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la niña. Inmediatamente, extendió los bracitos para que su padre la tomara en brazos.

      Él la estrechó con fuerza contra su cuerpo mientras la pequeña apretaba el rostro contra el de él y le daba un beso.

      Los sentimientos fluyeron con rapidez por el cuerpo de Justice. Las sensaciones eran abrumadoras. Aspirando el dulce aroma de la pequeña, acariciando la increíble suavidad de su piel, sintió una oleada de sensaciones que amenazaban con apoderarse por completo de él.

      Por suerte, Pretorius no se percató del estado en el que se encontraba porque estaba ocupado tecleando en su ordenador, lo que le dio tiempo a Justice para recuperarse.

      –Bueno, ¿nos ponemos manos a la obra, papá? –le preguntó Pretorius–. No sé cuántas paredes le quedan a Daisy por pintar. Si no quieres que se entere de lo que estamos haciendo, sugiero que nos demos prisa.

      En el momento en el que trató de quitarle a la pequeña el cordón, Noelle comenzó a protestar. No le gustaba que le quitaran su juego.

      –Maldita sea… ¡piii! Maldita sea. ¿Cómo vamos a poder medirla si no deja de moverse?

      Noelle se quedó quieta y miró atentamente a su padre.

      –Maldita sea…

      Por algún motivo, la sirena no sonó con la voz del bebé.

      –Estoy empezando a sentir una profunda antipatía por tu ordenador.

      –Maldita sea, Justice… ¡Piii! No es mi ordenador. Es el de Jett. No es culpa mía. Esa delincuente juvenil me lo ha instalado de tal manera que, cada vez que trato de borrarlo, vuelve a saltar. Hablaré con ella.

      Se pusieron de nuevo a trabajar. Mientras lo hacía, Noelle se entretuvo quitándose toda la ropa. Si Justice no hubiera estado observándola, se habría quitado también el pañal.

      –Bueno, ya tengo la primera medida. ¿Estás listo? –le preguntó a Pretorius.

      –Sí. Tú dirás.

      –Altura, 74,2936 centímetros.

      –Muy bien. Sigue.

      –Peso, 9,0356 gramos.

      –Ya está anotado.

      –Perímetro craneal, 45, 5930 centímetros. Tal vez se me haya ido un poco. No deja de moverse.

      –Está bien. Bueno, no tengo ni idea si esto es bueno o malo, así que no mates al mensajero. Y, por el amor de Dios, no infrinjas la condición número uno.

      –Venga ya, hombre.

      –En cuando a la altura, está en el percentil 65,1.

      –Bien. Yo soy más alto que la mayoría y la altura es un gen dominante. Es lógico pensar que ha heredado esa propensión genética de mí. ¿Qué me dices del perímetro craneal?

      –Percentil 71. ¿Significa eso que será muy inteligente?

      –Ha habido estudios que han defendido la correlación entre el tamaño de la cabeza y la inteligencia, aunque los resultados no son definitivos. En general, los individuos que tienen la cabeza grande tienen un cociente intelectual más elevado. ¿Peso?

      –Maldita sea… ¡Piii! No te disgustes, Justice, pero Noelle está solo en el percentil 37,6.

      –¿Cómo? Hazlo otra vez.

      –Ya lo he hecho. Tres veces. Treinta y siete punto seis. ¿Acaso crees que Daisy no le da de comer lo suficiente?

      –Al menos no deliberadamente. Por lo que he observado, es una madre excelente. ¿Cuánto tendría que pesar Noelle para estar en el percentil 50?

      –En Navidad, tendría que pesar 11 kilos y 450 gramos.

      Justice asintió.

      –En ese caso, será mejor que nos pongamos manos a la obra. Tienes veinticuatro horas para buscar las necesidades dietéticas óptimas para una niña de once meses. Calcula las calorías adicionales que tendría que tomar para alcanzar su peso.

      –Estoy en ello.

      –Yo buscaré los riesgos potenciales para los niños por estar bajos de peso y pediré ver los informes médicos de Noelle.

      –¿Crees que Daisy te permitirá el acceso?

      –¿Permitir el acceso a qué? –preguntó Daisy, que acababa de entrar en el laboratorio–. Siento haber entrado sin avisar, Pretorius, pero el ordenador me dijo que Noelle estaba aquí y es hora de su siesta. ¿A qué quieres tener acceso, Justice?

      –A los informes médicos de Noelle. Está baja de peso.

      –Eso no es cierto. Su peso es perfecto dada su estructura ósea y su nivel de energía.

      –En eso tiene razón, Pretorius –comentó Justice–. ¿Tienen en cuenta ese tipo de cosas esos gráficos?

      –¿Gráficos? –preguntó Daisy–. ¿De qué gráficos estáis hablando? Yo no te he dado permiso para que conviertas a mi hija en un experimento. ¿Es eso lo que Noelle significa para ti, Justice?

      –No, por supuesto que no.

      Los ojos de Daisy se llenaron de lágrimas.

      –Y yo que creía que habías empezado a sentir… Ahora veo que estaba equivocada. Jamás podrás dejar de ser un científico, ¿verdad? –le espetó. Con eso, tomó a su hija en brazos y se marchó con ella por la puerta.

      –¿Y ahora qué hacemos? –preguntó Pretorius.

      –Podemos crear nuestros propios gráficos, en los que se tenga en cuentan factores como la estructura ósea.

      –Con eso os puedo ayudar yo –comentó Jett desde la puerta–. Sin embargo, tengo una duda. ¿Qué pensáis hacer si el programa sigue demostrando que Noelle está baja de peso?

      –Darle de comer –dijeron los dos hombres al unísono.

      –No podemos permitir que la hija de Justice esté baja de peso –añadió Pretorius–. Ahora, ven aquí y siéntate, Jett. Tenemos trabajo que hacer.

      Justice decidió ir en busca de Daisy y de su hija. Encontró a Daisy en el cuarto de baño aseando a Noelle.

      –Lo siento.

      –¿Te molesta que yo haya pintado tus paredes? –le preguntó ella.

      –Al principio, sí. Me gusta bastante el blanco. Últimamente, he notado algo extraño.

      Justice se apoyó contra el marco de la puerta y observó cómo Daisy bañaba con destreza a la pequeña. Daisy tenía, efectivamente, unas manos muy hermosas. Se las imaginó acariciándolo a él, recorriéndole el cuerpo. Aferrándose con fuerza a él mientras le hacía alcanzar el clímax. Cerró los ojos. Estaba volviendo a ocurrir. Lo único que tenía que hacer era mirarla y perdía el control. ¿Cómo era posible?

      –¿Qué es lo que has notado, Justice? –preguntó ella sacándolo de sus pensamientos.

      –Todos los días me sorprendo buscando detalles nuevos en las paredes. Más o menos, me paso un mínimo de cuarenta minutos al día en esa actividad.

      –¿Y te parece un buen pasatiempo o una pérdida de tiempo?

      –Al principio, me pareció una pérdida de tiempo. En una ocasión, me pasé más de ciento treinta y dos minutos tratando de localizar todas los detalles nuevos. Me temo que no puedo ser más exacto dado que… perdí la noción del tiempo.

      –¿Tú, Justice?

      –Reconozco que es algo muy extraño, pero… Ya no lo considero una pérdida de tiempo.

      –¿De verdad? Me dejas atónita. ¿Y por qué?

      –Recientemente he descubierto que es una experiencia sensorial positiva que me ha ayudado a salir fuera del

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