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       25. MANGANESO

      Metal anunciado en cavernas;

       lejanos dibujos negros.

       No, anunciado antes

       por hormigas rojas, caracoles, ortigas.

       No, antes aun:

       trillones de esferas

       guardando el metal en abismos marinos;

       nadie las entiende;

       no saben recogerlas.

       Metal de memorias.

       Recias armas de Esparta.

       Nítidos vidrios de Egipto.

       Cristales purpúreos

       de Nueva Inglaterra.

       Metal de minas avaras.

       Risa y llanto de operarios,

       delirio,

       visiones,

       impotencia.

       Manganismo

       es el nombre

       del precio.

      Fe

      Metal brillante con un tono grisáceo. Densidad: 7,87 g/cm³. Conocido desde la prehistoria por su presencia en meteoritos. Nombre derivado de su denominación anglosajona “iren”. Es el segundo metal (después del aluminio) y el cuarto elemento más abundante en la corteza terrestre. El núcleo de la Tierra, en cambio, consta esencialmente de hierro y níquel.

      El método de obtención, aplicado desde la Edad de Hierro hasta hoy, consiste en calentar un mineral de hierro con carbono, oxidándose este último y liberándose hierro. Se asume que todo comenzó en un hogar de cocina, hecho de tal mineral, que se calentó más de lo usual, habiendo sido favorecido el proceso por un viento intenso.

      Imanes, y por lo tanto brújulas, se pueden hacer exponiendo el hierro a campos magnéticos o usando minerales de hierro ya imantados, como la magnetita (óxido ferroso-diférrico).

      Se encuentra en la hemoglobina de la sangre, dándole a ésta su color rojo. La hemoglobina se une al oxígeno y lo transporta de los pulmones a las células. La toxicidad del monóxido de carbono o del cianuro se debe a que estas moléculas ocupan el lugar del oxígeno en la hemoglobina, causando una “asfixia” interna.

       26. HIERRO

      El hombre se sintió muy grande

       cuando aprendió a matar con hierro

       no sabiendo que la sangre

       vive

       pues lo lleva dentro.

       Hierrecito imantado: ¡Vamos a las Indias!

       Cruzó los océanos.

       Multiplicó los clavos de Cristo,

       humilló la luz y los pechos

       de veinte millones de hijos

       del Padre gestor del hierro.

      Co

      Metal duro, blanco-azulado con tinte gris. Densidad: 8,9 g/cm³. Descubierto por el sueco Georg Brandt en 1739. El nombre proviene de Kobold, que significa duende en alemán. Se creía en Sajonia que por maldad del Kobold se producían humos tóxicos (más tarde se supo que se trataba del arseniuro de cobalto) al procesar minerales de plata.

      En Nippur (centro religioso sumerio) y en la tumba de Tutankamón se encontraron objetos intensamente azules, coloreados con cobalto. Hasta hoy se usa en vidrios azules venecianos o en paletas de artistas (“azul de cobalto”). El cloruro con glicerina forma la “tinta invisible”, que se usó para espionaje en el siglo XVIII, y que (evaporándose la glicerina) se torna azul al calentarlo a 90°C. El cloruro puro a la intemperie es violeta o azul en tiempo seco y rosado en tiempo húmedo lluvioso.86

      Es esencial para nuestro organismo por formar parte de la vitamina B12, que se encuentra en carnes, leche, pescado y huevos.87 Su falta produce anemia, por lo que aquellos vegetarianos que rechazan leche y huevos deben compensar comiendo algas.

      Los nazis anclaron acero-cobalto (altamente magnético) bajo el mar para detectar barcos y gatillar explosivos. Los ingleses respondieron con bobinas eléctricas bajo sus barcos para detectar el acero-cobalto.

      La bomba más destructora que se puede imaginar consiste en una bomba H rodeada de Co-59, que durante la explosión se transforma en Co-60 88 con una radioactividad 320 veces superior a la del radio. El Co-60 se esparciría por el planeta en el ciclo nubes-lluvia-evaporación, pudiendo destruir todo ser vivo (suicidio global).89

       27. COBALTO

      El gnomo de templos sumerios

       se hospedó en las tumbas

       con faraones.

       Luego surgió en Sajonia.

       Allí los mineros rezaban para que el kobalto –así se llamaba el gnomo–

       no les diera veneno

       y a cambio les diera plata.

       Después pactó con espías, hizo tintas invisibles, sirvió a los nazis.

       Las flores que roció

       se volvieron locas,

       color rosa en las lluvias, azules al sol.

       Al gnomo de aquellos templos ya no le rezan mineros.

       Creció, creció mucho entretanto.

       Encontró un capricho furioso, mostrando un camino a la historia:

       se ofrece para esparcirse –un gramo por kilómetro cuadrado–

       y acabar con todo conflicto,

       con todo

       lo que riñe

       y respira.

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