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la confidencialidad y no realizar comentarios sobre otros deportistas, que crea en el cliente la sensación sanamente paranoica y protectora de que a él podría pasarle lo mismo. Conviene recordar que los psicólogos estamos obligados a pedir permiso por escrito si tenemos que compartir información con los entrenadores, padres o técnicos, y que solo podemos informar sobre aquello que nos han permitido. Así pues, tenemos que ser responsables y éticamente fiables, aunque consideremos que podemos «perder» si no hablamos, pues el fin último es una práctica profesional seria, honesta y basada en el conocimiento, que será lo que a la larga aportará el prestigio que el psicólogo del deporte merece.

      Respecto a esto último, conviene prestar especial atención a las redes sociales, que frecuentemente pueden ser usadas de forma indebida y causar graves problemas.

      Algunas relaciones profesionales se han roto por la pérdida de confidencialidad, por la exposición pública de información, independientemente del nivel del deportista. El narcisismo del psicólogo del deporte puede ser peligroso. Y finalmente, comentar que cuando un psicólogo publica un libro, da cursos o papers nunca debe dar nombres de deportistas.

      Como ya se ha comentado, en los deportistas profesionales o con conciencia de cambio, es decir, que tienen una implicación personal, es más fácil lograr la continuidad en el trabajo. En cambio, en los centros de alto rendimiento, en los centros médicos con asistencia psicológica gratuita, como el CAMD, en ocasiones los deportistas acuden a la consulta a consecuencia de una frustración previa, una derrota, una mala actuación deportiva; otras veces son obligados de alguna forma por sus entrenadores, o incluso acuden por sugerencia de los servicios médicos o fisioterapéuticos para afrontar algunas situaciones detectadas en dichos servicios: ataques de pánico ante la realización de pruebas de esfuerzo, miedo a que les ocurra algo malo mientras realizan dicha prueba, desadaptación a la realización de dichas pruebas fisiológicas con mascarilla para medir el consumo de oxígeno... Igualmente, también acuden deportistas con dificultades o posibles trastornos en la conducta alimentaria (Jaenes, 2011), lo que además conlleva el trabajo en equipo con médicos, personal de enfermería, fisioterapeutas, etc., o con huellas emocionales por las lesiones deportivas sufridas.

      Con aquellos deportistas que tienen poca conciencia de lo que está ocurriendo, que tienen dificultades para asumir que han sido enviados a la consulta del psicólogo, se sugiere trabajar con autorregistros sencillos, en los que el deportista se autoevalúa diferentes parámetros. También han demostrado ser muy eficaces para pasar de la precon-templación, en la que el deportista no es consciente del motivo por el que acude a consulta, a una etapa de contemplación, en la que aparece la conciencia de que hay algo que debe mejorarse o se es consciente de que existe un problema. En este punto, la preparación será más fácil, aunque es posible que aún no se pueda pasar a la acción, la siguiente etapa, pero ya existirían las bases para trabajar el cambio.

      A continuación, y para ilustrar este abordaje, se relatan algunos detalles de una intervención con una deportista de alto rendimiento, medalla en un campeonato europeo de su especialidad, que acude a la consulta enviada por su entrenador, ya que en las últimas tres semanas se ha desconectado claramente de los entrenamientos, a pesar de estar a tan solo tres meses de una importante competición. Su entrenador relata desgana y falta de implicación y sacrificio, lo que le está haciendo perder la intensidad necesaria en el entrenamiento. Cuando recrimina a la deportista por su actitud, esta contesta con enfado y culpa al entrenador de ver un problema donde no lo hay. Según este, hay falta de intensidad, bastante apatía, ausencia de un objetivo claro y, sobre todo, una carencia total de conciencia de lo que realmente está sucediendo y sus posibles consecuencias. Esto es lo que podríamos entender como fase de precontemplación. Si bien en un principio la deportista se resiste a consultar con el psicólogo, unas conversaciones con un compañero la persuaden y pide cita. Esto debe entenderse como un paso crucial para estar en la fase de contemplación, siempre y cuando no se haga por agradar al entrenador, por presión de este o por miedo a un castigo federativo.

      En la entrevista inicial se siguen las técnicas de psicoterapia dinámica breve (Trujillo, 2002, 2005) que, aunque su uso en psicología del deporte solo se ha descrito en un trabajo (Jaenes, 2010), pueden ser de gran utilidad en determinados casos. Esta psicoterapia se basa en el origen de los síntomas, entendidos como la expresión de un problema más profundo, y, por tanto, busca abordar el problema en cuestión, que en este caso se manifiesta en desgana para entrenar – apatía –, falta de implicación – desmotivación –, dificultad para ver lo que está ocurriendo y trastornos del humor – expresados con malas contestaciones, enfado, irritabilidad, incluso accesos de llanto descontrolado, que la deportista achaca a la mala relación que está surgiendo con su entrenador.

      Mediante la indagación, se van explorando las dificultades de la deportista, y pronto aparecen una serie de «defensas» que deben ser desmontadas una por una, dado que estas defensas patológicas no le dejan ver que verdaderamente existe un problema que no le permitirá rendir al máximo. El análisis de las primeras resistencias a la relación con el psicólogo permite que la deportista empiece a verbalizar la situación personal que no está dispuesta a afrontar y que ha derivado, desviado, hacia la relación con su deporte y desplazado hacia su entrenador.

      El trabajo de este conflicto y el uso de un autorregistro, que se muestra en la tabla 2-2, consiguieron cambiar la actitud de la deportista en los entrenamientos en tan solo dos semanas; tan solo tres días después de empezar la terapia se observó una mayor implicación en los entrenamientos, y el afrontamiento de la situación conflictiva de forma directa y sin desplazamientos llevó seis semanas, con una sesión semanal de una hora y cuarto de duración.

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      Una posibilidad de autorregistro es realizar una tabla en Excel®, donde se acuerdan con el deportista aquellas conductas o situaciones a las que debe prestar atención y que le ayudarán a tomar conciencia de la realidad, a mejorar. El deportista debe autoevaluarse diariamente de 0 (nada) a 10 (completamente), bien-mal o suficiente-insuficiente. Cuando sea necesario, y siempre con permiso del deportista, se puede pedir la opinión del entrenador.

      En el caso que hemos expuesto, después de tan solo tres sesiones con el psicólogo, la deportista contactó con este para decirle que ya era perfectamente consciente de todo lo que le venía diciendo su entrenador. Y un aspecto muy positivo fue ver que en los días previos la deportista había puntuado muy bajo en el criterio «implicación en el entrenamiento», lo cual le sirvió de motivación y le ayudó a establecer un objetivo: «a partir de mañana tengo que trabajar mucho más y mejor».

      La autoevaluación se utiliza en todos los trabajos en los que se pide al deportista que tome la responsabilidad de su propio entrenamiento y de los cambios que debe operar para mejorar.

      Otro aspecto relevante a tener presente al trabajar con atletas de medio fondo o fondo es el entrenamiento de las técnicas cognitivas de atención-concentración. Básicamente existen dos estrategias para los deportistas:

      ■ Asociación: supone correr o realizar una actividad deportiva atendiendo a las señales más relevantes, prestando atención a aquellos puntos, sensaciones, percepciones o aspectos de la tarea deportiva que hacen que el deportista esté centrado en la tarea. Y es el propio deportista el que debe elaborar su pequeña lista de cuáles son estos pensamientos, estas acciones.

      En el caso expuesto, implica, básicamente, prestar atención a los aspectos que ayudan a la deportista a centrarse en la carrera: el ritmo, observar la distancia a la que está el obstáculo y la posición de los contrarios..., con la idea de situarse en un lugar más cómodo y privilegiado.

      La asociación se usa más cuando se requiere concentración, cuando el deportista se da cuenta de que ha perdido el ritmo o necesita cambiarlo para adelantar a un rival o evitar que le adelanten. Por ejemplo, prestar atención

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