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de cianuro, que como dijimos permite recuperar el oro del resto del material removido. Para desarrollar todo este proceso, se requiere que el yacimiento abarque grandes extensiones y que se encuentre cerca de la superficie. Como parte del proceso, se cavan cráteres gigantescos, que pueden llegar a tener ¡más de 150 hectáreas de extensión y más de 500 metros de profundidad!

      Pero ampliemos un poco los conceptos sobre la toxicidad del cianuro.

      Para las plantas y los animales, esta sustancia es extremadamente tóxica. Los derrames de cianuro pueden matar la vegetación e impactar la fotosíntesis y las capacidades reproductivas de las plantas. En cuanto a los animales, el cianuro puede ser absorbido a través de la piel, ingerido o aspirado. Las concentraciones en el aire de 200 partes por millón de cianuro de hidrógeno son letales para los animales, mientras que concentraciones tan bajas como 0,1 miligramos por litro (mg/l) son letales para especies acuáticas sensibles. Concentraciones subletales también afectan los sistemas reproductivos, tanto de los animales como de las plantas.

      Los trabajadores mineros suelen tener contacto asiduo con él, sobre todo durante la preparación de la solución de cianuro y la recuperación del oro de la solución. Para los trabajadores mineros, los riesgos son el polvo de cianuro, los vapores de cianuro (HCN) en el aire, provenientes de la solución de cianuro, y el contacto de la solución de cianuro con la piel.

      El impacto sobre la vida silvestre y las aguas

      Altamente rentables para las compañías mineras, estas actividades y sus consiguientes procesos con cianuro merecieron un documentado estudio de la National Wildlife Federation de los Estados Unidos, que se dio a conocer en 1992.

      Allí leemos, por ejemplo:

      “Las minas que utilizan la extracción por lixiviación con cianuro son bombas de tiempo para el medioambiente [...]. A la vez que se extraen millones de toneladas de mineral de minas a cielo abierto y se las trata con millones de galones de solución de cianuro, se trastorna el hábitat de la vida silvestre y las cuencas hidrográficas”.

      Ello sin duda puede redundar en una multitud de riesgos para la salud y el ambiente.

      La misma Wildlife Federation llama la atención sobre la capacidad de “seducción” que los estanques de cianuro ejercen sobre los animales silvestres.

      Dice el informe:

      “Ha sido registrada frecuentemente la muerte de animales silvestres, en especial aves, atraídos por el señuelo de los espejos de agua de esos estanques. La extensión generalizada de la mortalidad de animales silvestres en las instalaciones que utilizan dicho proceso ha provocado la preocupación del Servicio de Vida Silvestre y Pesquerías de los Estados Unidos”.

      Luego de la lixiviación, el cúmulo de mineral ya procesado contiene todavía vestigios de la altamente tóxica solución de cianuro, así como de metales pesados concentrados que han sido precipitados del mineral. Muchas operaciones optan por tratar los desechos contaminados con cianuro enjuagando con agua fresca hasta que la concentración de cianuro baja a un nivel inferior al máximo permitido.

      Tanto el cianuro como los metales pesados liberados por él constituyen una amenaza para ríos, lagos, napas subterráneas, plantas, peces y la vida silvestre en general.

      Los riesgos colaterales

      Con el uso del cianuro, el hombre no hace más que ratificar su pertinaz oficio de “aprendiz de brujo”. Y es que los hechos no hacen más que contradecir la liviandad de la afirmación del geólogo citado en el epígrafe de este capítulo. Veamos.

      Un “accidente” es, por definición, algo no previsto que de todos modos sucede. Los accidentes ocurridos durante el transporte, almacenamiento, procesamiento y disposición final de cianuros han sido numerosos. Éstos son algunos de los casos:

      1992-1994. Mina de oro en Summitville (estado de Colorado, Estados Unidos). Filtraciones del dique de colado (aguas residuales del proceso de lixiviación) acabaron con la vida acuática a lo largo de 27 kilómetros del río Alamosa.

      1994. Mina Harmony, en Sudáfrica. El estallido de un dique de contención en desuso arrasó con un complejo de viviendas.

      1995. En la mina de oro Omai (Guyana), el colapso de un dique vertió en el río Essequivo más de 3,200 millones de litros cargados con cianuro.

      1997. La mina de oro Gold Quarry (en el estado de Nevada, Estados Unidos) derramó un millón de litros de desechos de cianuro.

      1998. La ruptura de un dique de contención de la mina de zinc Los Frailes, en España, provocó un abundante derrame de ácido, generando mortandad de peces.

      En 1998, la mina Homestake (estado de Dakota del Sur, Estados Unidos) derramó siete toneladas de desechos cianurados.

      En 1998, un camión que transportaba cianuro a la mina Kumtor, en Kurguistán, volcó en un puente y derramó 1,763 kg de cianuro en el río Barskaun, provocando la muerte de al menos cuatro lugareños y causando gravísimos daños en la fauna acuática.

      Un helicóptero de la mina de oro Tulukuma (en Papúa, Nueva Guinea) perdió en vuelo una tonelada de cianuro que cayó en una zona forestal ubicada a apenas 85 kilómetros de Port Moresby, la ciudad capital.

      En la minera Santa Rosa (El Corozal, Panamá), además de provocar gran mortandad de peces, un derrame de cianuro puso en serio riesgo la vida de muchas personas.

      La mina de COMSUR, en Bolivia, contaminó con arsénico y otros metales pesados el río Pilcomayo.

      En 2000, a raíz del derrumbe de un dique de colado de la mina Baia Mare, en Rumania, el derrame de cianuro alcanzó los ríos Lapus y Danubio, extendiendo los daños ambientales directos a importantes regiones de Hungría y Yugoslavia. A raíz de este desastre, el Parlamento Europeo recomendó prohibir el uso de cianuro en la minería.

      En 2004, los desechos de la mina de oro Brewer (estado de Carolina del Sur, Estados Unidos) provocaron la muerte de más de once mil peces a lo largo de 80 kilómetros del río Lynches.

      Más recientemente, en la mina de oro Veladero -propiedad de la empresa Barrick Gold-, ubicada en la cordillera de los Andes, a 350 kilómetros de la ciudad argentina de San Juan, se produjo un derrame de cianuro por la rotura de una cañería, contaminando el río Jachal, que provee de agua dulce a la localidad homónima y cursa por la provincia de San Juan para luego desembocar en las provincias de San Luis y Mendoza, afectando de esta manera a una innumerable cantidad de personas de tres provincias.

      La Asociación de Abogados Ambientalistas de la Patagonia consideró que, al igual que sucede en otras muchas regiones marginales, la compañía Barrick Gold cuenta con “una suerte de patente de corso” en la zona de las Altas Cumbres de la Cordillera de los Andes, pues “no existe contralor alguno por parte de funcionarios nacionales o provinciales y no se sabe lo que extraen, ni en qué condiciones, ya que sólo se abona al Estado una declaración jurada del propio explotador de la minera”.

      En resumen, ahora sabemos un poco más de por qué este tipo de explotaciones mineras son tan resistidas en el momento de instalarse, y combatidas cuando ya están en plena actividad. Sumarse a la lucha ciudadana en su contra pasa a ser entonces una cuestión de supervivencia.

      Una cuestión más que apremiante.

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