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consolidarse económicamente se instalaron en comercios de las adyacencias y luego llevaron a sus familiares, asentándose de esta manera en la zona de modo permanente.

      Díaz y Di Marco (1999: 189) reconocen que durante la década de 1990 paulatinamente se incrementó la presencia de la comunidad boliviana en la zona aledaña a la estación Liniers. A partir del eje de las calles Ramón L. Falcón y José León Suárez, los comerciantes fueron abriendo locales de verduras, frutas y diversos productos alimentarios sobre las calles Montiel, Ibarrola, Ventura Bosch y la avenida General Paz.

      En la Pequeña Bolivia se encuentran negocios de venta de productos regionales y restaurantes de comidas y bebidas típicas, que constituyen lugares de encuentro de la colectividad. En el llamado “microcentro boliviano” se observa una gran actividad en el área de servicios: estudios jurídicos, agencias de viaje, gestorías, correo internacional, locutorios y locales de envío de dinero.

      En la zona se ubica también una feria boliviana ambulante con puestos y manteros, dedicada a la venta de ropa, comida, artesanías y elementos para los rituales de la cultura andina. El carácter ilegal de la feria genera conflictos con el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que periódicamente envía inspecciones con miras al desalojo.

      Desde la perspectiva religiosa, en Liniers se observa un campo mágico-religioso con una diversidad de ofertas que, como dijimos, conforma un mercado de bienes simbólicos de sanación.

      Asimismo, es preciso mencionar la situación de los migrantes y sus dificultades para obtener la documentación, lo que implica que algunos de ellos se mantengan en la ilegalidad, así como la situación crítica de la salud pública debido a la saturación de la demanda. Esto nos introduce ya en el tema específico del libro.

      En la zona descripta se encuentran iglesias pertenecientes al catolicismo (especialmente el santuario de San Cayetano, con una multitudinaria convocatoria anual en ocasión de la festividad del santo, y una destacada actividad pastoral y social), evangélicas, pentecostales y adventistas, así como centros espiritistas.

      Desde la perspectiva sanitaria, en el sur de Liniers se ubica el hospital Santojanni, que atiende un radio importante, y en particular a las colectividades boliviana y peruana. Una investigación realizada en 2005 sobre la precariedad laboral y la salud de los inmigrantes identificó la tuberculosis como la principal enfermedad entre la población de la zona; los inmigrantes representaron el 79,48% de los atendidos por ese mal en el hospital Santojani, de los cuales el 71,79% eran bolivianos (Goldberg, 2009: 237).

      Además del hospital, en la zona se registra la existencia de farmacias homeopáticas, herboristerías, así como de clínicas médicas y odontológicas. Estas últimas promueven la medicina comunitaria social y solidaria; y son instituciones que también responden a las necesidades de la colectividad boliviana.

      Emiliana (67), militante de la colectividad y coordinadora de un grupo de mujeres, relató las situaciones de discriminación que se les plantearon a los inmigrantes en el ámbito sanitario público:

      Así, los inmigrantes bolivianos encuentran que los médicos no reconocen cierto tipo de padecimientos, que sí son comprendidos dentro del espacio de la medicina popular, a la que consideran mágico-religiosa (Goldberg, 2009: 240). En este sentido, como se mencionó, un factor de importancia es la cuestión referente al trato personal y la comunicación entre médico y paciente. Este autor describe el circuito de búsqueda de salud de los inmigrantes bolivianos, y las distintas opciones al respecto:

      En primer lugar, la recurrencia a la autoatención, en caso contrario la consulta a un terapeuta especialista representante de la medicina andina (aymara o quechua) o al médico de un servicio público de salud, o a las clínicas privadas con personal de salud boliviano (por ejemplo, Virgen de Urkupiña en Pompeya, clínica en Liniers) o directamente regresar a su lugar de origen para ser tratados por un curandero o terapeuta representante de la medicina andina. (Goldberg, 2009: 239)

      Charles Good (1987) denominó “sistema etnomédico” a las posibilidades que tienen las personas para la elección y combinación de medicinas populares, tradicionales y biomédicas. Por su parte, Anatilde Idoyaga Molina (2002: 25) considera que la población urbana combina las ofertas de la biomedicina, las medicinas alternativas, las tradicionales y las religiosas y, por supuesto, recurre al autotratamiento.

      Por último, señalaremos que existen focos de necesidades básicas insatisfechas (NBI) que presionan sobre estos sectores de la población: en lo socioeconómico, la falta de empleo, y en la salud, los problemas de atención. Ante estas presiones aparecen alternativas en el campo de las creencias religiosas en relación con la salud integral. Desde nuestra perspectiva, todas ellas configuran un mismo campo de sanación y salvación, atravesado por creencias sociorreligiosas. Este campo se halla en continuo movimiento, y en él los límites entre lo legal y lo ilegal, lo legítimo y lo reglamentado, se recomponen a cada momento.

      1. Cabe aclarar que nos referiremos al Ande para hablar de Bolivia y Perú, y reservamos el término “altiplano” para el primero de esos dos países.

      2. Ese mercado funcionaba donde actualmente está el Plaza Liniers Shopping, y no debe confundirse con el Mercado de Liniers, el centro comercializador de haciendas vacunas en pie que abastece a la industria frigorífica de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires.

      3. Entendemos el concepto de sanación como integración de la salud físico-espiritual. De modo similar, puede considerarse como salud integral que une los aspectos mencionados.

      4. Todas las citas transcriptas en bastardillas corresponden a testimonios de las personas entrevistadas para este libro.

      5. Por su parte, Arthur Kleinman (1980) distingue entre disease

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