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      CAPÍTULO 2

      Propuestas prácticas de intervención en el rendimiento deportivo

      José Carlos Jaenes Sánchez

      La psicología del deporte tiene ya una larga experiencia en investigación e intervención, tanto internacionalmente, en forma de publicaciones y colaboraciones de diferentes psicólogos que publican con diferentes autores extranjeros, como en nuestro país, donde cada vez más autores extranjeros publican sus trabajos (Ede, Hwang y Feltz, 2011).

      En este capítulo reflexionaremos en torno a la intervención, tema que se ha abordado desde diversos puntos de vista. No hay más que ver los diferentes trabajos del primer número de la Revista de Psicología del Deporte, basado sobre todo en las intervenciones realizadas en diferentes deportes en los Juegos Olímpicos de Barcelona (1992), que supusieron el reconocimiento de la psicología del deporte en España, aunque ya hacía algunos años que se trabajaba en ello. Otros ejemplos son los Cuadernos de Psicología del Deporte y la Revista Iberoamericana de Psicología del Ejercicio y el Deporte, que publicó el segundo número de 2011 íntegramente en inglés con autores tan solventes como Deborah Feltz, entre otros.

      En la actualidad, las revistas publicadas en castellano (anteriormente citadas) tienen secciones de práctica profesional, ya sea explícita o implícitamente, y se han publicado diferentes libros en los que se exponen diversas formas de intervención en deportes específicos.

      A pesar de todo, conviene seguir buscando nuevos tipos de intervención que emanen directamente de la propia psicología del deporte y no sean simples técnicas que provengan de orientaciones conductuales, cognitivas, cognitivo-conductuales o psicofisiológicas. Los psicólogos del deporte deben ahondar en el análisis psicológico del entrenamiento y la competición, tal y como lo viene haciendo Riera (1985) desde hace largo tiempo. Desde una perspectiva interconductual, este análisis implica estudiar la variabilidad del fenómeno deportivo y el análisis de las diferentes interacciones que se dan en el deporte, así como los factores remotos, disposicionales y situacionales que ayudarán al psicólogo a trazar un amplio mapa donde poder señalar y elegir aquellas cuestiones más relevantes en el momento en que el deportista, entrenador u otros sujetos que intervienen en el acto deportivo le realizan la consulta, y así poder elegir el tipo de intervención más adecuado en cada caso. Y este es el ámbito que vamos a tratar en este capítulo, teniendo presente que el rendimiento es una tarea compleja donde converge, en un día y a una hora concreta, el trabajo de todas las personas que intervienen en la competición, no solo del deportista con el que trabajamos, tal y como puede verse en algunos trabajos sobre intervención en deporte (Jaenes, 2009, 2010) o los reseñados por Riera.

      Para continuar, es importante destacar que por rendimiento deportivo entendemos cualquier tipo de mejora en las habilidades, entrenamiento y consecución de mejores marcas y tiempos, sin circunscribirnos al deporte profesional, sino a cualquier nivel deportivo. Conviene señalar, además, que uno de los grandes consumidores de los servicios de asistencia psicológica son los deportistas que participan en competiciones de nivel autonómico y nacional, sin tener que ser necesariamente deportistas internacionales u olímpicos (Jaenes, 2010).

      También es importante puntualizar sobre el denominado «entrenamiento psicológico», dado que gran parte de las intervenciones que se llevan a cabo, como por ejemplo en el Centro Andaluz de Medicina del Deporte (CAMD), son de este tipo. El entrenamiento psicológico es una forma más de entrenamiento deportivo que poco a poco se ha insertado en el trabajo de muchos deportistas y equipos (Olmedilla, Ortega, Andreu y Ortín, 2010) como parte de una preparación integral, donde, al tiempo que se entrenan las habilidades técnicas, tácticas o estratégicas, o mientras se hace el trabajo básicamente físico, se incide en la práctica de habilidades psicológicas como la atención, la concentración u otros aspectos derivados del concepto de personalidad resistente (Jaenes, 2009; Jaenes, Godoy-Izquierdo y Román, 2008, 2009).

      El mismo Riera (1985) ya indicaba el camino a seguir para dedicarse al deporte, tema en el que han abundado magistralmente Dosil y Garcés de los Fayos (2008). La idea principal de su libro es que el profesional, esto es, el psicólogo deportivo, también debe ser de alto rendimiento, y en la literatura rara vez se han analizado las competencias que este debe tener para poder trabajar con deportistas que buscan la excelencia. ¿Estamos cualificados para trabajar con un deportista que posee un récord mundial?, ¿sabemos lo suficiente como para tratar con un equipo de fútbol de primera división o con el equipo femenino de waterpolo, que consiguió una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres (2012)? Si trabajamos en situaciones parecidas, vamos a tener que dar respuesta a muchas preguntas, y estas no podrán ser las mismas que las que diera cualquiera otro profesional dedicado a la psicología general. Tenemos que estar realmente preparados en psicología deportiva y conocer a fondo la especialidad en la que vamos a trabajar con el fin de poder aportar una nueva perspectiva, una visión diferente al tema consultado, y ser útiles allá donde nos reclamen.

      Es importante tener siempre presente cuál es nuestro rol, pues entrar en otros terrenos puede ser peligroso para el mantenimiento del estatus profesional. De nosotros se espera que sepamos de conducta, con todo lo que ello significa e implica.

      En consecuencia, no se puede ofrecer «café

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