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llevaba el cuello tatuado, y que se estaba labrando una reputación de oro con años y años de trabajo duro.

      Sí, ella era irresponsable algunas veces, e irreverente, y había suspendido trigonometría, y estaba siempre al borde del escándalo, y no le importaba nada cuándo o dónde iba a estallar. Sí, era imperfecta. Pero eso no significaba que no fuera espectacular, también.

      Guardaron silencio durante los treinta minutos de trayecto de vuelta a Tumble Creek. Molly salió de la furgoneta sin esperar a Ben y subió los escalones hacia la puerta de la comisaría.

      Cameron estaba impecable con un traje negro y una corbata de color lila, y se levantó de la silla que había acercado al escritorio de Brenda, sonriéndole a Molly como si fuera una diosa. No se le movió ni un solo cabello rubio.

      —¡Molly, estás bien!

      —Ni hablar.

      —Pues… tienes muy buen aspecto.

      La puerta se abrió y se cerró tras ella, y de repente hubo una gran tensión en la comisaría. Molly vio a dos de los policías venir desde el pasillo y colocarse a su izquierda. Nadie iba a perderse el espectáculo.

      —Jefe —dijo Brenda, que se puso en pie y señaló a Cameron. Tenía un gesto entre sonrisa y mueca desdeñosa—. Es el sargento Kasten, del Departamento de Policía de Denver. Parece que es el novio de la señorita Jennings.

      —Ni lo sueñes —repitió Molly, pero Cameron ya estaba pasando a su lado con la mano extendida, con los ojos verdes muy brillantes y con una sonrisa que quería inspirar confianza.

      —Jefe Lawson —dijo.

      «Crear una situación de normalidad», dijo Molly, pensando en los pasos de una negociación. Los había memorizado cuando se había dado cuenta de que estaba atrapada en una relación que nunca le había interesado. Cameron era el experto, pero ella no iba a permitir que fuera él quien creara la normalidad.

      Se volvió hacia los dos hombres mientras ellos se estrechaban la mano.

      —Ben, te presento a Cameron, mi exnovio. Exnovio. Cameron, te presento a Ben, el hombre con el que me estoy acostando hoy día. Tenemos muchas relaciones sexuales. Muchas relaciones apasionadas, tan a menudo como podemos.

      Brenda soltó un jadeo, pero aquel fue el único sonido que se oyó en toda la habitación. Todos los demás se habían quedado helados, pero Cameron reaccionó en segundos.

      —Jefe —dijo con calma, mientras miraba a Molly con una sonrisa de exasperación—. Es de armas tomar, ¿eh?

      «Conseguir que el sujeto no se sienta mortificado por la situación».

      Ben terminó el saludo rápidamente, pero Cameron se metió las manos en los bolsillos y se inclinó hacia delante.

      —Escuche, Jefe Lawson, ¿podría hablar con usted, en privado, unos minutos?

      «Aislar al sujeto».

      —No —dijo Molly.

      Ben tenía una expresión pétrea, pero sus ojos eran de hielo cuando la miró.

      —Creo que estaría bien.

      —No —repitió ella—. Vamos a hablar de esto aquí mismo. Cameron, te dije que no vinieras.

      —Molly —respondió él con una sonrisa. «Aparentar calma»—. Molly, tú accediste a ser mi acompañante —dijo, y se volvió hacia Ben de nuevo—. Es el Baile de la Policía. Tengo el honor de recibir un pequeño premio, y el honor de que Molly accediera a venir conmigo.

      —Accedí antes de que rompiéramos. La semana pasada te dije que no íbamos a volver a vernos. Lo nuestro terminó hace seis meses, Cameron.

      —No hace seis meses —dijo él en un tono agradable. Sin embargo, le hizo una advertencia con la mirada. «Amenaza y muestra de fuerza». Aquello era fácil de neutralizar.

      —Sí, Cameron, tuvimos esa pequeña recaída hace cinco meses. ¿Quieres que le diga a toda esta gente lo que pasó? Bien. Tuve relaciones sexuales con mi exnovio un mes después de que rompiéramos. ¡Oh, la humanidad!

      —Vamos, Molly —dijo él con un suspiro—. No querrás que entremos en detalles aquí.

      Otra advertencia.

      —Oh, vamos a hacerlo, Cameron. Para eso has venido, ¿no? ¡Atención, todo el mundo! Tuve relaciones sexuales con él en un callejón, detrás de un club, contra un muro de ladrillo. Estaba ebria, enfadada y sola, porque el señor Kasten no dejaba de robarme a los amigos, así que cometí un error sórdido. ¿Algo más, Cameron?

      —No he venido a pelearme contigo…

      —No, ¡has venido a destrozarme la vida otra vez! ¿No te he dejado bien claro que no quiero saber nada más de ti?

      Él arqueó una de sus cejas perfectas.

      —Molly, el martes pasado me llamaste en mitad de la noche. También me llamaste dos días después. Si hemos terminado, ¿por qué me llamas constantemente?

      —¡Te llamé para decirte que me dejaras en paz!

      Cameron agitó la cabeza de nuevo, mostrando una pequeña dosis de tristeza. «Demuestra empatía y comprensión».

      —Sé que tienes problemas con el compromiso, y sé que no se te dan bien las relaciones. Me imaginaba que el Jefe Lawson también se daría cuenta de eso. Pero yo te quiero. Y puedes tener relaciones sexuales con todos esos tipos, pero…

      —¡Eh!

      —Pero eso no va a cambiar lo que siento por ti —dijo él, y se volvió hacia Ben—. Jefe, siento muchísimo que se haya visto envuelto en todo esto. Molly y yo hemos estado rompiendo y volviendo a salir durante varios meses, y me sabe muy mal que usted haya quedado en medio de nuestras discusiones. La conoce desde hace años, ¿no?

      «Animar al sujeto a que hable».

      —¿No ha visto lo nerviosa que se pone ante las emociones genuinas? —insistió.

      Sin embargo, Ben era fuerte y silencioso.

      —Ya está bien —gruñó—. Sargento Kasten, a mi despacho. Ahora mismo.

      Ella tomó a Ben del brazo.

      —Por favor, no. Tú no lo entiendes. Él tiene… Él manipula a la gente, cambia su visión de mí. Sé que en este momento no te caigo muy bien, pero no le escuches. Por favor…

      Ben se liberó de sus manos.

      —Ve a casa, Molly. Yo iré dentro de unos minutos.

      —¡No me voy a marchar!

      Él se acercó a ella, y Molly dio un paso atrás al ver su gesto ceñudo.

      —Acabas de dar detalles de tu vida sexual ante todos los policías del pueblo, por no decir de la mía. Así que sal de mi lugar de trabajo, por favor, y yo hablaré contigo cuando haya terminado aquí.

      Demonios. Muy bien. Había conseguido frustrar el plan de Cameron, pero al hacerlo había conseguido alejar a Ben de ella. Le había demostrado que todo lo que pensaba de ella era cierto.

      —No tienes derecho a mandarme a casa para poder hablar de mí. Esto no es la Inglaterra medieval.

      —Esta es mi comisaría. No tienes por qué irte a casa, pero no puedes quedarte aquí. Márchate ahora mismo.

      Ella podría discutir durante horas, y él no cedería. No iba a ceder después de que ella lo hubiera humillado así. Sus ojos se lo dejaron bien claro.

      —Muy bien —susurró, y después le clavó a Cameron una mirada asesina—. Y, ¿Cameron? No vuelvas a ponerte en contacto conmigo, ¿está claro? Espero que los policías que están presentes consideren esto como una prueba. No quiero que este hombre vuelva a llamarme, ni que aparezca en mi casa, ni que me envíe regalos. Volveré para pedir una orden de alejamiento en cuanto

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