Скачать книгу

se apoderó de ella. No podía hacer aquello. Se volvió para regresar hacia su habitación antes de que Apollo la viera, pero era demasiado tarde. Él estaba en lo alto de las escaleras y la miraba como si fuera una auténtica desconocida. Ella lo miró también y sintió que se le agitaba la respiración.

      Apollo iba vestido con un esmoquin negro, camisa blanca y pajarita negra. Sasha no estaba preparada para el impacto que su aspecto provocó en ella. Sin embargo, ya lo había visto así antes, la noche en que se conocieron. Un recuerdo vívido se apoderó de ella. Apollo la había ayudado a sujetar la bandeja con la que ella servía las copas y ella se reía, sonrojada por la vergüenza.

      –En serio, estoy bien. Si mi jefe ve que me ayuda me meteré en un lío –le había dicho ella.

      Él continuó sujetando la bandeja.

      –No soltaré a menos que acepte venir a tomar una copa conmigo después.

      En ese momento, Sasha vio a su jefe al otro lado de la sala y, por miedo a perder el trabajo, dijo:

      –¡De acuerdo! Ahora, por favor… deje que me marche.

      El recuerdo se desvaneció y dio paso a otra noche, una cita… Había salido a cenar con él al bonito restaurante de un edificio alto desde que se veían las luces de la ciudad de Londres… Ella estaba entusiasmada. Nerviosa. Incrédula.

      Contenta…

      Apollo no podía creer lo que estaba viendo. Sasha lo estaba esperando. Estaba preparada y su aspecto era presentable. Más que presentable.

      Hermosa.

      Llevaba un vestido largo de seda negra con un solo tirante y unas flores de seda caían sobre su hombro.

      Parte del cabello recogido en una trenza que caía a un lado de su rostro, y el resto en un moño. Su aspecto era bello y juvenil, pero al mismo tiempo elegante. Se había puesto unos discretos pendientes de diamantes y una pizca de maquillaje.

      Su vestido negro resaltaba su tez delicada. Sus ojos azules. No se parecía nada a su aspecto habitual, que consistía en mostrar la mayor cantidad de piel posible, mucho maquillaje, joyas y un peinado atrevido.

      El deseo se apoderó de él y tuvo que obligarse a bajar las escaleras. Al acercarse a ella, vio que lo miraba como si no lo hubiera visto antes. Estaba pálida y agarraba el bolso con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos.

      –¿Qué ocurre? ¿Estás bien?

      Ella tragó saliva y asintió.

      –Yo… Me he acordado de Londres. O más bien de la noche en que nos conocimos. ¿Y hubo otra noche?

      Él asintió.

      –Te invité a cenar la noche siguiente.

      –Estuvimos en un edificio… Parecía una caja de cristal.

      –¿El Shard?

      Ella asintió.

      –Sí, no recuerdo mucho más aparte del edificio y sus vistas… Algo es algo.

      Apollo experimentó una extraña sensación. Si realmente estaba actuando había llegado más lejos de lo que nadie habría podido fingir. Él comentó despacio.

      –Está muy bien.

      Ella había recuperado el color del rostro y parecía nerviosa. Señaló el vestido.

      –¿Está bien? No estaba segura… Me ha ayudado Kara.

      –¿Kara?

      Sasha asintió y lo miró preocupada.

      –¿Algún problema? ¿No debería habérselo pedido?

      Por primera vez, Apollo tuvo que contener una sonrisa.

      –Al contrario, ella había intentado ayudarte antes, pero tú siempre insistías en contratar una estilista profesional.

      Sasha parecía agobiada.

      –No tenía ni idea. Debería disculparme –se movió para dirigirse a la cocina, pero Apollo le agarró la mano.

      –No es tan grave, puedes disculparte en otro momento –sin soltarla, la miró de arriba abajo, fijándose en cómo sus senos se marcaban contra la tela del vestido. Apollo se preguntó si llevaría sujetador e imaginó que cubría uno de sus senos con la mano y sentía su pezón turgente. Trató de no pensar en ello y le soltó la mano–. Tenemos que irnos o llegaré tarde.

      La agarró del brazo y la guio hasta el coche.

      Sasha contempló la ciudad de Atenas mientras descendían por la colina y entraban en el centro. Las vistas la ayudaron a no pensar en la presencia de Apollo y en su masculinidad.

      Las calles estaban llenas de gente joven disfrutando del fin de semana, y la Acrópolis se erguía majestuosamente sobre la ciudad.

      –¿He estado alguna vez en la Acrópolis? –preguntó ella.

      –No, no mostraste ningún interés en ir a verla.

      Sasha frunció el ceño. Era muy desconcertante que otra persona supiera más de su vida que ella. Momentos después, llegaron a la entrada de una mansión que tenía guardas de seguridad junto a la verja.

      Había montones de personas en la entrada. Las mujeres lucían largos vestidos y los hombres llevaban esmoquin, como Apollo.

      Sasha notó un cosquilleo en el vientre. Una vez más, se arrepintió de haberlo acompañado. El coche se había detenido y Apollo se había bajado para abrirle la puerta y ayudarla a salir.

      Ella respiró hondo y le dio la mano. No fue capaz de disimular su nerviosismo. No pertenecía a un lugar como ese y no necesitaba recuperar la memoria para saberlo.

      APOLLO colocó la mano sobre el hombro de Sasha y la guio entre la multitud. Al momento, percibió las miradas de sus conocidos. Estaban asombrados al ver que iba acompañado de su esposa. Apretó los dientes. Él nunca había querido casarse, pero se había sorprendido de la diferencia que marcaba. Aunque no le gustara admitirlo, Sasha había acertado acerca de la importancia de ir acompañado.

      Sus colegas casados se mostraban menos nerviosos y las mujeres seductoras se mantenían alejadas. Incluso le dio mayor relevancia a sus negocios. Incluso un par de personas con las que llevaba años tratando de reunirse para hacer negocios habían aceptado, solo porque lo vieron como un hombre que había sentado la cabeza, mientras que no habían confiado en él cuando estaba soltero.

      Apollo miró a Sasha para ver cómo estaba y vio su expresión de asombro. Parecía que nunca hubiera estado en un ambiente así. Desde luego, era completamente diferente a cómo había reaccionado la primera vez que la había llevado a un evento.

      Para su sorpresa, al ver su expresión, Apollo recordó cómo se había sentido él la primera vez que lo habían invitado a un evento de la alta sociedad. Completamente fuera de lugar

      Se forzó para no sentir lástima por ella. Sasha estaba en deuda con él. Ella parecía dispuesta a desempeñar su papel de esposa y él sería idiota si no sacaba partido a la situación. Después de todo, no estarían casados mucho más tiempo… En cuanto ella estuviera recuperada…

      –¿Qué es este lugar? –preguntó Sasha interrumpiendo sus pensamientos.

      –Es la residencia del embajador de Francia. Él es el anfitrión esta noche. Su esposa falleció de cáncer hace unos años y ahora su familia organiza esta fiesta cada año.

      –Qué triste.

      Apollo la miró con suspicacia, pero ella parecía afectada de verdad.

      Sasha no se percató de la mirada suspicaz de su esposo. Estaba demasiado asombrada con su entorno. Nunca había presenciado tanta opulencia. Los techos estaban decorados con frescos y las paredes parecían recubiertas de oro.

      Cientos

Скачать книгу