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sí. Eh, ¿qué querías decir con eso de Ricky Nowell?

      Después de atragantarse con el vino, ella consiguió preguntar, con un jadeo:

      —¿Eh?

      —Dijiste que había sido horrible contigo.

      —¡Ah, sí! Bueno, no fue nada. Cosas de adolescentes.

      —Me dijiste que habías perdido la virginidad esa noche, Molly. ¿Es cierto?

      —¿Estabas prestando atención a eso? Vaya.

      —¿Perdiste la virginidad esa noche y viniste para hablar con tu hermano sobre ello?

      —No.

      —Me quedé muy preocupado por ti cuando te fuiste. Ni siquiera pude ir a buscarte. Estaba con una chica… y no estaba vestido.

      —Oh, lo recuerdo perfectamente.

      —Por favor, cuéntame qué pasó.

      —¿Ahora? —preguntó ella, y él asintió—. Bueno, está bien. Yo vine porque esa noche me había peleado con Ricky. Habíamos salido juntos, y me dijo que si no quería hacerlo habíamos terminado. Yo me indigné y vine a tu casa porque… no sé por qué. Supongo que quería decírtelo y que tú también te indignaras.

      —Lógico.

      —Así que entré sin llamar y ¡tachán! Ahí estabas tú. Desnudo. Y muy ocupado.

      —Exacto.

      —Y yo había estado imaginándote desnudo. No podía… No pude apartar la vista. Se me estaba rompiendo el corazón, pero lo único que quería era quedarme ahí y mirarte.

      —Oh, Molly.

      —¡Lo sé! ¡Fue terrible! —dijo ella, y le dio una palmadita en el brazo para rebajar la tensión—. Pero también fue liberador para mí. Yo nunca me había dado cuenta de que te estaba esperando, pero en aquel momento lo supe. Y el verte con otra chica me liberó de eso. También me excitó mucho, así que decidí hacerlo.

      —Con Ricky.

      Molly se encogió.

      —Eh… sí. Fue un gran error. O más bien, pequeño. Fin de la historia.

      —Pero tú dijiste que Ricky fue horrible contigo.

      —Eso fue hace diez años, Ben, y yo era muy tonta. ¿Por qué te importa ahora?

      —Porque sí.

      —Está bien —refunfuñó ella—. Me encontré a Ricky fuera de The Bar. Le dije que quería hacerlo, y él me complació encantado. Afortunadamente es miembro del club de los penes pequeños, así que fue decepcionante, pero solo un poco incómodo. Me divertí mucho más cuando fui a la universidad.

      —¿Y se comportó como un imbécil?

      —Sí. Después de pasar un minuto y medio en el cielo, se apartó de mí y me dijo que todavía tenía mucho que aprender para satisfacer a un hombre.

      —No es posible.

      —No te preocupes. Eso me libró del sentimiento de culpabilidad que habría podido tener al burlarme tanto de él.

      Ben le acarició el pelo y se puso a juguetear con uno de sus mechones.

      —Ricky viene todos los años por Acción de Gracias. Pondré un control de alcoholemia solo para él.

      —Ah, eres tan dulce…

      —Ojalá pudiera haberte alcanzado cuando saliste corriendo.

      Ella negó con la cabeza.

      —No. Yo fantaseaba con la posibilidad de que hubieras apartado a aquella chica y hubieras venido a buscarme, pero tú no eres así, Ben. Fuera lo que fuera para ti, o una aventura de una noche, o una de tus novias, nunca la habrías tratado así. Y si lo hubieras hecho, yo no habría querido que me alcanzaras.

      Él le acarició el hombro.

      —Eres una chica buena, Molly. Siempre lo has sido.

      —Ya te gustaría —murmuró ella—. ¿Hemos terminado ya? ¿Podemos irnos a la cama?

      Él suspiró con exasperación.

      —Creía que podíamos…

      Molly se puso en pie.

      —Veo que no me queda otra elección —gruñó.

      Entonces, se quitó la camisa. Ben la miró como si estuviera loca, pero ella se quitó el sujetador, e hizo bien. Ben se olvidó de conversar, y Molly consiguió lo que quería.

      Capítulo 11

      Molly se despertó al oír unas explosiones lejanas. El sonido vibró en sus oídos, y después dejó un silencio extraño. Pasaron unos minutos, y estalló otra carga de dinamita; sacudió el suelo lo suficiente como para que pudiera sentirse. Hacía diez años que no se despertaba así, y el sonido hizo que sonriera antes de abrir los ojos.

      Debían de haber tenido una gran nevada en Aspen para haber puesto a trabajar a las brigadas de avalanchas tan pronto. El silencio sobrenatural que había entre avalanchas le dio a entender que también había nevado en Tumble Creek, pero en aquella parte de la montaña no había tantos esquiadores como para tener que dinamitar las frágiles aglomeraciones de nieve.

      Pensó en dormirse de nuevo, pero recordó que estaba en la casa de Ben, en la cama de Ben. Eso hizo que sonriera aún más. La noche anterior había sido lenta, sensual, como si la química que había entre ellos fuera diferente allí. Él había tomado las riendas, él había impuesto el ritmo. Ella no había podido hacer otra cosa que disfrutar. Y, aunque le había pedido dos veces más que le hiciera fotos desnuda, porque nunca más iba a tener un amante que fuera fotógrafo y honorable a la vez, Ben se había negado.

      Con la intención de abrazarse a la almohada, rodó para tumbarse de costado, pero oyó crujir algo debajo de su cuerpo. Entreabrió los ojos. Las persianas estaban cerradas, pero el sol entraba de todos modos en la habitación. Parecía que había vuelto a dormir hasta tarde.

      El lado de la cama de Ben estaba vacío, así que ella se sentó para mirar a su alrededor, y vio qué era lo que había crujido. Tenía una foto junto al codo; era una fotografía en color que al principio le pareció abstracta. La tomó y le dio la vuelta lentamente, hasta que reconoció el primer plano de un pie femenino entre los pliegues de una sábana blanca.

      Con el ceño fruncido, se irguió más sobre la cama, y tocó algo con la cadera. Era otra fotografía. Miró hacia abajo mientras estiraba la mano para tomarla, y se dio cuenta de que había cuatro, cinco, seis… Más de media docena de fotos esparcidas por el colchón. Y todos ellas eran primeros planos… suyos.

      Contuvo la respiración y tomó la que estaba más cerca. Era de su oreja, de la curva de su cuello, de su pelo rubio sobre la almohada. Le dio la vuelta y encontró algo escrito. Esta es la mayor desnudez que voy a fotografiar, así que espero que te guste. Ben.

      A ella se le aceleró el pulso mientras tomaba otra fotografía. Aquella era de su mano cerrada mientras dormía, sobre la sábana. Había otra de la curva de su hombro y su antebrazo, y la última que vio era la parte superior de su cadera y la curva de su vientre, y su ombligo asomando justo por encima del blanco de la sábana. Al darle la vuelta a aquella imagen y leer la nota, se le llenaron los ojos de lágrimas. Tú, a la luz de la mañana.

      Molly recogió todas las fotografías y las apiló. Después se apretó las manos contra la boca. Aquello era demasiado serio. Demasiado bonito. Ella quería fotografías verdes, no bellas.

      Molly sintió pánico al notar que el corazón le estaba latiendo con mucha fuerza. Se levantó para vestirse. Necesitaba tomarse un café y pensar con la cabeza clara.

      No podía enamorarse de Ben. Aunque quisiera hacerlo, no podía.

      No

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