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enseñar el Dhamma en beneficio de aquellos «con poco polvo en los ojos». ¿Debería interpretarse literalmente esta escena, o como una representación simbólica de un drama interior que tiene lugar en la mente del Buddha? Es difícil dar una respuesta definitiva a esta pregunta; tal vez, la escena podría entenderse como algo que ocurre en ambos niveles al mismo tiempo. En cualquier caso, la aparición de Brahmā en este punto marca un cambio que va del realismo que colorea la parte anterior del sutta al modo mítico-simbólico. La transición pone otra vez de relieve el significado cósmico de la iluminación del Buddha y su futura misión como maestro.

      La solicitud de Brahmā finalmente prevalece y el Buddha se compromete a enseñar. Elige como primeros destinatarios de su enseñanza a los cinco ascetas que le habían asistido durante sus años de prácticas ascéticas. La narración culmina con un enunciado breve que afirma que el Buddha les instruyó de tal manera que todos ellos alcanzaron el Nibbāna inmortal por sí mismos. Sin embargo, no da ninguna indicación sobre la enseñanza específica que el Buddha les impartió cuando se encontraron por primera vez después de su iluminación. Esa enseñanza es el primer discurso mismo, conocido como «Hacer girar la rueda del Dhamma».

      Este sutta se incluye aquí como texto II,5. En el inicio del sutta, el Buddha anuncia a los cinco ascetas que ha descubierto «el camino medio», que él identifica como el Noble Óctuple Sendero. A la luz del relato biográfico anterior, podemos entender por qué el Buddha tuvo que comenzar este discurso de esta manera. Los cinco ascetas se habían negado inicialmente a aceptar el logro de la iluminación del Buddha y le desdeñaron como a alguien que había traicionado la más alta vocación para volver a darse a la buena vida. Así que primero tuvo que asegurarles que, lejos de volver a una vida de autoindulgencia, había descubierto un nuevo enfoque en la búsqueda eterna de la iluminación. Este nuevo enfoque, les dijo, sigue siendo fiel a la renuncia a los placeres sensuales, pero evita atormentar el cuerpo, siendo esto inútil e improductivo. A continuación, les explicó el verdadero camino hacia la liberación, el Noble Óctuple Sendero, que evita los dos extremos y, por lo tanto, da lugar a la luz de la sabiduría y culmina en la destrucción de toda esclavitud, el Nibbāna.

      Una vez que les ha aclarado su malentendido, el Buddha proclama las verdades que apercibió en la noche de su iluminación. Se trata de las Cuatro Nobles Verdades. No sólo enuncia cada verdad y da brevemente su significado, sino que define cada verdad desde tres perspectivas. Éstas constituyen los tres «giros de la rueda del Dhamma», que se dan a conocer posteriormente en el discurso. Con respecto a cada verdad, el primer giro es la sabiduría que ilumina la naturaleza particular de cada noble verdad. El segundo giro es la comprensión de que cada noble verdad impone una tarea particular que ha de ser cumplida. Así, en cuanto a la primera noble verdad, plantea que el sufrimiento ha de ser plenamente comprendido; respecto a la segunda verdad, la verdad del origen del sufrimiento, plantea que el deseo, la sed, ha de ser abandonada; en cuanto a la tercera verdad, la verdad del final del sufrimiento, ha de ser realizada; y la Cuarta Noble Verdad, la verdad del sendero, ha de ser cultivada. El tercer giro es la comprensión de que las cuatro funciones referidas a las Cuatro Nobles Verdades se han completado: la verdad del sufrimiento se ha comprendido plenamente; el deseo se ha abandonado; la cesación del sufrimiento se ha realizado, y el sendero se ha cultivado completamente. Sólo cuando él entendió las Cuatro Nobles Verdades en estos tres giros y doce modos, dice, pudo afirmar que había alcanzado la insuperable iluminación perfecta.

      El Dhammacakkappavattana Sutta ilustra una vez más la mezcla de los modos estilísticos a los que antes me referí. El discurso prosigue casi enteramente en el modo realista-naturalista hasta que nos acercamos al final. Cuando el Buddha completa su sermón, el significado cósmico del acontecimiento se ilustra con un pasaje que muestra cómo las deidades en cada sucesivo reino celestial aplauden el discurso y gritan la buena nueva a las deidades del reino inmediatamente superior. Al mismo tiempo, todo el universo tiembla y se agita, y una gran luz que supera el esplendor de los dioses aparece en el mundo. Entonces, al final, volvemos de nuevo desde esta gloriosa escena al prosaico reino humano para contemplar al Buddha felicitando brevemente al asceta Koṇḍañña por conseguir «la pura e inmaculada visión del Dhamma». En una fracción de segundo, la Lámpara de la Doctrina ha pasado del maestro al discípulo, para comenzar su recorrido por toda la India y en todo el mundo.

      II. EL PORTADOR DE LUZ

      1. UNA PERSONA

      «Monjes, entre las personas que surgen en el mundo, hay una que surge por el bien de mucha gente, por la felicidad de mucha gente, por compasión hacia el mundo, para el beneficio, para el bien y para la felicidad de dioses y humanos. ¿Quién es esta persona? Es el Tathāgata, el Arahant, el Perfecta y Completamente Iluminado. Ésta es, monjes, dicha persona.

      »Monjes, entre las personas que surgen en el mundo, hay una que es única, sin parangón, sin par, incomparable, inigualable, insuperable, sin rival, excelso entre los seres humanos. ¿Quién es esta persona? Es el Tathāgata, el Arahant, el Perfecta y Completamente Iluminado. Ésta es, monjes, dicha persona.

      »Monjes, cuando aparece una persona así, aparece una gran visión; aparece una gran iluminación; aparece un gran resplandor; aparecen seis fenómenos insuperables; existe la realización de los cuatro conocimientos analíticos, existe la comprensión de la multiplicidad de elementos, existe la comprensión de la diversidad de elementos; existe la realización del fruto de la liberación a través de la sabiduría; existe la realización del fruto del que entra en la corriente, existe la realización del fruto del que regresa una vez, existe la realización del fruto del que no regresa, existe la realización del fruto de Arahant.3 ¿Quién es esta persona? Es el Tathāgata, el Arahant, el Perfecta y Completamente Iluminado. Ésta es, monjes, dicha persona».

      (AN 1: xiii, 1, 5, 6; I 22-23)

      2. LA CONCEPCIÓN Y EL NACIMIENTO DEL BUDDHA

      1. Así lo he oído. En cierta ocasión, el Bienaventurado residía en Sāvatthī, en la Arboleda de Jeta, en el parque de Anāthapiṅḍika.

      2. Allí había muchos monjes que, tras haber regresado de recolectar la comida donada y después de comer, estaban sentados en la sala de reuniones. Entonces surgió el siguiente tema de conversación: «¡Es maravilloso, amigos, es admirable cuán poderoso y capaz es el Tathāgata! Pues es capaz de saber sobre los buddhas del pasado –quienes alcanzaron el Parinibbāna, acabaron con las proyecciones conceptuales, acabaron con el ciclo, detuvieron la rueda, y transcendieron todo sufrimiento–, así fue el nacimiento de aquellos Bienaventurados, así fue su nombre, así fue su clan, así fue su disciplina moral, así fueron sus cualidades mentales, así fue su sabiduría, así fue su morada meditativa, así fue su liberación».

      Dicho esto, el venerable Ānanda dijo a los monjes: «Amigos, los Tathāgatas son maravillosos y poseen cualidades maravillosas. Los Tathāgatas son admirables y poseen cualidades admirables».4

      Pero entonces su charla fue interrumpida, porque el Bienaventurado se levantó de su meditación vespertina, fue a la sala de reuniones y se sentó en el asiento preparado para él. Entonces, el Bienaventurado dijo así a los monjes: «Monjes, ¿de qué estabais hablando aquí sentados todos juntos? ¿De qué trataba la conversación que he interrumpido?».

      «Venerable señor, tras haber regresado de recolectar la comida donada y después de comer, estábamos sentados en la sala de reuniones. Entonces surgió el siguiente tema de conversación: “Es maravilloso, amigos, es admirable … así fue su liberación”. Dicho esto, venerable señor, el venerable Ānanda nos dijo: “Amigos, los Tathāgatas son maravillosos y poseen cualidades maravillosas. Los Tathāgatas son admirables y poseen cualidades admirables”. Ésta era la conversación, venerable señor, que fue interrumpida cuando el Bienaventurado llegó».

      Entonces, el Bienaventurado le dijo al venerable Ānanda: «Siendo así, Ānanda, explica con mayor detalle las cualidades maravillosas y admirables del Tathāgata».

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