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hablándoles el divino idioma de Dante”.79 L’Operaio Italiano afirmó el derecho a educar “italianamente”, y calificó de “teoría ligera la ciudadanía natural” y de “accidental el hecho [del lugar] del nacimiento”.80 Para La Patria Italiana, las escuelas se habían instituido para “impedir […] el proceso de infiltración, mediante el cual el elemento italiano se connaturaliza e identifica con el elemento local […] [pues, ese elemento es] a sus ojos una especie de prolongación de la patria grande lejana […] una fuerza moral de resistencia del tipo nacional originario, contra la fuerza que ejercita el ambiente en cuyo medio se desenvuelve fatigosamente”.81

      La discusión sobre la educación de un conjunto de niños se había desbordado; La Prensa recomendó “detener el vuelo de las arengas en sus justos límites”, pues la cuestión de las escuelas se había deslizado peligrosamente hacia un conflicto internacional. Sin embargo afirmó:

      La importancia atribuida a las escuelas en la formación de la nacionalidad, presente en las argumentaciones de unos y otros, terminó por marcar un límite a la autonomía de las actividades culturales de los extranjeros. En el campo educacional culminó por entonces un largo proceso de colaboración y de competencia entre las escuelas públicas y las particulares, especialmente las de las colectividades extranjeras; a partir de ese momento se definió en favor del predominio de las escuelas del Estado. La instalación del conflicto en el campo educacional se enmarcaba en el problema más amplio de la formación de la nacionalidad: las cuestiones educacionales específicas sólo se tornaron significativas cuando se “descubrió” la necesidad de que la escuela tuviera una función en la formación de la nacionalidad. La cuestión se sobredimensionó también al convertirse la escuela en ámbito de resonancia de la preocupación más general sobre los derechos políticos de los extranjeros y el cuestionamiento del criterio de nacionalidad, que se analizará en el Capítulo IV.

      Por otra parte, la reforma era un intento de paliar una situación casi insostenible, ya que las escuelas constituían en ese momento un problema para la Unione e Benevolenza. Los establecimientos educativos de las asociaciones italianas habían nacido en una época en que existían muy pocas escuelas, que además funcionaban en condiciones muy modestas y cuando todas las iniciativas educativas eran calurosamente recibidas por todos, según el supuesto compartido de que si hacían posible la instrucción del pueblo, colaboraban con el progreso general del país. Ante el estallido del problema, El Monitor explicaba que aquellas escuelas:

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