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Pinceladas del amor divino. Erna Alvarado Poblete
Читать онлайн.Название Pinceladas del amor divino
Год выпуска 0
isbn 9789877982817
Автор произведения Erna Alvarado Poblete
Жанр Документальная литература
Серия Lecturas devocionales
Издательство Bookwire
Es muy común oír que las mujeres hablamos más que los hombres; sin embargo, para no dejarme llevar por lo que se dice, me puse a investigar al respecto, y lo que descubrí me resultó sumamente interesante.
Según una investigación de la Universidad de Maryland, en los Estados Unidos, “las mujeres hablan más que los hombres. Esto se debe a una proteína que produce nuestro cerebro. Debido a esto, las mujeres pronuncian unas veinte mil palabras al día, mientras que los varones no más de siete mil”.
A modo de broma, se me ocurre pensar: si hablamos más por causa de una proteína, ¿por qué algunas de nuestras conversaciones son chatarra? Como los chismes, las quejas, la crítica injustificada, los chistes vulgares, las mentiras, los rumores, las conversaciones ociosas y vanas que se hacen interminables y no traen ningún provecho ni al que las dice ni al que las oye…
Las mujeres nos hemos hecho acreedoras del calificativo “dicharacheras”, porque hablamos y hablamos y seguimos hablando. Alguien dijo que las mujeres, cuando hablan, usan una autopista de ocho carriles para expresar y procesar sus emociones, mientras que los varones solo tienen un pequeño camino rural. Si esto es así, tenemos una gran responsabilidad con respecto a la forma en que hablamos. Es evidente que todo lo que decimos muestra lo que somos, y lo que somos afectará a lo que hacemos. En la Biblia leemos: “La lengua es un fuego. Es un mundo de maldad puesto en nuestro cuerpo, que contamina a toda la persona” (Sant. 3:6).
Las conversaciones “chatarra” erosionan la reputación de la persona de la que se habla, pero también la de quien las tiene. Los rumores que corren de boca en boca destruyen vidas. Las palabras dichas con sarcasmo atropellan la dignidad personal. Y ni qué decir de las palabras vulgares que no solo violentan el idioma en sí, sino que también ofenden a Dios y nos denigran en nuestra condición de seres creados a su imagen.
Este día no cuentes tus palabras; preocúpate por cuidar el efecto que causan y pídele a Dios que las santifique. Toma en cuenta que:
Lo que dices puede ser bueno para ti, pero malo para otros.
Hacer chistes a costa de la dignidad de otros es inmoral.
La queja constante corroe tu capacidad de ser feliz.
La palabra dicha como conviene es un bálsamo para las almas.
Darás cuenta ante Dios por tus palabras.
28 de enero
“Si subes la escalera como vieja, llegarás a la cima como joven”
“Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte […], maestras del bien. Que enseñen a las mujeres jóvenes”
(Tito 2:3, 4, RVR 95).
La reflexión de hoy está inspirada en el proverbio que dice: “Si subes la escalera como vieja, llegarás a la cima como joven”. La juventud y la vejez son etapas en el ciclo de la vida imposibles de evitar. Asumir esta realidad nos librará de falsas expectativas. La única diferencia entre ellas es que la vejez se sustenta en los años vividos y la juventud, en los años por vivir.
A menudo pensamos en la vejez como poco deseable, pero si las mujeres jóvenes se apropian del tesoro que las ancianas han acumulado en años, ascenderán la cuesta de la vida con paso seguro y certero.
Alguien ha creado la ilusión de que las jóvenes y las ancianas van por caminos distintos y es difícil que transiten juntas por la vida. La verdad es que hay un solo camino para la mujer, solo que las mujeres ancianas lo transitaron primero, y las jóvenes vienen atrás. Las ancianas conocen todas las “estaciones de la vida”, lo que las hacer perfectas guías de aquellas que están por conocerlo. La joven prudente nunca desestimará el conocimiento vivencial de una mujer que ha sido niña, adolescente, joven y adulta, y que ha llegado finalmente a la cima. Permitirá que su inexperiencia sea fortalecida por la experiencia acumulada de una mujer que no solo tiene años, sino también lecciones que enseñar.
Por otro lado, la mujer sabia que acumula años no pondrá obstáculos en el transitar de las jóvenes; las guiará con delicadeza y ternura. Será sensible y no juzgará con rudeza, arguyendo que “en mis tiempos” las cosas se hacían de otra manera.
Jóvenes y ancianas pueden ser compañeras en el viaje de la vida. El camino es el mismo; solo cambia la manera de transitarlo. El final de la ruta es el reino de los cielos. Amiga, si al estar leyendo esta reflexión te encuentras al final de la ruta, mira hacia atrás y extiende tu mano para alcanzar a la joven que ha tropezado y esta caída; levántala, sostenla y anímala a seguir. Si te encuentras iniciando la senda, acepta la mano fuerte que se te extiende; apóyate en ella. No te fíes de tu juventud; la experiencia de una madre y de una abuela serán siempre un soporte cuando el camino se torne difícil de transitar.
29 de enero
¿Qué llevas en tu equipaje?
“Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias, el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias” (Sal. 103:3, 4, RVR 95).
Todos, sin excepción, vamos por la vida con un equipaje formado por experiencias, chascos, fracasos, frustraciones y llanto, que con el paso del tiempo pueden transformarse en toneladas de culpa que restan la energía y aminoran los pasos. En algunos, la culpa pesa más que los aciertos, hundiéndolos en el desánimo y la desesperanza. Pareciera que, con intención premeditada, hacen la lista de los errores y los pintan de negro, para obtener la compasión de los demás.
La culpa es una poderosa artimaña del enemigo de Dios; esta nos conduce, sin darnos cuenta, al autocastigo, la conmiseración y la vergüenza. En este punto, no podemos apropiarnos de las bendiciones que vienen envueltas en los sencillos placeres de la vida cristiana. La usamos como un látigo con el que nos golpeamos sin misericordia, debilitando nuestra energía física, espiritual y emocional. Muchas veces es un sentimiento infundado que se genera en una dicotomía entre lo que crees y lo que haces. Como bien escribió el autor británico Edmund Burke: “La culpa nunca ha sido racional; distorsiona todas las facultades de la mente humana y las corrompe; le quita la libertad de razonar y lo deja confuso”.
El sentimiento de culpa solo nos es útil cuando nos lleva a una introspección, nos hace conscientes de lo que no hemos hecho bien y nos conduce a la reparación de los daños y a una conversión total de la conducta. Es cuando tomamos responsabilidad de nuestros actos ante Dios, ante nosotros mismos y frente a los demás, que la culpa tiene algo de bueno.
Amiga, el dedo bondadoso de Dios nunca te señala acusador; frente a tus errores y pecados, él se muestra misericordioso y te ofrece su gracia salvadora. Hoy es día de revisar el “equipaje” y soltar todo lo que estorba para el cumplimiento del plan de Dios para tu vida. Para desechar la culpa:
Acepta lo que no puedes cambiar del pasado.
Responsabilízate de lo que haces.
Haz las paces contigo misma; perdónate.
Recibe el perdón de Dios.
Desecha el perfeccionismo; todos nos equivocamos y tú también.
Aprende de tus errores para crecer.
Deja la culpa a los pies de la cruz y tu caminar por la vida será más ligero.
30 de enero
El verdadero poder
“Cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí” (Hech. 1:8).
Las circunstancias imperantes en nuestra sociedad han sacado a la mujer de sus roles tradicionales para ponerlas en el campo de acción de la vida. Cada vez con más frecuencia, escuchamos hablar del poder de la mujer, basándose