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esta había sido tocada por un hidrato de carbono). La inclusión de alimentos que están en la lista de “prohibidos” es un logro del tratamiento, que sólo comienza a ser posible una vez que la paciente ha bajado sus niveles de angustia. Así como estos verbos tienen funciones con el comer, también operan en lo social, de modo que la paciente se pone selectiva y elimina personas de relaciones sociales construyendo así su aislamiento.

      Las fijaciones en el propio órgano recto-anal son frecuentes. La constipación, en parte por la disminución de la motilidad intestinal, es frecuente característica en las pacientes y puede sumarse a la retención activa de materia fecal, en el deseo concreto de control45. En esta lógica, dejar ir, soltar, ensuciar, embarrar, manchar, son verbos que asustan a la paciente pues se alían con la sensación de inadecuación y de escasa valía que se generan cuando eso que se produce es mugriento, sucio, maloliente. La paciente puede decidir “cerrar” y así como ocluye la boca y no ingiere alimentos, ocluye el ano y se constipa. Esto se puede leer como “analizar la boca” y puede continuar con otras funciones propias de este órgano, como es el dejar salir palabras. La paciente puede entonces condensar en funciones propiamente anales relacionadas con el control, la sobrerregulación del tubo digestivo, que sería un aspecto concreto, con la salida de otras producciones del cuerpo donde incluso podría estar la producción de palabras. La paciente cerraría la boca para el ingreso de alimentos y el egreso de substancia comunicativa. Por otra parte, los propios alimentos pueden ser tratados como excrementos y vivenciados como sucios, grasosos, contaminados y así utilizar el asco como defensa al deseo de ingesta desplazando funciones de un modo cuasi delirante.

      2.1.5. Buscar afánisis (relación con ascetismo)

      Lo obsesivo habita en el conflicto no resuelto entre el deseo y el temor que este deseo se cumpla. Esta regulación se caracteriza por ejercer control sobre toda la vida del sujeto: actos, percepciones, emociones y relaciones. El trastorno de alimentación constituye una zona de restricción del deseo. Tanta puede ser la restricción y tan fuerte la necesidad de hacerlo que se puede producir una inversión del deseo, de modo que el deseo de comer sea cambiado por el deseo de no desear comer, encontrando la gratificación en el no comer. Esta inversión puede alejar el temor a engordar, pues ya no se desea comer, pero aumenta el riesgo físico asociado a la desnutrición secundaria. Justamente, esta es la dinámica central de la patología restrictiva. Se trata de una defensa al temor de engordar, que no es más que la suma de todos los temores, que sólo han encontrado esta expresión para buscar solución. Precisamente, es por este temor que se restringe, buscando solución al único temor posible de reconocer. La vida psíquica se organiza en torno a esta paranoia y la vida somática se desorganiza en forma secundaria a la desnutrición. Esta última activa las defensas somáticas (por ejemplo, bajar la actividad general del organismo para ahorrar energía) que complican a su vez la vida psíquica. De tal modo puede desorganizarse esta vida somática que, siendo el organismo sometido al estrés crónico de la desnutrición, puede resultar dañado su tejido cerebral, mostrando esto clínicamente en una depresión y agravando así las sensaciones de minusvalía. Este círculo es la base de la patología crónica. Miedo (sólo posible de leer como miedo a engordar)/restricción en una recursión infinita.

      2.1.6. Objetividad numérica

      El número es el representante de lo objetivo y por lo tanto también representa lo cierto y verdadero. La paciente con trastornos de alimentación vive en la duda obsesiva “¿soy buena o soy mala?”46, que toma las formas de “¿soy gorda o soy flaca?”. “¿Soy inteligente o soy tonta?”. Por eso la paciente busca en los números seguridad a su duda. En esto la ayudan el peso, la cantidad de alimentos que debe ingerir, el promedio de notas, las finanzas familiares, todos asuntos que parecen indicarle los intangibles: valor de sí, eficiencia, solidez de la familia, coherencia de sí misma.

      2.1.7. Atenazamiento de la vida emocional a través de la razón

      Esto genera inamovilidad. Así, lo obsesivo transcurre en la superficie de lo racional/irracional tomando de lo irracional su pasión y de lo racional su herramienta de expresión, que es la lógica. Lo obsesivo tiene un lenguaje similar al consciente47. La lógica que utilizan las pacientes con trastornos de alimentación suele ser impecable en su coherencia y muchas veces desde allí los padres quedan bloqueados para ejercer su rol protector y cuidador. Lo mismo ocurre con las pacientes crónicas que suelen decir “¿es que no tengo derecho a comer cuanto quiera y tener el cuerpo que quiera?”. Así se saltan el deber de autocuidado que trae aparejado el pertenecer a una sociedad en la cual ocupamos una función.

      2.1.8. Tensión antitética entre los polos de vida/muerte (relación con crear o ritualizar)

      La duda es una figura de doble polo que funciona como una tenaza. Son dos polos en tensión y en el medio de la tensión se instala la vida emocional. Esta vida es in-tensa y a la vez caótica y queda apresada en esta tirantez. El sujeto, entonces, como una forma de sobrevivir se instala allí con inhibición, rituales y poca creatividad. Por esta razón planteamos que la polaridad vida/muerte queda más en el polo de la muerte que en el de la vida. Se trata de repetir más que de crear. De apostar a lo cierto más que a lo probable. Y se trata de preguntarse por el sentido de la vida, que sólo se encuentra febrilmente en el trabajo (deber) que justifica la vida, le da razón de ser. Si cumple con la ley del deber, entonces se liberará del castigo y la culpa, que en esta organización son los límites. No se trasgrede, porque el temor a sentirse culpable es intolerable. La culpa es un regulador conductual, perceptual y emocional, lo mismo que la vergüenza, el castigo y la condena. Lo paradójico es que esta regulación se implementa como una forma de mediar con la angustia y termina generando angustia en sí misma.

      2.1.9. Dominio versus sumisión

      Podemos llamar regulación obsesiva a la relación que se establece entre un amo y un esclavo. En los trastornos de alimentación, el amo insiste en sostener un peso48 y el cuerpo en someterse a sus torturas para lograrlo. El triunfo de las ideas sobre el cuerpo puede llegar a ideas delirantes como “me gustaría no tener cuerpo, ni pasar preocupada de esto”, que es una frase frecuente entre las pacientes con anorexia. Hay en esta regulación dominio/sumisión un aspecto sádico que delimita otro polo masoquista, hay un beneficio en este orden, puesto que cuando la paciente se somete y no come, la sensación de sacrificio, hambre, dificultad, le reportan un gozo de triunfo, como si la mortificación de la carne la eximiera de una clase de angustia. Esto podría entenderse si a este orden le asignamos la función de conectar a la paciente con autonomía. La paciente renunciaría a la dominación parental por esta dominación interna, en un afán de autonomía que, en cambio, la deja prisionera. La paciente diría: “Si como, me someto, si me someto, soy nada”. Tal vez esta sea la razón por la cual comer bajo amenaza (si no comes, no sales) o comer bajo seducción (ya pues, mi amor) no quiebra la organización obsesiva que sustenta la conducta.

      La paciente se deja administrar por los procedimientos de dominio pues lo siente como un sistema protector, aunque imperativo y categórico que sería eficiente en dar coherencia y sentido y por esta razón muy útil como contendor de angustia. El control que ejerce el dominio sobre el cuerpo tiene un soporte biológico y otro racional. El biológico utiliza lo enteroceptivo como el asco, la plenitud gástrica, el dolor abdominal postprandial y la lasitud postprandial como percepciones desde las cuales el sistema sería capaz de alucinar propioceptivamente el volumen del cuerpo de modo de hacer sentir a la niña inflada en partes o en la totalidad del cuerpo y visualmente percibir su silueta gruesa, abultada o grasosa. El soporte racional lo daría el uso de la lógica a ultranza. La creación de un código personal, código ético, ascético y estético que no permitiría bajo ningún aspecto o circunstancia subir de peso.

      Se puede además generalizar el código hacia otras áreas como el orden, el aseo corporal, la escrupulosidad en los alimentos que se van a ingerir, el cumplimiento de los deberes escolares y familiares. Incluso el ahorro puede hacer que la paciente saque del carro del supermercado la mercadería que la madre ha decidido comprar o intente disminuir el gasto en calefacción; disminuir el período de vacaciones o esparcimiento, independiente de los recursos familiares. Otras veces se obstina por modos de servir la mesa, modos de comer ciertos alimentos; por ejemplo, sólo comer bordes o sólo el centro de ciertos alimentos.

      En

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