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es solo por su Criador y Señor. La 2ª: mirar a un hombre que nunca he visto ni conocido, y deseando yo toda su perfección, considerar lo que yo le diría que hiciese y eligiese para mayor gloria de Dios nuestro Señor y mayor perfección de su ánima, y haciendo yo asimismo, guardar la regla que para el otro pongo. La 3ª: considerar como si estuviese en el artículo de la muerte, la forma y medida que entonces querría haber tenido […] La 4ª: mirando y considerando cómo me hallaré el día del juicio, pensar cómo entonces querría haber deliberado (Loyola, 1984, pp. 44-45).

      Más adelante, propone las reglas para hacer la elección o tomar la decisión definitiva “en alguna manera sentir y cognoscer las varias mociones que en el ánima se causan: las buenas para recibir y las malas para lanzar” (Loyola, 1984, p. 78), en lo que el mismo Ignacio llamó discernimiento de espíritus. El buen espíritu anima, fortalece, facilita todo lo que antes veíamos como impedimentos y el mal espíritu todo lo entorpece con falsas razones (Loyola, 1984). De ahí corresponde la consolación como una moción interior que se expresa como mayor fuerza, fe y esperanza interior para estar en paz y en diálogo con el Señor; por el contrario, la desolación es:

      […] inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y Señor. Porque, así como la consolación es contraria a la desolación, de la misma manera los pensamientos que salen de la consolación son contrarios a los pensamientos que salen de la desolación (Loyola, 1984, p. 79).

      f. Magis: escribe Ronald Modras (2012) en su libro Humanismo Ignaciano:

      Al lado de la palabra discernimiento está esa palabra, tan particularmente ignaciana magis. Traducida como “más”, esta palabra ha sido malinterpretada, significando con ello que la Espiritualidad Ignaciana pide constantemente dar más y más de uno mismo en una especie de entusiasmo mesiánico que bien puede llegar a desgastarla. Y nada podría estar más alejado de la mente de Ignacio. Buscar el magis, en la Espiritualidad Ignaciana significa prestar atención a los medios y a los fines, y discernir lo que es “más propicio” para lograr el resultado deseado. Se trata de discriminar entre opciones y elegir la mejor de las dos (el desgaste no es una opción razonable). De esa manera, uno reza por sus decisiones, mira sus propios dones, considera sus necesidades y luego decide dónde puede uno hacer el mayor bien (p. 75).

      En cuanto a la interiorización, apropiación y hábitos es clave la ley interior de la caridad (Lowney, 2015, p. 172). Se podría suponer que Ignacio confiaba en el resultado de los ejercicios en la persona de los integrantes de la Compañía de Jesús, con su insistencia en la voluntad, los afectos, los sentidos, el volver sobre uno mismo para interiorizar la capacidad de la percepción de la voluntad de Dios a través de la oración; que si los ejercicios propuestos se han convertido en hábitos no haría falta una normatividad. dado que todo podría ser regido por la ley interior de la caridad. En su correspondencia, después de haber dado instrucciones a quien se encuentra al frente de responsabilidades sobre las que se consulta, se deben tomar las decisiones inspirado en la ley interior de la caridad que el Espíritu Santo imprime en los corazones. Se lee en el Diccionario de Espiritualidad Ignaciana (2007) que:

      una observancia impregnada de discreta caridad, lejos de significar y reportar “laxismo”, compromete a la persona de una manera mucho más total con la voluntad de Dios, redime al “observante” de todo asomo de legalismo y convierte a la observancia en una verdadera relación personal –“co-operación”, la llama Ignacio– con el Dios a quien servimos (p. 623).

      Con base en los elementos anteriores que describen, por un lado, el sentido de la oración y, por el otro, su proceso, podemos decir que la oración ignaciana se resume en ser contemplativos en la acción. La vida de Ignacio, su cotidianidad, es una oración permanente, una vida en unión continua con Dios. Por ello, para el momento de la plegaria, Ignacio invita a que se traigan a ella imágenes y sensaciones: contemplar, mirar, sentir. La imaginación habla al corazón, no tanto al entendimiento. Desde esta perspectiva, la oración busca el discernimiento, pero no el discernimiento de la razón sino de los espíritus, aquel que se apoya en la convicción de que es el Espíritu Santo el que habla y nos trae mociones de aliento o desaliento, mociones de paz o de ansiedad, para comprender qué es lo que viene de Dios y qué es lo que no proviene de Él. El objetivo de la oración consiste entonces en descubrir en ella cuáles son esos deseos profundos en el interior de cada uno para encontrar en ellos la voluntad de Dios.

      En Los Ejercicios Espirituales, Ignacio se refiere más a quien dirige las acciones, recomendándole estar pendiente permanentemente de las mociones espirituales del dirigido para poder ayudarle. De su experiencia personal afirma que Dios no solo lo inspira, sino que lo lleva como el maestro lleva al alumno y le dice todo lo que tiene que aprender y hacer. La oración es fundamentalmente una actitud de acción de gracias permanente y de recapacitación sobre cómo se debe responder a tanto bien recibido de parte de Dios. El amor se demuestra más en las obras que en las palabras, de ahí que se hable con tanta frecuencia de que la invitación a sus compañeros es a ser “contemplativos en la acción”. Los integrantes de la Compañía de Jesús no están por las oraciones en el Coro, están para orar en todo y con todo lo que los rodea; es en su acción cotidiana como se encuentran con Dios.

      Modras (2012) escribe que el “Tomad Señor y recibid”, oración que propone Ignacio en la Contemplación para Alcanzar Amor

      […] es casi un resumen de la Espiritualidad Ignaciana. Siendo inusual para su época, lo primero que Ignacio nos hace ofrecer, antes que cualquiera de nuestras facultades intelectuales, es nuestra libertad, vista por muchos pensadores modernos como lo más básico para nosotros como seres humanos (p. 59).

      Por último, una pregunta que nos abre al discurrir y al mismo tiempo al silencio, ¿es correcta esta versión de la Espiritualidad Ignaciana? Para responder es importante señalar que esta es una versión muy literal y sometida al momento histórico. Estamos hablando de algo que sucedió hace 480 años. En el Foro de Davos (2018) se habla de la cuarta revolución industrial, la inteligencia artificial, entre otros aspectos. ¿Es coherente con lo que el mismo Ignacio llama los tiempos, lugares y personas? ¿Los análisis que hacemos de los tiempos lugares y personas de nuestra juventud y de nuestra sociedad del siglo XXI, son acertados?

      Respecto a estas preguntas, si nos atenemos a la recomendación de Bourdieu y Wacquant (2001) en su texto Argucias de la razón imperialista en el que afirma que “solo una verdadera historia de la génesis de las ideas sobre el mundo social […] podría conducir a los estudiosos a un dominio perfeccionado de los instrumentos con los cuales se argumenta” (pp. 53-54), podríamos estar acercándonos, sin que lo logremos plenamente, a la verdad de la Espiritualidad Ignaciana que estamos buscando, y haríamos bien en acudir a la historia para entendernos. Pero, ¿es suficiente?

      Estas mismas preguntas guiaron el Decreto 1: Compañeros en una misión de reconciliación y justicia (Congregación General 36, 2017):

      Una pregunta que confronta hoy a la Compañía es por qué los ejercicios no nos cambian tan profundamente como podríamos esperar. ¿Qué aspectos de nuestra vida, nuestro trabajo o nuestro estilo de vida están impidiendo que permitamos que la gratuita misericordia de Dios nos transforme? (p. 4).

      Cabe preguntarnos entonces si estamos haciendo las preguntas correctas. Lo cierto es que los artículos compilados en este libro, buscan darle un vistazo a la propuesta ignaciana, especialmente a su carácter humanista, con la intención no de responder las preguntas sino más bien de aprender a formularlas con la orientación de Ignacio, es decir en nuestro propio siglo XXI y en el contexto que nos corresponde y unifica como maestros: la Pontificia Universidad Javeriana.

      Referencias

      Bourdieu, P., y Wacquant, L. (2001). Las argucias de la razón imperialista. Editorial Paidos Ibérica.

      Congregación General 36. (2017). Compañeros en una misión de reconciliación y justicia. [Decreto 1]. https://infosj.es/documentos/category/4-congregacion-general-36

      Foro Económico Mundial, (2018), Strategic Intelligence, Davos.

      

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