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capítulo sexto aborda el conflicto yugoslavo bajo el título: “La guerra de Yugoslavia y la literatura” de los años 90 entre pro-comunistas, socialistas, nacionalistas, cristianos, musulmanes, demócratas, minorías y mayorías étnicas, en los Balcanes.

      La literatura en tanto que —de manera general— práctica social, producto sensible e imaginario, conlleva diversas temáticas, y una es el conflicto armado, pretexto de la creación literaria para fines educadores, instructores, socio-transformadores, evasivos, estético y artísticos, entre otras funciones. Así es como el flagelo que fue la guerra yugoslava se convirtió en la idea inicial de creación literaria. Como tal, el mal que fue dicho conflicto, más allá de la intriga de las obras al respecto, ha sido representado estéticamente, para dejarse ver —semióticamente—, como el gran cinismo, el paroxismo de la inconsistencia y de las pasiones, o sea, estados desbordados de ánimo y de cosas de los años 90 al 2001 en el mundo y, en particular, en la ex Yugoslavia.

      El capítulo séptimo, “La literatura árabe (Arabia, Siria, Líbano e Irak)”, más allá de la presentación de literaturas nacionales, los autores hacen énfasis en la particularidad gráfica de cada una de estas literaturas que, a veces —y en la mayoría de los casos, excepto en Líbano— son literaturas en lengua árabe, esto es, que recurren a la escritura árabe y en el hecho de que son literaturas de influencia musulmana y categorizada en poesía, diario, cuento, relato autobiográfico, obras de teatro, epopeya, confesiones, novelas.

      Además de la categorización genérica, la literatura en estos tres países está ligada al compromiso del escritor con la ideología árabe de las entidades so pena de ser censurada, por lo que siempre manifiesta, implícita y explícitamente, la posición político-ideológica de su autor.

      “La literatura musulmana del Magreb” y “La narrativa musulmana de Egipto”, respectivamente, títulos de los capítulos octavo y noveno, van a la par, salvo que en Egipto, a lado de una literatura árabe, se desarrolla una literatura faraónica a cargo de literatos considerados como egiptólogos (incluye también a investigadores), mientras que en el Magreb la temática general divide entre temas de colonización, de-colonización, lo nacional, lo cultural y lo religioso (islámico).

      En ambos casos, la literatura egipcia y la magrebina están escritas ya sea en árabe o en francés, y el género narrativo ha sido siempre el más desarrollado.

      El décimo capítulo, “La literatura de Irán bajo el gobierno de los ayatolas”, merece todo mérito y mayor atención por abordar una categoría artística tan especial en un momento crucial de la vida de Irán, mejor bajo la llamada Revolución iraní.

      El capítulo undécimo, “El animismo y la islamización de África negra”, habla de una relación entre lo espiritual autóctono y lo religioso importado, es decir, entre el animismo y el islam traído por comerciantes árabes. El capítulo insiste en el encuentro de dos civilizaciones por medio de lo espiritual, encuentro que termina configurando una especie de sincretismos religiosos y culturales en África negra y principalmente, a nivel espiritual, de una religiosidad popular (una especie de mezcla de ritos y prácticas espirituales).

      Tocante el último capítulo del libro, “Narrativa india actual. La religión como fuente de conflictos (India y Paquistán)”, los autores con detenimiento realzan el tema de la espiritualidad; desde tiempos remotos, ha sido un verdadero obstáculo entre enpueblos de la India y de Paquistán y entre ambas naciones históricamente ligadas, de tal manera que dicha divergencia espiritual se ha ido convirtiendo en referente de creación literaria. En estos países se vive con frecuencia, a nivel social, el predominio de las creencias religiosas con trasfondos de integrismo, fundamentalismo de religión política.

      En conclusión, diremos con convencimiento que Wolfgang Vogt y Celina Vázquez, en este libro, operan mediante presentación, explicación, argumentación y análisis valorativo, una especie de actualización a nivel altamente investigativo-científico, de la evolución de los temas de islam, las culturas islámicas (consideradas en Occidente como periféricas), la relación bilateral entre Occidente europeo y Oriente islámico, la mujer en el islam, la esencia y el postulado de la literatura y la idea inicial motivo de su creación, las literaturas nacionales o regionales, la religiosidad popular y el fenómeno de la integración en las sociedades occidentales.

      Tales procederes de los autores no solo expresan su visión sobre los fenómenos tratados, sino que ensanchan la comprensión de los receptores del libro sobre los mismos hechos alejándolos de generalidades arbitrarias, y ponen de manifiesto motivaciones y sentidos que conllevan esos temas de actualidad.

      En fin, este libro aborda con seriedad y disciplina temas que siguen nutriendo la historia cultural mundial por lo que, sin duda alguna, es una de las versiones más logradas en estas dos primeras décadas del siglo xxi.

      1 Del chiismo, una corriente islámica que surge tras el fallecimiento del profeta Mahoma, al reconocer oficialmente a Alí como sucesor legítimo del profeta.

      Introducción

      El islam y la cultura occidental

      i

      En la mañana del 11 de septiembre del año 2001 fuimos sorprendidos con la noticia que cimbró al mundo y marcó el inicio de una nueva era en la geopolítica mundial. Cuatro aviones secuestrados se impactaron en edificios emblemáticos de Nueva York y Washington, símbolos de los poderes económico y político de los Estados Unidos de América y, en consecuencia, del mundo occidental. Como los ataques fueron reivindicados por el grupo fundamentalista Talibán, procedente de Afganistán, el gobierno norteamericano respondió con el envío inmediato de tropas.

      Este hecho perpetrado al inicio del tercer milenio nos mostró cuán frágiles eran las bases sobre las que se cimentaba la paz mundial. En el escenario aparecía un nuevo enemigo justificando sus acciones con un discurso religioso. Ya no era el comunismo liderado por Rusia, sino un adversario nuevo y desconocido que despertaba en Oriente Medio atacando de manera sorpresiva el centro del poder occidental. Para los atacantes se trataba de una guerra santa en el nombre de Alá, el misericordioso y el compasivo, en contra de los infieles; a lo cual el gobierno norteamericano, encabezado por George Bush, respondió con una cruzada contra el terrorismo bajo la consigna “In God we trust”. Poco tiempo después se difundió con mucha fuerza, aunque de manera no oficial, el rumor de que detrás de los atentados estaban judíos sionistas, quienes, por intereses económicos y políticos, habrían financiado y organizado los ataques. Este conflicto a nivel mediático se convirtió, tal cual, en una guerra de los dioses abanderada por grupos fundamentalistas de las comunidades religiosas descendientes de Abraham, que buscaban hacerle partícipe en una guerra sangrienta convocada en su nombre.

      Muy pronto, y de manera ininterrumpida, el discurso oficial norteamericano fue identificando a todos los musulmanes con el terrorismo, y fue así como lo conocimos quienes no teníamos otras referencias. Si bien los ciudadanos norteamericanos conocían al islam y sus practicantes por la presencia de comunidades desde décadas atrás, para los latinoamericanos se trataba de algo lejano y ajeno que conocíamos solo a través de películas o libros de historia antigua, que mostraban el exotismo de harenes, desiertos y turbantes. Las ideas que se difundieron en torno al islam lo asociaban, además, con la opresión a la mujer y el desprecio a la cultura occidental, generando temor y rechazo a una religión que nos era desconocida.

      Como se trataba de un conflicto que tenía muchas aristas,

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