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en el diálogo crítico y cariñoso, en el darse cuenta de que hay más de una mirada sobre el mundo.

      El fin de la experiencia

      Y entonces, ¿por qué volvimos a la escuela? Confluyeron muchos factores que nos llevaron a cambiar de rumbo. Al finalizar el primer año, mi marido y yo cambiamos de empleos. Mi contrato, precario como el de tantas personas, se terminó sin mayor aviso. Al modo de las empresas chilenas, nadie me dio ninguna explicación formal; sin embargo, dado que vivimos en una ciudad chica, supe que la vicerrectora académica comentó que no era posible que alguien que se dedicara a la educación no enviara a sus hijos a la escuela. Con los años, me he convencido de que eso fue más una excusa que el real motivo de lo sucedido, pero no deja de ser llamativo que a las mujeres profesionales se nos evalúe por nuestras opciones privadas. ¡El eterno machismo nuestro de cada día!

      Pues bien, ahí estábamos los dos enfrentando trabajos nuevos, lo que supuso un desajuste en nuestra siempre precaria rutina. En paralelo, nuestra hija alcanzó la edad que corresponde a la enseñanza media chilena. Ella se preocupó mucho respecto del modo en que podría aprender sus odiadas ciencias y matemáticas, las cuales son evaluadas cuatro años después para entrar a la universidad. Tras conversarlo mucho, y cumpliendo nuestra promesa de “un año de prueba”, ella misma decidió volver a la escuela. Personalmente, no estaba contenta, pero apoyé su decisión. Eso implicó que nuestro hijo quedara solo en este proceso, por lo que luego de pensarlo mucho, él también optó por volver. Un año después escribí:

      “Respecto de la educación casera, este año terminó el proyecto con la re-escolarización de mi hijo. A regañadientes y echando más de una palabra non sancta, hube de admitir que el menor de mis críos volviera a la escuela. Y, ¿saben qué? No le pasó nada malo. Se adaptó bien. Tiene hartos amigos, sigue entrenando intensamente, sigue practicando música, sigue filosofando. Mira críticamente su proceso escolarizador. Mi otra enana va bien: grande, rica, crítica, autónoma. Tras un período de frustración por este tema, hube de canalizar mis bríos por otros surcos. Leyendo, pensando, formando a mis estudiantes en la universidad, levantando proyectos y líneas de invesigación que problematicen la escolarización hegemónica. Ahora que mi hijo volvió a la escuela, han pasado varias cosas en este sentido: la primera es que tiene excelentes calificaciones, lo cual no es una sorpresa y me importa un rábano. Siempre me ha preocupado que aprenda más que el juicio de otros sobre sus aprendizajes y, ¿qué son las calificaciones más que el juicio de un tercero sobre el aprendiz? La segunda es que se adaptó sin problemas y tiene cuatro muy buenos amigos en su curso. Tiene los conflictos propios de la escolarización, pero los resuelve en buen pie. Todo ello es porque en los dos años que estuvo afuera aprendió a conocer su potencial y creer en sí mismo”.

      Constantemente me preguntan si aconsejo educar en la casa. Siempre me niego a hacerlo. Para nosotros fue un tiempo hermoso, no exento de dificultades. Lo atesoro como una linda época en nuestra historia familiar, pero es parte de una trayectoria mayor, incierta, que se construye a tientas y a la cual, al mirar atrás, se le atribuye un sentido, una coherencia que en el minuto no tiene. Sería irresponsable de mi parte recomendar o no recomendar la desescolarización. Todo lo que se puede hacer es compartir la experiencia, muy particular, muy situada en nuestra historia, para que otros tomen de ello lo que crean les puede ser útil. Espero que este relato sencillo, nada épico, aporte alguna idea interesante para que otros hagan su propio camino.

      1 Emma Miranda es profesora y trabaja en educación superior.

      2 Mantengo su redacción, gramática, puntuación y ortografía.

      3 Mantengo la palabra entre comillas pues estoy haciéndome parte de su uso coloquial, dejando de lado su sentido sociológico estricto.

      4 El 27 de febrero de 2010, la ciudad de Talca vivió un terremoto de 8.8 en la escalar Richter. En ese entonces se consideró el quinto terremoto más grande de la historia desde que se tienen registros.

      5 Temblores muy fuertes que, en otros países menos acostumbrados al constante tambalear de la Tierra, se considerarían terremotos.

      6 Miedo al pobre.

      Fundamentos teóricos de la desescolarización

      por Itzel Farías Malagón 1

      El texto que comparto a continuación es parte de mi tesis para obtener el grado de Maestra en Investigación y Desarrollo de la Educación otorgado por la Universidad Iberoamericana de México. La tesis se titula “Desescolarización: mirada interna al camino de familias que aprenden sin escuela”. Este artículo es una fusión que rescata los puntos más importantes del marco teórico de mi investigación, específicamente de los capítulos “Pautas para comprender la desescolarización” y “Desescolarización: una alternativa a la educación”. Mi intención es que este panorama contribuya a dimensionar el recorrido histórico, teórico y académico que ha tenido la desescolarización desde los años sesenta, que sirva tanto de sustento como para aclarar dudas y, por qué no, para generar preguntas que deriven en nuevas investigaciones.

      La desescolarización es parte de un proceso histórico que surgió a finales de los años sesenta y principios de los setenta del siglo XX en torno a las movilizaciones estudiantiles de 1968. Aquel era un contexto de cambio parecido al nuestro, desde el cual emergió una crítica radical a la escuela que en ese momento fue bien recibida. Las instituciones educativas estaban siendo severamente cuestionadas por la sociedad. De este cúmulo de disertaciones emerge la desescolarización, cuyos planteamientos tuvieron, y continúan teniendo, repercusión en el ámbito del proceso de enseñanza y de aprendizaje.

      En aquel momento comienzan a escribirse diversos libros que tienen como objetivo cuestionar el entramado educativo institucional desde diferentes perspectivas, pero con un horizonte común: discutir la pertinencia del sistema educativo hegemónico basado en la institución escuela y plantear alternativas que den respuesta a las diversas necesidades, estilos de vida y posturas acerca de cómo, cuándo y dónde aprender.

      Los personajes representativos de esta corriente crítica a la escolarización son los considerados teóricos de la desescolarización: Paul Goodman, John Holt, Iván Illich y Everett Reimer. Este artículo retoma únicamente las aportaciones de Illich y Holt, ya que sus ideas se mantienen vigentes y forman parte de la inspiración de aquellas personas que, desde el cotidiano, buscan diversas vías para la construcción de otros aprendizajes posibles.

      La desescolarización como concepto

      En la actualidad, el término desescolarización es usado de manera indiscriminada para referirse a aquellos niños, niñas y jóvenes que optan por aprender sin escuela. Sin embargo, el concepto va mucho más allá de esta simple definición y no debería usarse como sinónimo ante otras formas de aprendizaje como el homeschooling, unschooling, worldschooling o flexischooling. A lo largo de este escrito profundizaré en su recorrido histórico para sustentar el porqué de esta afirmación.

      A lo largo de su vida, Illich abordó una crítica a la escuela por considerar que el sistema escolar está al servicio de los intereses y valores capitalistas; sin embargo,

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