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Misteriosa Argentina. Mario Markic
Читать онлайн.Название Misteriosa Argentina
Год выпуска 0
isbn 9789500210843
Автор произведения Mario Markic
Жанр Книги о Путешествиях
Издательство Bookwire
Por esos tiempos, allá por 1940, alguien en el pueblo le contó al poeta Rafael Alberti que, como testimonio de la admiración que le tenían, pensaban levantarle una estatua. “Entonces planten un árbol”, les contestó. Y plantaron una encina.
Dos años antes de su muerte, y acaso presintiéndola, el poeta español quiso volver a ese pueblito de Córdoba, y encontró la encina que habían plantado en su nombre. Se despidió jubiloso del Totoral: crecía fuerte y sana, en el medio de la plaza.
En la calle Moyano se agrupan las grandes casonas del siglo xix que aún hoy son utilizadas como casas de veraneo por familias tradicionales. Las guías turísticas pueden mostrar al visitante más de veinticinco casonas que guardan estilos similares. Por lo general, se accede a ellas a través de un zaguán o pasillo largo que da a un gran patio adornado con flores y plantas y alrededor del cual se encuentran todas las habitaciones.
La posta de San Pedro Viejo data de 1602; está en manos privadas y abierta al turismo. Los propietarios la restauraron consultando antiguos planos. Tiene cuatro hectáreas, un lago artificial, una capilla del siglo xviii y la fachada de lo que fue la posta. Pero hoy es un hotel de campo temático: todas las habitaciones llevan el nombre de personajes que tienen que ver con la formación de la patria.
Juan Galo de Lavalle, “la espada sin cabeza”, y Gregorio Aráoz de Lamadrid, el hombre al que dieron por muerto dos veces en el campo de batalla, dos de los guerreros más notables de la Independencia, se jugaron la vida del lado unitario y estuvieron refugiados en la posta de San Pedro Viejo antes de algunas de sus memorables batallas.
Un detalle no menor es la tropilla de caballos de paso peruano o marchadores peruanos. Dicen que eran los caballos que usaban los reyes y virreyes porque su andar es muy señorial. Es así, lo pude comprobar: cuando marchan parecen ir despatarrados, moviendo exageradamente las patas, pero uno va sobre ellos decididamente más cómodo, lo cual ayuda a comprender el viejo dicho de estar o sentirse “a cuerpo de rey”.
Si echamos la vista atrás reflexionando sobre todas las reliquias visitadas, por lo que hace mucho tiempo era solo un sendero polvoriento transitaron los conquistadores, los misioneros, los criollos con los ejércitos patriotas, y tanto los comerciantes con sus carretas llenas de productos –muchos, “importados”− como también los humildes arrieros o troperos.
Y es el mismo camino que más tarde fue transitado por los famosos chasquis, llevando el correo. Con la llegada del ferrocarril y las rutas modernas, el antiguo Camino Real fue quedando en el olvido.
Ahora se mira con otros ojos. Con emoción. Con respeto. Con los ojos del alma.
3
La correntinidad
Pocas provincias pueden mostrar rasgos y matices tan intensos y personales: desde el mito del Pombero hasta el culto al coraje, pasando por el chamamé, el idioma guaraní, los carnavales y el paraíso animal de los esteros del Iberá.
Conservadores, religiosos, musiqueros, supersticiosos y con una fuerte vocación por exaltar el culto al coraje. Y como arrastran cierto espíritu guerrero ancestral y de rebeldía frente a los poderes constituidos, los correntinos repetidas veces han andado a contramano de las tendencias políticas del país. Por eso cada generación repite eso de que “si la Argentina entra en guerra, Corrientes la va a ayudar”, como si ellos fueran un país aparte.
En un rapto de humor, el gobierno decidió entregar un pasaporte a los que ingresen a la provincia, como para reafirmar esa idea de que uno es visitante bienvenido en la República de Corrientes. En efecto, algo hay: después de muchos viajes y exploraciones, he descubierto que la “correntinidad” tiene, en cierto sentido, una idiosincrasia que la acerca más al Paraguay que a la Argentina.
En esto cuenta un pasado común −con una guerra incluida, que dejó gran división interna y años de silencio culposo−; el chamamé, con claras influencias de la guarania y la polca paraguaya; la alimentación, en la que el chipá, bollo de mandioca y queso, es tan popular y necesario como en Asunción, y, desde ya, el idioma guaraní, que ha salido del ostracismo rural al que había sido confinado y ahora ha comenzado a enseñarse en las escuelas.
En la provincia hay una muy fuerte réplica del carnaval carioca, como influencia directa de sus vecinos brasileños. Por otro lado, Corrientes, vista en general, se caracteriza por una fuerte personalidad, sobre todo si repasamos su a veces violenta historia política, panteón en el que conviven caudillos, conservadores de toda laya, y hasta un indio intruso cuando despuntaba el siglo xix. Atesora, además, episodios francamente llamativos: por ejemplo, fue la primera provincia en alzarse contra Rosas y la única donde no ganó Perón en 1946.
Es preciso tener en cuenta que, cuando los jesuitas fueron expulsados de América y, en todas las reducciones de Misiones, el sur del Brasil y el Paraguay, los indios guaraníes quedaron al garete, sin jefes ni protectores; perseguidos por los bandeirantes portugueses que los querían vender como esclavos, buena parte de ellos escapó hacia lo que sería hoy el nordeste de Corrientes. Por eso en pueblos muy pequeños como Loreto −pegado a los esteros del Iberá−, se pueden encontrar capillas y antiguas casas con altares particulares donde todavía existen tallas religiosas de madera que hicieron con gran maestría los imagineros guaraníes.
Pero, para no perder el foco, digamos que solo en el siglo xx Corrientes tuvo veintisiete gobernadores elegidos en las urnas y cuarenta y cinco que fueron puestos a dedo o arrebataron el poder por la vía de las armas. Tal cual: la lucha por el poder ha sido una constante en su historia, lo mismo que el culto al coraje y que las persistentes desigualdades sociales.
Repasemos rápidamente algunos datos. En 1806, cuando los ingleses invadieron el Río de la Plata, Corrientes se destacó por la rapidez con que decidió intervenir y enviar tropas: el cuerpo de Cazadores Correntinos es recordado por la bravura con que combatió en la Reconquista, en 1807.
A no olvidar que en Yapeyú nació José de San Martín, nuestro guerrero reverenciado, y cerca de allí, en Saladas, el sargento Juan Bautista Cabral, el hombre que le salvó la vida en la batalla de San Lorenzo, y que don Manuel Belgrano, con un ejército entusiasta pero rotoso, acampó en Corrientes cuando llevó los nuevos aires de la Revolución de Mayo hasta el Paraguay. Allí, más precisamente en Concepción, donde una estatua firmada por el maestro Luis Perlotti lo recuerda en el centro de la plaza, reclutó como tamborilero a Pedro Ríos, el héroe más joven que tuvo la patria naciente. El tamborcito −que todos recordamos de nuestros años escolares− perdió la vida en una batalla desigual entre un ejército improvisado a cargo de un hombre que no era militar y los realistas del Paraguay, a orillas del río Tacuarí, muy cerca de Asunción. Con su derrota, don Manuel sembró la semilla de la victoria y, tal vez, fue entonces cuando nació la leyenda de la osadía y el coraje correntino: el 9 de marzo –día en el que cayó Pedro Ríos con un tiro de fusil en el pecho− celebran el Día del Niño Correntino.
La guerra contra el Paraguay, sin dudas, atraviesa la historia correntina como ninguna otra cosa.
Fue el 13 de abril de 1865, Jueves Santo.
Las tropas del dictador paraguayo Francisco Solano López –colérico, porque el gobierno argentino no dejaba pasar a su ejército por la provincia para pelear contra los brasileños− invadieron Corrientes con cuatro mil soldados, tras un bombardeo de ablande desde las cinco embarcaciones de guerra que apostaron en el Paraná. La resistencia del gobernador Manuel Ignacio Lagraña duró un día −tenía apenas ciento veinte soldados− y se retiró con sus jefes militares al interior de la provincia. “La invasión –me comentó el director del Museo Histórico, Miguel González Azcoaga− convierte a Corrientes en el primer escenario de la guerra y fracciona terriblemente a la sociedad correntina. Familias enteras se dividen. Y después de la guerra cae