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conmigo. No quería tener que verlo. Pero cada vez que intentaba romper con él… me convencía para que no lo hiciera.

      —Pero rompiste.

      —¡Por fin lo conseguí! Hasta que empecé a informarme sobre su trabajo y me di cuenta de que me estaba manipulando constantemente. De que me convencía para que hiciera lo que él quería.

      —Te manejaba —añadió él, pensando en que el sargento Kasten había intentado crear la ilusión de una amistad instantánea con él.

      —¡Exactamente! Me manejaba. Era como si fuera una práctica para su trabajo, como si fuera un medio de mantener al máximo sus capacidades. Cuando él se dio cuenta de que yo ya había terminado con él… No sé. Necesita saber que tiene siempre el control de todo. Por eso adora su trabajo. Y no soportaba el hecho de que yo ya no fuera su marioneta.

      Ben ya no estaba enfadado, pero estaba empezando a sentir mucha ansiedad.

      —¿Y qué hizo?

      Ella se dejó caer en una de las sillas de la cocina y apoyó la barbilla en la palma de la mano.

      —Empezó poco a poco. De repente, aparecía en los sitios que yo frecuentaba. En el bar de mi edificio. En mi restaurante favorito. En la cafetería de la esquina. Y mis amigos seguían teniendo contacto con él, lo invitaban a sus fiestas y me pedían que le diera otra oportunidad. Era como si los tuviera a todos hipnotizados, ¿sabes?

      —Sí.

      —¡Se dedica a eso! Está entrenado para conseguir que la gente adopte su punto de vista. Incluso mi familia… Bueno, Quinn está demasiado concentrado en su trabajo como para dejarse abducir de esa manera, aunque constantemente le daba a Cameron información que no debía. Pero mi padre y mi madre… —Molly se apretó los ojos con una mano—. Siempre querían estar con él. Me decían que era como un hijo para ellos, y que me quería. Que yo debía crecer y, por una vez, tomar una determinación acertada.

      —Uf.

      —Sí, uf. Tuve que faltar al Día del Memorial en casa de mis padres, en St. George, porque lo habían invitado a él.

      —Lo siento, Molly.

      —Y después de eso, empecé a verlo en sitios donde no debería estar. Por ejemplo, en una librería del otro extremo de la ciudad, o en una tienda de ropa interior femenina. ¿Por qué tenía que estar allí? Me quejé ante su superior, me quejé ante todo el mundo que pude, pero no sirvió de nada. Todos lo aman. Y él les hizo ver que era yo la que tenía el problema, que le estaba dando una de cal y otra de arena. Incluso… Después de aquella noche en el club… Yo solo quería irme a casa y quedarme inconsciente, pero él dijo que tenía que pagar la cuenta, así que lo acompañé, y él hizo todo un espectáculo al entrar, metiéndose la camisa por la cintura del pantalón y sonriendo como un mono. Al final, intenté ignorarlo. Empecé a salir con otra gente pensando que él desaparecería de mi vida, pero estaba muy equivocada.

      Ben ya no estaba enfadado con ella, y se dio cuenta de lo cansada que estaba. Estaba agotada y triste. Ben sacó un Frappuchino de la nevera y se lo abrió. Ella le sonrió, y él no pudo evitar el impulso de acariciarle la mejilla con las yemas de los dedos.

      —Siento haberte dicho que eras infantil, Molly.

      Ella negó con la cabeza, pero Ben se dio cuenta de que ella tenía los ojos llenos de lágrimas, y se sintió como un completo imbécil. Debería haberle preguntado qué ocurría, en vez de haberse tirado a su cuello. Sin embargo, siempre estaba nervioso con ella, esperando a que ocurriera algo que confirmara sus sospechas de que tenía un lado oscuro.

      Molly dio un trago al café y se dejó caer contra el respaldo.

      —No te lo conté porque sabía que él no podía ser el acosador, pero si te lo decía, tú ibas a investigarlo de todos modos. Tendrías que hacerlo. Y pensaba que, si lo llamabas…

      —¿Sí?

      Ella exhaló un suspiro de tristeza.

      —Todos los chicos con los que he salido durante estos seis meses se han creído las mentiras de Cameron como si fueran niños de colegio. Están enamorados de él.

      —¿Enamorados?

      —Sé que parece una locura, pero él me los robó antes de que me diera cuenta.

      —Y tú creías que yo también…

      —Pensaba que él vendría aquí diciendo mentiras sobre mis problemas, y sobre lo dañada que estoy, y que todavía no he superado nuestra ruptura. Y entonces, vosotros dos os pondríais a hablar de cosas de la policía y os tomaríais unas cervezas, y tú tendrías la excusa que has estado buscando para dejarme. Pensaba que sería el fin.

      —Sí, claro —respondió Ben con disgusto—. Eso solo habría sucedido si yo fuera un incauto con problemas maternales.

      —He tenido seis meses muy duros, ¿de acuerdo? —gimió ella—. Azulito era mi último amigo, y la última vez que se quedó sin pilas tuve un momento de pánico en el que pensé que él también había caído en la trampa.

      —Muy agradable —dijo él con un resoplido, y tuvo que esquivar el puñetazo que ella le lanzó hacia la cadera.

      —Por eso no quería contarte nada sobre Cameron —prosiguió Molly un segundo después—. Le dejé claro a ese idiota que no iba a volver a Denver con él, pero sabía que él iba a venir de todos modos. No quería estar aquí, y tampoco quería que tú estuvieras aquí. Lo siento. No tenía ni idea de que iba a ir a la comisaría y… Dios, lo siento mucho.

      Él cabeceó e intentó quitarse de la cabeza la mortificación que sentía por todo aquel asunto. Ella no era exactamente sabia y digna, pero Molly tenía sus motivos… y su propio encanto, que era muy especial.

      —No necesito que un urbanita sofisticado venga a contarme cuáles son tus problemas, Moll. Me pasé la mitad de la vida en tu casa. Me caen muy bien tus padres, pero me encogía cada vez que alababan a Quinn sin medida, incluso cuando era niño. Y estaba presente el día en que salieron sus notas de Selectividad.

      —Uf —dijo ella.

      —Y recuerdo que tu padre te dijo, riéndose, que debías estudiar más si querías parecerte en algo a tu hermano. Y cuando tu equipo de debate llegó a la final del distrito, y tus padres vinieron a ver nuestro partido de baloncesto en vez de ir a verte a ti. Dios santo, si yo hubiera sabido lo del debate, me habría saltado el partido y habría ido.

      Molly negó frenéticamente con la cabeza.

      —Por favor, ¡dime que no le has contado a Cameron nada de esto!

      —Yo no soy uno de tus novios de Denver, Molly. Ese tipo es un gusano.

      —Gracias a Dios.

      —Lo que quiero decir es que me doy cuenta de que tienes problemas para confiar en los demás, y sé por qué. Incluso entiendo tu necesidad de guardar tus secretos, pero para el futuro, una de las cosas que yo quiero que mantengas en secreto es con cuánta frecuencia y cuánta pasión mantengo relaciones sexuales contigo.

      —Eh… bien. Yo… eh… lo tendré en cuenta.

      —Porque en eso te has pasado de la raya.

      —Sí. Estoy de acuerdo. Tengo un poco de mal genio —dijo ella. Tomó la bebida y le dio un buen trago.

      Con un suspiro, Ben se sentó en la otra silla y se pasó la mano por el pelo.

      —Bueno, está bien. Vamos a repasarlo todo.

      Molly abrió unos ojos como platos.

      —¿Todo? No creo que sea buena idea hablar de relaciones pasadas para…

      —Todos los incidentes que han tenido lugar desde que volviste a Tumble Creek, y exactamente, por qué piensas que Cameron no puede ser el responsable.

      —Ah, eso es más coherente. Bueno, entonces, nosotros…

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