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la comunidad de pertenencia. Por lo general vive en lugares alejados, y a veces se desplaza por las poblaciones rurales, con su medicina ancestral; los pobladores le brindan alojamiento y alimentación (Huanca, 1990). Polia Meconi (1996) hace referencias similares respecto de los médicos del Ande y Fernández Juárez (1998), con los especialistas del altiplano.

      María Cristina Bianchetti (2014: 145) caracterizó a los adivinos denominados yatiris en los siguientes términos:

      Tienen como deber buscar las causas ocultas de las enfermedades, entre ellas el robo del alma; el origen de los daños y enfermedades son reconocidos por predecir con particular acierto las circunstancias u origen de los padecimientos utilizando medios adivinatorios y sugestivos.

      Oscar continúa hablando con referencia a los curanderos y su legitimidad en la comunidad:

      El verdadero curandero no está en la capital, está en los pueblos, hay que diferenciar cuál es el certificado: es el que te da la comunidad. Si dice esta familia tal es buena, si el abuelo ha sido bueno, los nietos serán buenos porque se transmite. Ellos van a la comunidad, buscan, tienen el pensamiento, primero me voy a mi curandero y después voy a mi médico o viceversa también; y los médicos que conocen la población, médicos que tienen la mente abierta saben y dicen: “¿No fuiste de don Ramiro?”, “¿No fuiste de tal?”, “Sí, hay que reforzar estas cositas; yo me estoy encargando de curarte pero para este susto que has tenido, este vuelco de carro, haz que llamen su espíritu”.

      En caso de problemas de salud, la comunidad recurre al curandero y luego al médico, quien a su vez reconoce el campo de acción del curandero, es decir, los pobladores en su recorrido de búsqueda de salud transitan en el sistema etnomédico referido por Good (1987) e Idoyaga Molina (2002).

      De acuerdo con el testimonio de los entrevistados, si bien se reconoce la importancia de provenir de una línea familiar de reconocidos curanderos, finalmente es la comunidad la que otorga la certificación del curandero.

      La sanadora Aura reconoció la tradición curanderil en su familia:

      En mi familia, en sí, mi padre tiene ochenta y cinco años (viene como del pasado de parte de él que es curandero) y mi tío que ya falleció. Dentro de todo eso, la parte de sanación, en la familia de mi papá la llevan muy discretamente. Lo que hace toda la familia es la parte de las hierbas, del uso de la ayahuasca, pero con sumo cuidado.

      Aura enfatiza que este don implica guardar secretos de los conocimientos propios del oficio sobre las plantas sagradas y los rituales de sanación.

      La señora Naty comentó sobre su don de sanación:

      Vengo de una cadena desde los tatarabuelos, ya me lo señalaron la familia desde que nací, uno no elige, no son todos, es quien tiene que ser, si es mujer o si es hombre, tiene que tener sabiduría. Se presenta en el sueño, tengo que soñar para decir, si se embaraza mi hija.

      Por su parte, Aura destacó a su maestro guía y el legado curanderil familiar:

      Mis maestros son mi tío y mi padre. Mi tío que era una persona que para mí significó mucho en mi vida y va a seguir significando; tenía dibujado el Espíritu Santo acá en la frente [señala el centro de la frente, sobre el entrecejo] y solamente con que le extendieras la mano él te decía todo. Desde pequeña supe que él curaba con mi papá. Dios le ha dado un don, porque él era puro con la gente. Me buscaba mucho, si bien es cierto que me fue dando, a mí me marcó mucho cuando falleció el papá de mi mamá. Yo estaba revolcada lavando mi ropa, en la casa de mi tío, entonces él bajó de un auto con su esposa, me tocó el omóplato y me dijo: “Dentro de un poquito no más vas a tener una tristeza muy fuerte”. Es que no pasaron dos horas y me entero que falleció mi abuelo. Entonces a mí me marcaba para bien, y después él me dijo: “Bueno, ahora me quedo tranquilo porque dejo una persona que continúa lo que inicié”. Yo soy igual en cualquier parte, soy como cualquier persona, como son todos; pero cuando necesitan de algo, ahí estoy.

      De esta manera Aura obtuvo el pasaje de trasvasamiento generacional progresivo para ejercer el rol de sanadora en la comunidad de pertenencia.

      En el caso de estas entrevistadas, se confirma la importancia del entorno familiar curanderil y de la cadena de transmisión de conocimientos de sanación por distintos medios, vía onírica mediante los sueños, por designio familiar, entre otros.

      El lugar de la mujer yatiri en la comunidad andina se halla ligado a la familia, la maternidad –en relación con la fertilidad– y su correspondencia con la Pachamama.

      Aura se refirió a sus maestros guía:

      La principal persona que me guía es mi tío, fallecido, él era de Lima. Después hay otros, el compadre de mi papá y otro señor en las Huaringas de Huancabamba, ellos son de Piura. Lo utilizo muy discretamente; si bien nosotros somos curanderos, está la otra parte que no quiere que nunca le vaya bien, por eso siempre tenemos que mantenernos ocultos, para poder sanar mejor.

      El testimonio revela la importancia de tener guías espirituales y en lo posible ejercer su don con cierta reserva para la protección de las malas influencias del entorno.

      Para acceder al estatus de médico popular, el curandero tiene que atravesar una suerte de iniciación en la que adquiere poder, auxiliares y conocimientos.

      Don Teodoro reconoce el carácter sagrado del cerro Pachjiri como lugar de aprendizaje/enseñanza:

      Nosotros tenemos un lugar donde vamos a capacitarnos, hay un cerro grande, el cerro Pachjiri, donde están los grandes capos, vamos a dar examen (y esto está mal o no está mal); como estamos trabajando, ahí nos dan la mano también. Muchas veces en un trabajo que podemos fallar, vamos a consultar por el enfermo, por qué problema el señor no se sana. Entonces allá hay más capos que nosotros, dice: “Has fallado... no has hecho bien… un remedio… falta esto”. Entonces yo tengo que volver, sanarlo, curarlo bien. El Pachjiri es un cerro sagrado, ahí te enseñan magia negra, bueno todo; pero hay otros que te enseñan aparte.

      Durante la entrevista lo llaman por teléfono: don Teodoro tiene que hacer un trabajo con una gallina negra para cambiar la situación desfavorable de un hombre que vive en Olavarría, provincia de Buenos Aires.

      El nuevo yatiri debe realizar tres visitas al cerro para rendir pruebas de su conocimiento curanderil, que incluye la curación de un enfermo. La iniciación del futuro curandero abarca ayuno, dietas, abstención de relaciones sexuales y observación de aseo personal (Fernández Juárez, 2004: 26). Luego de la selección del candidato, el proceso de aprendizaje está a cargo de un maestro curandero.

      Como afirma Fernández Juárez (2004: 23-24), el futuro curandero debe transitar por los pasajes del ritual de iniciación:

      Luego del juramento, el “maestro” entrega el tari de coca al aspirante, quien debe sostenerlo junto a su corazón. A continuación, prepara una “dulce mesa” que se va a entregar esa misma noche en el “cabezal” o altar del cerro sagrado de la comunidad; después una ch’íyara misa (mesa negra), para que los seres malignos no molesten ni engañen al protegido, asperjadas con vino y alcohol. Después se emprende la subida al cerro; el postulante lleva sobre su corazón, durante todo el ascenso, el tari de coca y las mesas convenientemente empaquetadas. La noche es el momento en que los saxra y antawalla actúan, por lo que el “maestro” abre el camino ch’allando y asperjando alcohol en cada descanso y hacia las sombras que envuelven.

      Respecto de las mesas, la mesa dulce se hace para obtener suerte en un emprendimiento, y la mesa negra para curar enfermedades producidas por una entidad maligna o

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