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sangre. Las sales metálicas se combinan entonces con los tintes para crear un mordiente que permea la fibra. El resultado es un tejido de color vivo que no se desvanece tras los lavados.19

      Las fuerzas de Alejandro regresaban de la India con noticias sobre ese tejido milagroso, plantando así la semilla de la obsesión por el algodón indio. Esa obsesión, que acabaría extendiéndose por todo el orbe, nace por la confluencia de tres propiedades que no reunía hasta entonces ningún otro tejido: era suave, podía teñirse de colores muy vivos y el color no se desvaía con los lavados. Durante los dos milenios que separan la invasión de Alejandro y la batalla naval entre el Fancy y el barco mogol, se hicieron muchas fortunas desenterrando y comerciando con metales raros, o cultivando y vendiendo valiosos productos alimentarios como el azúcar o la pimienta. Sin embargo, ningún otro producto manufacturado u obra de arte creados en ese tiempo generaron tantos beneficios económicos como los tejidos indios teñidos.

      La naturaleza del dominio mogol sobre la India sigue siendo, aun hoy, una cuestión muy controvertida. Para algunos trajo consigo uno de los más devastadores genocidios de la historia universal. El historiador Fernand Braudel lo describe de la siguiente manera en su A History of Civilizations [Historia de las civilizaciones]:

      Otras fuentes refieren una mayor tolerancia en los mandatarios musulmanes, especialmente bajo los Grandes Mogoles, que llegaron al poder con el ascenso de Babur en 1526. En el apogeo de la dinastía mogol –asociado usualmente con el reinado de Akbar el Grande durante la segunda mitad del siglo xvi–, la India disfrutó de una economía muy dinámica y una discriminación religiosa no demasiado acusada. El propio Akbar era un erudito de la literatura universal; nombró a muchos no musulmanes para cargos civiles y eliminó un impuesto que grababa específicamente a los súbditos de fe hinduista. Hasta intentó crear una religión sincrética, conocida como Dīn-i Ilāhī o Fe Divina, que incorporaba elementos del islam y del hinduismo, aunque nunca llegó a calar.

      El último líder musulmán en gobernar en la India sin encontrar una oposición relevante llegó al poder en 1658, en torno a los años en que nació Henry Every. Su título completo de emperador era Abu Muzaffar Muhiuddin Muhammad Aurangzeb Alamgir, aunque la mayor parte del orbe lo conoció por un solo nombre: Aurangzeb.

      Imaginen un doble metraje contemplado en una pantalla partida por la mitad. Estamos a finales de la década de 1650. Nace un bebé en una familia cualquiera del Sudoeste de Inglaterra. A ocho mil kilómetros, el nuevo heredero de una dinastía reinante se sienta por primera vez en el Trono del Pavo Real. Es difícil imaginar dos vidas más distintas entre sí, separadas como estaban por

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