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En palabras del Buddha. Bhikkhu Bodhi
Читать онлайн.Название En palabras del Buddha
Год выпуска 0
isbn 9788499888293
Автор произведения Bhikkhu Bodhi
Жанр Философия
Серия Clásicos
Издательство Bookwire
«Maestro Kaccāna, ¿cuál es la causa?, ¿cuál es la razón por la que los ascetas discuten con otros ascetas?».
«Brahmán, es a causa del apego a sus puntos de vista, el asimiento a sus puntos de vista, la fijación a sus puntos de vista, la adicción a sus puntos de vista, la obsesión con sus puntos de vista, al aferramiento a sus puntos de vista, que los ascetas discuten con otros ascetas».
(AN 2: iv, 6, abreviado; I 66)
(2) ¿Por qué los seres viven con odio?
2.1. En cierta ocasión, Sakka, el rey de los dioses,13 le preguntó al Bienaventurado: «Los seres desean vivir sin odio, sin violencia, sin hostilidad, sin enemistad; desean vivir en paz. Aun así, viven con odio, con violencia, con hostilidad, con enemistad. ¿Qué ataduras sujetan, señor, a los que viven de este modo?».
[El Bienaventurado dijo:] «Rey de los dioses, son las ataduras de la envidia y la avaricia las que sujetan a los seres de este modo, pues, aunque desean vivir sin hostilidad, sin violencia, sin enemistad, sin malevolencia y vivir en paz, viven con hostilidad, con violencia, con enemistad y con malevolencia».
Así respondió el Bienaventurado y Sakka, contento, exclamó: «¡Así es, oh Bienaventurado! ¡Así es, oh Afortunado! Con la respuesta del Bienaventurado, he aclarado mis dudas y me he liberado de la incertidumbre».
2.2. Entonces Sakka, habiendo expresado su gratitud, formuló otra pregunta: «Pero, señor, ¿cuál es la causa de la envidia y la avaricia?, ¿cuál es su origen?, ¿cómo nacen?, ¿cómo aparecen?, ¿en presencia de qué existen y en ausencia de qué no existen?».
«La envidia y la avaricia, rey de los dioses, surgen a causa de lo que agrada y desagrada; se originan a partir de lo que agrada y desagrada, nacen a partir de lo que agrada y desagrada, aparecen a causa de lo que agrada y desagrada. Cuando lo que agrada y desagrada existen, la envidia y la avaricia existen, cuando lo que agrada y desagrada no existen, la envidia y la avaricia no existen».
«Pero, señor, ¿cuál es la causa de lo que agrada y desagrada…?». «Surgen, rey de los dioses, a causa del deseo…». «¿Y cuál es la causa de deseo…?». «Surge, rey de los dioses, a causa de la preocupación. Cuando la mente se preocupa de algo, el deseo existe; cuando la mente no se preocupa por nada, el deseo no existe».
«Pero, señor, ¿cuál es la causa de la preocupación…?».
«La preocupación, rey de los dioses, surge a causa de las elaboraciones perceptivas y conceptuales.14 Cuando las elaboraciones perceptivas y conceptuales existen, la preocupación existe. Cuando las elaboraciones perceptivas y conceptuales no existen, la preocupación no existe».
(de DN 21: Sakkapañha Sutta; II 276-277)
(3) La negra cadena de la causalidad
9. «Así, Ānanda, condicionado por la sensación [se origina] el deseo; condicionada por el deseo [se origina] la búsqueda; condicionada por la búsqueda [se origina] la obtención; condicionada por la obtención [se origina] la discriminación; condicionados por la discriminación [se originan] el deseo y el apego; condicionado por el deseo y el apego [se origina] el aferramiento; condicionada por el aferramiento [se origina] la posesividad; condicionada por la posesividad [se origina] la avaricia; condicionado por la avaricia [se origina] el afán por proteger; y a causa del afán por proteger se originan muchas cosas malas y perjudiciales: el recurso a la violencia, los conflictos, las peleas, las disputas, las discusiones, los insultos, las calumnias y las falsedades».15
(de DN 15: Mahānidāna Sutta; II 58)
(4) Las raíces de la violencia y la opresión
«La codicia, el odio y la ofuscación de todo tipo son perjudiciales.16 Cualquier acción que realice una persona con codicia, odio u ofuscación a través del cuerpo, de la palabra o de la mente, es también perjudicial. Cualquier sufrimiento que esta persona, dominada por la codicia, el odio o la ofuscación, con la mente consumida por ellos, inflija a otra persona bajo falsos pretextos –sea matándola, privándola de libertad, confiscando su propiedad, acusándola falsamente o desterrándola empujado por el pensamiento “Tengo poder y quiero poder–”, [todo] esto también es perjudicial».
(de AN 3:69; I 201-202)
4. SIN UN PRINCIPIO DISCERNIBLE
(1) Hierba y madera
El Bienaventurado dijo: «Monjes, es inconcebible el origen del saṃsāra.17 No se puede conocer el principio del deambular y transmigrar de los seres impedidos por la ignorancia y trabados por el deseo. Imaginad, monjes, que un hombre arrancara toda clase de hierbas, maderas, ramas y hojas que hay en esta isla de Jambūdīpa18 y las juntara en un sólo montón. Y que, tras haber hecho tal cosa, las fuera separando una a una diciendo: “Ésta es mi madre, ésta es la madre de mi madre”. Las hierbas, maderas, ramas y hojas en esta isla de Jambudīpa llegarían a descomponerse y consumirse antes de que llegara a su fin la secuencia de madres y abuelas de aquel hombre. ¿Por qué razón? Porque el origen del saṃsāra es inconcebible, monjes. No se puede conocer el principio del deambular y transmigrar de los seres impedidos por la ignorancia y trabados por el deseo. Durante mucho tiempo, monjes, habéis experimentado sufrimiento, confusión y calamidades, y habéis hecho crecer los cementerios. Por ello, monjes, es necesario desengañarse de todas las construcciones intencionales, es necesario desapegarse de ellas, es necesario liberarse de ellas».
(SN 15:1; II 178)
(2) Bolas de arcilla
«Monjes, es inconcebible el origen del saṃsāra. No se puede conocer el principio del deambular y transmigrar de los seres impedidos por la ignorancia y trabados por el deseo. Imaginad, monjes, que un hombre redujera esta inmensa tierra a bolas de arcilla del tamaño de un hueso minúsculo y las fuera separando una a una diciendo: “Éste es mi padre, éste es el padre de mi padre”. Esta inmensa tierra llegaría a descomponerse y consumirse antes de que llegara a su fin la secuencia de padres y abuelos de aquel hombre. ¿Por qué razón? Porque el origen del saṃsāra es inconcebible, monjes. No se puede conocer el principio del deambular y transmigrar de los seres impedidos por la ignorancia y trabados por el deseo. Durante mucho tiempo, monjes, habéis experimentado sufrimiento, confusión y calamidades, y habéis hecho crecer los cementerios. Por ello, monjes, es necesario desengañarse de todas las construcciones intencionales, es necesario desapegarse de ellas, es necesario liberarse de ellas».
(SN 15:2; II 179)
(3) La montaña
Cierto monje se acercó al Bienaventurado, le ofreció sus respetos, se sentó a su lado y le preguntó: «Venerable señor, ¿cuánto dura un ciclo cósmico?».19
«Un ciclo cósmico da para largo, monje. No es fácil de calcular y decir tantos años dura, o tantos siglos, o tantos milenios, o tantos centenares de milenios».
«Entonces, ¿es posible expresarlo con un símil, venerable señor?».
«Es posible, monje», dijo el Bienaventurado. «Imagínate, monje, que hubiera una gran montaña rocosa de un yojana de largo, un yojana de ancho y un yojana de alto, sin agujeros ni grietas, una sola masa de roca maciza.20 Imagina que al final de cada siglo un hombre le pasara a esta roca una tela de seda fina de Vārāṇasi. Con tal esfuerzo aquella gran montaña rocosa llegaría a erosionarse y desaparecería antes de que el ciclo cósmico hubiera terminado. Tanto dura, monje, un ciclo cósmico. Y hemos transmigrado a través de muchos ciclos de tal