de satisfacer de algún modo el deseo de felicidad que nos constituye. Y aunque muchas veces esto sucede, luego todo se acaba. Termina. Todo pasa. Entonces, ¿cuál es nuestro problema? Que nos gustaría que permanecieran, que no se pasaran. O que pudiesen volver a acontecer, a hacerse de nuevo presentes. Y es aquí donde entra en juego el valor de la memoria.

      En este momento, si cada uno de nosotros tuviera que definirse a sí mismo, ¿qué diría? ¿Qué palabras usaría? Yo digo que bastan las palabras «memoria» y «libertad» o, lo que es lo mismo, «historia» y «libertad». Porque cada uno de nosotros está constituido por su historia y por la libertad, que siempre se ejerce en el presente.

      En clase les decía a mis alumnos: «Imaginad que uno de nosotros, al salir de aquí, se cayese y se diera un golpe en la cabeza que le provocase amnesia, acabando con todos sus recuerdos, ¿cuál sería el resultado? No quedaría nada de él, no tendría nada que decir sobre sí mismo». Todo lo que sé de mí mismo, todo lo que soy, coincide con lo que llamamos «memoria».

      Para ayudarles a entenderlo les mostraba una película antigua, Excalibur, que cuenta las leyendas del rey Arturo y de los caballeros de la Mesa Redonda, y que tiene una escena espectacular sobre este tema. Arturo y sus caballeros han conseguido derrotar a todos sus adversarios y se reúnen en círculo para celebrar las batallas y las victorias. En un momento dado, aparece Merlín exclamando: «¡Deteneos! Fijaos bien en este momento… saboreadlo, regocijaos con gran alegría, […] recordadlo para siempre. Porque esto es lo que os une, sois un solo cuerpo bajo las estrellas. Así que recordad bien esta noche, esta gran victoria, para poder decir en los años venideros: “¡Yo estaba allí esa noche, con el rey Arturo!”. Porque la maldición de los hombres es que olvidan».

      Ahí entendí qué es la memoria. La memoria es procurar que la grandeza que se ha vivido, la belleza que se ha visto y el bien que se ha encontrado puedan permanecer para siempre y, de algún modo, repetirse. Es un deseo que tenemos todos. Tanto es así que Arturo, respondiendo al envite de Merlín, dice: «De ahora en adelante, para rememorar nuestro vínculo, nos reuniremos siempre en un círculo, para contar y oír las hazañas buenas y valientes… Haré construir una mesa redonda alrededor de la que nos reuniremos, con una bóveda por encima y un castillo sobre la bóveda». Y así surgirá Camelot, el castillo de los caballeros de la Mesa Redonda, que se reúnen para que el bien conquistado no se pierda, para que se pueda repetir su conquista. Esto es la memoria.

      Por eso digo que la mayor riqueza que tenemos es nuestra historia. Cuanto mayor es nuestra memoria, más rica y fuerte es nuestra personalidad. De hecho, la memoria es la facultad que nos ayuda a vivir el presente, porque acude al gran almacén que la constituye y saca de él ese encuentro, esa frase, esa palabra, ese acontecimiento, esa música… en resumen, lo que necesitamos. Así, paso a paso, día a día, nuestra experiencia se enriquece y nos hacemos mayores.

      Recapitulemos. Dante se ha enamorado, por lo que no quiere olvidar, quiere que ese amor dure para siempre. Por eso, la primera palabra que pronuncia, la palabra de la que parte, es la palabra memoria. Y dice: «Si voy con la memoria atrás en el tiempo, antes de ella [«antes de la cual», que obviamente se refiere a Beatriz], no recuerdo prácticamente nada [«poco se podría leer»]». Porque en la vida —que es esta espera de bien, de verdad, de belleza, de amor— es como si custodiásemos algo decisivo con el rabillo del ojo, como si esperásemos la evidencia clamorosa de algo grande, ¡como si un milagro estuviera siempre a punto de ocurrir! Ese es el punto que atrae nuestro afecto, el punto que responde a nuestra vocación, lo que nos atrae en la relación con la mujer y en la relación con los demás. Se podría sintetizar diciendo que la vida empieza realmente cuando sale a la luz ese punto.

      Tras una brevísima introducción, Dante empieza con el primer capítulo, donde cuenta cómo afloró en él ese punto, en el momento del primer encuentro con Beatriz.

      Nueve veces ya desde mi nacimiento había vuelto el cielo de la luz casi a un mismo punto, cuando a mis ojos apareció por vez primera la gloriosa señora de mis pensamientos, la cual fue llamada Beatriz por muchos que no sabían cómo se llamaba. Llevaba ya en esta

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